Mis días se han vuelto rutinarios.
Mis oídos sordos a los comentarios de mi hermana. Me paso los días en la cama. A veces, me
levanto y enciendo la tele pero no tengo paciencia para ver la programación con
que nos alimentan. Y vuelvo a dormir, y voy de la cama al sofá en la sala, y
sorbo un poco de agua, y quiero que mi hermana llegue y temo su llegada porque
sé que va a preguntarme que he hecho, y la rutina incluye mentirle y tratar de
convencerla de que estoy mejorando.
Supongo que para su paz mental pretende creerme: sabe que casi no como,
que no me ocupo de mi aseo personal. Si
pudiera explicarle esto de estar muerto en vida de forma tal que pudiera sentir
un poco de empatía. No necesito palabras
agrias, necesito un poco de cariño, de paciencia.
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