Me sorprende la facilidad con que
antes escribía de mis sentimientos y experiencias, sin pudor alguno. Ahora me es prácticamente imposible y
prefiero utilizar mi tiempo leyendo a caminando en algún centro comercial. Es tiempo desperdiciado, al menos aquél en
que camino por las tiendas sin comprar pero me pregunto si me estoy
protegiendo. Dejar mis inquietudes y
ansiedades plasmadas en algún lugar, tomar el tiempo para escribirlas, ponerme
en contacto con la forma en que realmente me siento, me acobarda. No quiero caer nuevamente en el profundo hueco
en que estuve. Me ha tomado tanto tiempo
salir de él. Volver a sentirme
tranquila, incluso, en ocasiones, feliz.
Perderme nuevamente en el bosque oscuro en que deambulé por más de un
año es mi pesadilla. Si me aturdo en
cosas que no me hagan enfrentarme al espejo, mirarme por dentro y por fuera (mi
espejo hace la radiografía de sentimientos), estoy salva. Desconozco cuánto es el tiempo en que, como
si fuera un avestruz, puedo enterrar mi cabeza en tierra, pero mientras pueda,
aunque tenga que dejar de escribir, trataré de no enfrentarme a mi imagen.
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