
Demasiada pequeña para comprender, me asombraba del tiempo que le regalaba y de cómo, cuando se levantaba con la espalda adolorida, la que estiraba con dificultad, sonreía feliz y satisfecho. Cuando mi abuelo murió, mi madre se hizo cargo del huerto y mientras lo abonaba y limpiaba podía oírla charlando y riendo.
Ahora que soy yo quien lo cuido es cuando me he percatado que cuando le hablo a las plantas mi abuelo y mi madre me escuchan y si presto atención me responden.
3 comentarios:
Margret, es precioso este escrito, me recuerda la tierra que tenía mi padre y que le arrebataron, es una larga historia, pero hay justicia y también divina porque ahora ese huerto es de sus hijos, tal vez lo vea desde algún lugar del universo.
Tienes tres regalos en mi blog y deseo que los acepte pues te los doy encantada de compartilos contigo.
Me encantan las hadas y tengo mis preferidas, tal vez un día ponga las fotos de ellas en mi blog. Sigo siendo un poco niña pero me alegra, no me pesa.
Besos,Margret.
Mil gracias, Carol. Pasaré por ellos. Un abrazo.
amiga, te debía esta visita y aunque corta sirve para deleitarme con un texto como éste. Precioso, cotidiano y muy tierno. Felicitaciones y un beso. Magda
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