Como todas las noches, la luz del farol dobló
la esquina sobre el muro, sigilosa. Como
si fuera una señal, siluetas oscuras se deslizaron cerca. La luz cruzó la calle con pasos rápidos. Luego se detuvo en un zaguán. Quieta.
Las siluetas volvieron a esconderse perdiéndose en la cerrada oscuridad
de la noche nublada y sin luna. Unos pasos apresurados de alguien que corre
irrumpió el silencio de la noche, que quedó quebrado al sonido de un disparo.
Las últimas luces en las casas a lo largo de las franjas paralelas de la calle
se apagaron. Nadie quiere ser testigo y no puede culpárseles. Es un sistema cruel en el que sobrevive el
más fuerte. Una anarquía total en que no
se respeta la vida humana: el dinero dicta las pautas. Arriba, temblando, escondidas, las gentes de
la calle, sin vocalizarlo, han hecho un pacto de silencio. Disparos sucedáneos
resquebrajan nuevamente el silencio. No
se oyen lamentos ni gritos, pero sí pisadas que corren. Si alguien se asomara a la ventana vería
siluetas oscuras que caen o huyen. El
silencio de nuevo arropa la calle. La
luz del farol se aleja, hasta desaparecer.
Atrás queda en pie uno solo que jura vengarse.
En la mañana no habrá ni un cadáver en la calle, ni muestra alguna de la violencia, será un día soleado. Un día normal, común y corriente, porque la maldad prefiere la noche.
1 comentario:
Me gusta mucho. Muy visual y muy inquietante. Hay otros mundos, pero están en este. A veces es sólo un cristal o un debil muro o unos párpados cerrados los que no separan de esas realidades. Aunque queramos negarlas o no verlas.
Un buen inicio para un relato laaaargo. :-)
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