martes, julio 24, 2007

Carta a una amiga


A través de varias décadas y obviando la ocasional ventisca en nuestra relación, fuiste mi hermana, amiga y consejera. Estabas a mi lado el día que, rendida de vivir muriendo, bailarina de zapatillas plateadas, rompí el cristal que me encerraba.

Salí a buscar mis alas perdidas, a rescatar la niña que me daba risas y alegrías. No tenía brújula ni mapa para reencontrar el mundo de hadas de mi infancia, donde se refugió la pequeña al sentirse abandonada y sola. Tú me ofreciste amparo en el tuyo.

Mi imagen en el espejo ha ido cambiando, y por accidentes de la vida, cosas que pasan, como bien sabes, ya no me miro en él. Has tenido mejor suerte, flor de otoño que encontró jardinero en el bosque. Yo sigo siendo una muñeca de porcelana en la vidriera de una tienda de antigüedades.

No hay ahora lugar para mí en tu espacio y lo comprendo. Vuelta a vivir detrás de un cristal, miro el pasar de la vida. No estaré mucho tiempo, esperaré solo lo suficiente para reunir mis fuerzas internas, porque sé que a partir de ahora caminaremos por senderos separados. Quizás ese cambio en dirección sea beneficioso, y al mirar, por necesidad, de forma diferente al mundo, encuentre a mi niña en algún recodo del camino.

lunes, julio 16, 2007

Sola


Se recuesta sobre la barandilla y mira al mar. Las olas rompen contra el acantilado en espuma blanca que sube en penachos buscando al cielo pero que solo alcanzan a crear una lluvia de rocío que cae sobre ella. Se hace a la idea que el mar la acompaña en su llanto.

Extiende los brazos tratando de abrazarse a una de las crestas blancas. También ella quiere intentar alcanzar el cielo, huir de la soledad cabalgando sobre una ola, y refugiarse en una nube. Desde allí verá la tierra desde otro ángulo y su vida en una nueva perspectiva, una que mitigue su soledad.

Se lanza a encontrar la ola más alta, aquella que casi toca las nubes. Sube con ella y al bajar se hunde en el mar. Hacia la superficie suben las burbujas de aire, y siente el roce y la energía de la vida marina. Ya no está sola. Se abraza a un coral.

martes, julio 03, 2007

Conflicto

No le dijo que venía acompañado por conflicto, porque la relación entre él y su conflicto databa de su infancia, y era una vieja historia que no contaba a nadie. Cuando él se aturdía con alcohol, su conflicto se dejaba ver y sentir, tergiversando todo cuanto ella decía, humillándola hasta la desesperación. Al otro día, él volvía a ser la persona que era cuando se conocieron, el conflicto agazapado y oculto en algún lugar, sólo presente en sus pesadillas, hasta la próxima borrachera.

Siempre había deseado ser amado y, una vez más, la vida le daba la oportunidad de ser feliz. Esta vez la aprovecharía. Ya el conflicto se había encargado de estropearle todas las anteriores, pero se había prometido no cometer los mismos errores. A veces, cuando conflicto afloraba estando sobrio, se le llenaban los ojos de lágrimas, al recordar el rechazo y el discrimen, y sentía reavivarse el complejo de inferioridad que desde niño le acompañaba. El temor de quedarse solo lo asfixiaba cual mordaza, igual que de pequeño, cuando se tapaba la boca para que nadie oyera sus sollozos, por temor a que descubrieran su terror a la soledad y al rechazo, que escondía detrás de una actitud hostil. Si ella se daba cuenta y preguntaba, insistía que era su imaginación, porque no quería que la verdad de él la asustara.

Ella intentaba impedir que él bebiera, y cuando no podía, se mantenía callada y quietecita, tratando de no dar pie a conversación alguna que llevara a una controversia que pudiera despertar en él aquella parte soberbia y altanera que la humillaba y que con sus gritos la hacia sentir inexplicablemente niña, miedosa e indefensa.

Cansada de la zozobra en que vivía, se armó de valor y sin más explicaciones, le pidió que se marchara. El aceptó en silencio, porque su conflicto sentía siempre gozo cuando lo tenía para él solo. Al despedirse, a hurtadillas, el conflicto de él le hizo un guiño triunfal al de ella, que muy bajito y socarronamente se reía…

domingo, julio 01, 2007

Un cristal pulido


Lo encontré en la playa. Un pequeño pedazo de cristal que el tiempo había ido puliendo de tal forma, que su superficie y costados eran igualmente suaves. Lo que una vez fueron puntas cortantes, habían sido limadas. Tiene un color interesante mi cristal. No el verde de la botella de cerveza rota y olvidada, sino el tono que toma el mar tranquilo cuando el cielo está claro. Un hermoso color turquesa intenso pero sereno. Hubiera pasado desapercibido entre los miles de caracoles y objetos que la marea había dejado depositados en la orilla, excepto en que en el momento que pasaba, un rayo de sol lo hizo brillar.

Ya en mi mano, recordé cuando de niña mi padre nos llevaba a la playa y recogíamos caracoles, en una competencia por cuál de nosotras conseguía el más grande, el más hermoso. Más tarde, no importaba quién; en el automóvil en el viaje de regreso, molestas por la pegajosidad de la ropa mojada, cansadas por el ejercicio, y con el olor a mar adherido a nuestros cuerpos, nos poníamos impertinentes y recordábamos el caracol al llegar a la casa, cuando yo lo guardaba en mi caja de recuerdos. Desde pequeña tuve esta extraña compulsión por guardar todo aquello que me recordara algún incidente u ocasión que pensaba importante.

Hoy no quedan caracoles en mi caja de recuerdos. Los tiré cuando escuché a alguien decir que traen mala suerte, y de esa no necesitaba, que tal parecía que desde pequeña abría la sombrilla dentro de la casa. En la caja guardo otros objetos, papeles, tarjetas, cartas, flores secas, fotos. Recuerdos del pasado...

Regreso al presente, y miro atrás. Al camino recorrido hasta llegar al lugar a dónde un rayo de sol acariciando un cristal me atrajo. Y siento la irreprimible necesidad de regresar a mi hogar. Voy directo a la caja de recuerdos, y sin pensarlo, lanzo el contenido a la basura. En la caja, por ahora, sólo quiero tener un cristal de color intenso, sereno, cristal pulido de asperezas por el tiempo, y la resaca de la mar, cristal que me hace pensar hacia dónde voy en el continuo proceso de crecer y cambiar, en el ir y venir de la vida, en la constante búsqueda de mi YO.