
Sus besos han sido los mejores y más dulces, porque salen de su cariño incondicional: no son contados, ni medidos, ni cobrados. Si se enfada conmigo, se posa en el marco de algún cuadro y me da la espalda, pero nunca por mucho tiempo. Se esconde en algún rincón, o debajo de un mueble, o dentro de alguna de las cajas vacías que le he ido colocado en las habitaciones y se delata si no avanzo a buscarlo. Es uno de los juegos que jugamos como niños.
Me tomó años aprender que la amistad no es sincera, que el amor se finge y que la confianza se traiciona, pero desde que está conmigo, Cuquito me ha enseñado que cada nuevo día, esté lleno de sol o cargado de lluvia, se merece una canción de vida.
1 comentario:
mejor descripción pocas, que te dure
muchos años y que bueno que escribes de el merece su propia historia a través de tu blog
Abrazos
Lucille
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