El hombre lleva horas sentado en la butaca
sin apenas moverse; silencioso, contempla la nieve. Está nevando hace horas un
polvo fino que ha maquillado de blanco el terreno visible desde el amplio
ventanal. Los árboles, ramas sin hojas, están también pintados de blanco. Es un espectáculo libre de huella humana.
Se levanta con un suspiro, se pone el
abrigo y sale. Aún no ha decidido lo que va a hacer, ni siquiera ha podido
poner en orden sus pensamientos. La noticia lo tomó desprevenido, y se sintió
viejo, confundido, desconcertado, extrañamente solo. Ahora siente las
palpitaciones rápidas del corazón en los oídos. No es que no quiera un hijo,
siempre quiso tener uno, alguien que llevara su sangre, su apellido, compartiera
sus costumbres y su modo de pensar. Después de tantos años de haberse
convencido de que era incapaz de procrear, Natalia le sorprende con la noticia.
Es
necesario que lo decida con el cerebro, como si fuera un negocio más, no
dejarme llevar por el primer impulso.
Natalia es la mujer menos adecuada para tener mi hijo. Es demasiado
joven, demasiado inmadura. Para una aventura entretenida es exquisita. Si me caso con ella, me convertiré en el
hazmerreír de todos mis amigos. Me dirán
que se dejó embarazar para ganar ventaja sobre mí y asegurarse para ella y el crío un porvenir cómodo. A
pesar de que sabe que puede ser cierto, la idea de dejar que un hijo suyo sea bastardo
no le es grata.
Mi
padre siempre estuvo presente. Quizás
por estar envuelto en los negocios no me dio la atención más adecuada, pero
estaba, y yo sabía que podía contar con él. No fue el mejor padre, pero aprendí
de él y no cometeré los mismos errores.
Mientras Natalia fue la muñequita para el
placer se sintió cómodo. El que ella
estuviera con él por el dinero, no le importaba. El matrimonio, sin embargo, lo ataría a una
situación en que la diferencia de edades resulta incongruente. Ella esperará la
atención debida a una esposa, él no se siente en condiciones ya, y la verdad, disfruta
la soltería. Puede ir al club cuando
quiere, mirar por horas el paisaje desde la ventana de la casa si se le antoja,
viajar sin avisar a nadie. Una vez casado eso sería difícil. Natalia es muy dulce pero las mujeres, seguras
de su posición, suelen convertirse en arpías demandantes. No, definitivamente no quiere las cadenas de
un matrimonio. Ya probó a estarlo más de una vez.
No soy tan viejo para tener un hijo,
piensa. Aunque al lado de Natalia lo
parezca, sabe que se ve mayor que su edad real.
En los últimos años se ha dejado ir: bebe y come demasiado, no hace
suficiente ejercicios. No está en las condiciones físicas adecuadas para tener
una esposa joven y correr detrás de un crío. Resulta una burla el que vaya a ser
primerizo en este momento.
Esta
puede ser la oportunidad para cambiar mi forma de vida, incluso de alargarla,
mejorarla. Podría compartir
con el niño, disfrutar enseñándole juegos y ya más grande, las lecciones que la
vida le enseñó a él a golpes. Prepararlo para que tome el mando de los negocios
cuando él no pueda. Todo será del hijo, se asegurará de que no haya forma en
que Natalia pueda poner sus dedos codiciosos sobre la fortuna.
Aunque no se lo dijo en el momento, hay
otra consideración. ¿Qué tal si el hijo
no es suyo y la muchacha solo pretende colgarlo de su cuello? No tiene
razones para dudar de Natalia y aunque sabe que puede obtener la prueba
fehaciente de que el hijo es suyo, si quiere un hijo, y de eso está seguro ¿para
qué arriesgarse? Con tal que él lo
considere y trate como tal, los demás estarán obligados a tragarlo.
Se le ocurre que puede hacer un arreglo
con Natalia ventajoso para ambos. Ella
es joven e impresionable, el dinero la deslumbrará. Puede casarse con ella y luego divorciarse
cuando el chiquillo nazca. Será
magnánimo en el acuerdo económico a cambio de que le deje al niño.
Ha comenzado a caminar más rápido. Encontrada
la solución perfecta, una alegría crece dentro de él. Regresa con paso ligero, libre del peso con
el que salió. Se imagina con el hijo de la mano, enseñándolo, visitando lugares
históricos, explorando nuevos lugares, viajando por el mundo. El niño dará
continuidad a su apellido, no envejecerá solo. Para cuando llega a la casa, una
amplia sonrisa le ha borrado la tirantez del rostro.
En el celular tiene una llamada perdida de
Natalia. No es su costumbre llamar, ni
la de él responder cuando lo hace. Pero
esta es una excepción. Es diferente.
—Hola, mi amor —le dice ella llorosa—
estoy sangrando.
Lento, se sienta frente al amplio ventanal. Ha dejado de caer la nieve y puede ver las
huellas que ha dejado en ella. A sus ojos, vidriosos por el golpe inesperado, el
hermoso paisaje es ahora cruelmente imperfecto.
Sin responder, abre la mano y deja caer el
celular al suelo.
1 comentario:
este si esta complete,muy bueno.
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