Oscuro y vacío, ya estoy acostumbrada.
La poca luz entra de la calle porque mantengo las cortinas
abiertas. No sé por qué antes siempre
las tuve cerradas. No podía dormir con
luz de clase alguna. Mi dormitorio era
una noche de veinticuatro horas, hasta las tormenteras cerradas para que no
entrara claridad. Recuerdo en la
oscuridad haber visto a mi hermana, venía a ayudarme, pensé, con la total
inocencia de los niños, y el miedo y la angustia de los viejos, cuando se
sienten próximos a la muerte. Recuerdo
que me ordenó levantarme y vestirme y obedecí.
Me encogí cuando salimos a la luz del día. Y me llevó a su casa donde
las ventanas están abiertas todo el día y la noche, y allí me quedé en la típica posición fetal de los enfermos, pero por primera vez en días cerré
los ojos y dormí.
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