
Lo
único que de cierto sé, es que de ella ya no queda nada. Los golpes de la vida recibidos desde
entonces acabaron por destruir toda posibilidad de que pudiera levantar la
cabeza de donde la enterré. De mis muertos, es una que quedó bien enterrada,
incluso olvidada.
Hace
unos días, hablando sobre mi nombre y lo mucho que me disgusta, mencioné a
algunos amigos del difícil parto y luego del enterramiento de Patricia. Me
sugirieron que creara una nueva Patricia, una igual pero diferente. Daniela.
Que Daniela pudiera llevar acabo aquello que quedó incompleto al matar a
Patricia.
Acaricié
la idea por varios días. Puedo intentarlo, me decía. Daniela es un bonito
nombre. Una mirada al espejo me hizo aceptar la realidad. Ya es demasiado tarde. Lo siento mucho Daniela, moriste antes de
nacer.
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