Ambroise despertó completamente desorientado.
Lo último que recordaba era el terror que sintió cuando, luego de ingerir la
mezcla de yodo y alcohol que su boss
le hizo tomar, empezó a sangrar por todos lados. El cuerpo se le adormeció y perdió la
conciencia.
La Missy no se la hubiera dejado ingerir. Miguel
se la hizo beber destruyendo, luego de haberlo creado, a la única persona con
quien ella podía desahogarse. De esa
forma, esperaba obligarla a hablar con él. Ambroise entendía la actitud de la
joven. A él también le habría herido el engaño de que la hizo objeto el boss para conseguirla. Y más aún, la
dolorosa e incluso cruel manera en que supo que Miguel era casado.
Tenía que orientarse porque había dejado a la
Missy sola, en una isla extraña, cuidando la vespa. Tenía puesta una cotona blanca, de hospital,
que le quedaba grande. Mala cosa, pensó
Ambroise, porque si estaba en el hospital debía estar grave, y para darle más
peso a su suposición se dio cuenta que sorprendentemente se había encogido. Estaba más negro, pequeño y flaco de lo que
jamás había sido. Eso sí, estaba seguro
que ahora guardaba más relación con el Ambroise que la Missy veía que con el
que Miguel había creado.
Pensó buscar a Clemente, porque Miguel le
había hablado de él, y necesitaba un amigo, pero luego pensó en lo que le había
dicho la Missy. Clemente llevaba treinta años pidiendo perdón por el mismo
pecado, y alguien que está en esas, debe estar vagando por la tierra como
espíritu no reconocido y sumamente atrasado.
Mejor encontrar a la Missy y explicarle que
él no la había abandonado. Que bastante
abandono había visto la pobre, que, aunque no decía nada, se le notaba en los
ojos.Ambroise bebía mucho, pero no era ciego ni tonto. La cuestión es que
ahora, para buscarla, tendría que escabullírsele a San Pedro.
Como vio que nadie lo estaba vigilando, se
fue escurriendo hasta que escurrido cayó el negrito en su islita. Por un momento sintió algo de nostalgia, pero
recordó la inmensa paz que había encontrado en su nuevo domicilio, así que
decidió apresurarse a encontrar a la Missy, antes que San Pedro lo echara de
menos. La Missy no estaba, pero sí su
vespa, recostada a la pared dónde él la había dejado. Fue a rascarse la cabeza para poder pensar,
cuando recordó que el alo que llevaba le dificultaba el acostumbrado gesto.
Apenas pensó dónde podría estar la Missy se
encontró sentado en un piso de madera. Por
suerte no le dolió la caída, ventajas de ser un ángel. Siguiendo el conocido
tac tac, encontró a la Missy sentada frente a la computadora tecleando. Ella no lo vio, pero a él le bastó una mirada
para darse cuenta del intrincado tejido roto en su corazón. Y aunque ella no lo
podía oír, allí mismo le comprometió: "blackie
will be back Missy, to mend your heart". Se miró sus burdos dedos que
iban a tener que aprender a tejer y en un parpadear de ojos se encontró
matriculado en el curso introductorio de tejido que ofrecía la Virgen María.
El no sólo era el único ángel varón tomando
el curso, también era el único negrito. La Virgen se le acercó a preguntarle si
estaba seguro de estar en el curso correcto, a lo cual, asustado, y con ojos
desorbitados contestó en la afirmativa:
"Missu', blackie promised Missy he would mend her heart". La Virgen
sonriendo, le dio las agujas, el hilo de tejer, y el modelo del infame punto
que debía aprender. Tan pronto empezó a
clavarse las agujas en sus encallecidos dedos, se acordó de Miguel y toda su
parentela. Por su culpa estaba metido en
aquel lío. Pero por la Missy estaba
dispuesto a aprender a tejer.
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