Decidimos hacer la prueba de estar en casa un fin de semana. Mi hermana y su esposo estarán fuera así que
tendré que valerme por mí misma. Me dejan frente a casa, tomo el elevador, entro
y me tiendo en la cama. Tengo dos días
de soledad y silencio, y de completa oscuridad.
Para mi sorpresa, me levanto y abro las cortinas y corro las
tormenteras, es de día y el sol cae sobre mi cama, y vuelvo a acostarme,
rendida. Pero hay luz. Es un adelanto, ¿o no?
Pero cada esfuerzo me deja sin energías, así que decido hacer lo
mínimo. Traigo una botella de agua al
cuarto y el cartón de batidas, de esas que mi hermana compra para que coma
algo, si no comes, te vas a morir. No debo querer morir porque me las tomo,
aunque no las refrigere y me hidrato tomando sorbos de agua de a poco. Pienso que podría lanzarme desde mi piso, pero
me da miedo no morir porque no es lo suficientemente alto. ¿Qué tal si quedo semi vegetal? Entonces sí que mi hermana va a odiarme (si
es posible resentirme aun más).
El resto del fin de semana me limito a levantarme para ir al baño,
acostarme, dormir y dormir, y me asusta el saber que este experimento no ha
dado resultado. El domingo en la noche, me recogen y cuando me preguntan cómo
me fue, miento descaradamente: bien, me fue bien.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario