domingo, mayo 29, 2005

Ya no

La cansina lluvia, otrora intermitente, ahora nunca cesa. Las gotas tropiezan contra la ventana, creando un efecto extraño, cuerpos amorfos, que, sin poder remediarlo, van resbalando por sobre la superficie plana, formando intrincados y grotescos diseños, hasta caer y ser tragados por la tierra. El efecto es uno sombrío y triste, porque semejan lágrimas a veces, lágrimas que se pierden en la nada. El destino ha sido tallado en la roca; nada puede detenerlo. Y afuera sigue lloviendo sin tregua.

El cielo siempre gris, hace tiempo no se ven los colores con que el sol alumbraba. Se han perdido los rojos, los naranjas, los amarillos, el blanco, el azul. Todo es una bruma gris, neblina oscilante que nos circunda. La monotonía unicolor ha sacado la parte oscura del alma donde habitan aquellas pasiones que destruyen, el odio, la codicia y la envidia. Y sigue lloviendo sin tregua.

Te asomas a la calle y ves una espesa cortina que semeja vidrio que te separa del exterior. Afuera, dentro de una burbuja gigante, los otros. Te mudas a ella con sólo salir a la calle, pero no ofrece protección. Dentro de la burbuja, el calor que emiten las pasiones se hace insoportable. Quema la piel, mientras la lluvia, que no cesa, va calando los huesos, como paliativo a la fiebre, medicina falsa, porque igualmente mata.

El tiempo pasa inexorable, se adivina el futuro. Cada vez más cercanos al final, ya no hay Paraíso.

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