─Pocas veces subes sola ─le digo riéndome.
Y ella ríe como si me entendiera. Es la primera vez
que lo logra. Me da miedo que se caiga pero sé que tengo que dejar que aprenda. Que es parte de crecer. Llega al último escalón y me ofrece su mano,
y le digo, lo lograste, y ríe nuevamente.
Es una maravilla ver crecer a un niño. Ayer solo dormía
y lloraba. Casi sin saber gatear aprendió a caminar y está en esa edad en que
quiere ir a todos lados y cogerlo todo. Con su oso de peluche preferido en los
brazos camina balanceándose para evitar caerse.
Me maravilla el pensar que es parte mía: mi hija. Yo, que siempre pensé
que no sería buen padre, incluso me había hecho a la idea de no tener hijos. Los
planes eran casarme y viajar con mi mujer a cada oportunidad, pero nuestra pequeña
Elsa cambió mi mundo por completo.
Cuando mi mujer me dijo que estábamos esperando un
hijo, casi no podía creerla. Nos asustamos los dos, y ahora, ¿qué? No sé si su
miedo era a tenerlo o a decirme que venía en camino.
La sorpresa grande fue lo mucho que disfrutamos el
proceso de esos nueve meses. Al principio tratando de adivinar el sexo, después
escogiendo nombre, y luego, comprando las cosas para la beba. El inmenso closet
que yo había preparado como una diminuta oficina lo convertimos en pequeña
habitación para nuestra hija y yo mudé mis libros y la computadora al ático. Luego
de decorar la habitación para su nuevo propósito, sobre el pequeño mural de un
arcoíris que pintó Laura en la pared, coloqué unos estantes blancos. En ellos pusimos una colección de muñecos de
peluche pequeños de diferentes colores.
Entusiasmado por lo bien que nos quedó la habitación,
pulí y pinté las escaleras al ático, proyecto que había tenido en mente, pero que
ahora me pareció natural completar. Quince escalones y sus balaustres que
quedaron como espejos.
Llovía el día que Laura rompió fuente, por suerte un
sábado. El parto fue rápido y ya el
lunes me las llevé a casa. Y entonces empezó esta fabulosa aventura…
Me despierta de mis sueños de orgulloso papá
primerizo, el ruido sordo del cuerpo al caer y el aullido feroz de Laura, bramido
que retumba en la casa…
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