viernes, enero 22, 2010

Las azucenas huelen a paz

Dicen que las azucenas huelen a muerto, posiblemente porque son las flores que se usan en las habitaciones de enfermos, o en las capillas para velar los cadáveres, y hasta en los ritos de despojos. Para mí, el olor a azucenas es limpio, es blanco, es de paz.

Hace varios años asistía a un templo; uno de los pocos lugares en que me he sentido a gusto en mi vida. Disfrutaba el tiempo dedicado a la meditación, minutos en que me concentraba en mí misma y lo único que permitía que me llegara era la fragancia de las azucenas que llevaban los sábados Nívea y su esposo, Mayra y algunos más, como ofrenda a la Virgen. El templo y el olor a azucenas, los martes de meditación, el calor de los compañeros, eran el “comfort food” que necesitaba mi espíritu en aquella época.

Cuando mi padre murió comencé a llevarle flores a mami los domingos. Quería llevárselas a ella que estaba viva, y a no a los restos mortales de papi. Ella podía disfrutarlas, él espíritu de él no tenía presencia en la tierra. En muchas ocasiones, no importaba cuáles fueran las flores, añadía algunas varitas de azucenas porque sabía que su olor perfumaba el apartamento. Dejé de llevarle flores cuando, estando ya encamada, me di cuenta que tenía otras necesidades más apremiantes. Las flores, incluyendo las azucenas, eran para días especiales.

Sentada en el butacón de la sala, sus pies sin apenas tocar el suelo por el cual ya no podía caminar, olía a alcoholado porque con frecuencia se humedecía las manos con él como si quisiera limpiarlas de gérmenes. El alcoholado me recordaba los “chofitos” que nos daba de pequeñas cuando nos daba fiebre alta. No había nada más reconfortante que uno de sus baños con alcoholado luego del cual nos arropaba hasta que la fiebre cedía. Bajo las mantas y aunque temblando del frío y fiebre, el bañito resultaba ser justo lo que necesitábamos para quedarnos dormidas.

En los últimos meses de vida, la habitación de mami olía con más frecuencia a alcoholado que a azucenas. A medicinas y antiséptico olía la habitación del hospital en que perdió la lucha. Murió sin que mi hermana y yo pudiéramos estar con ella esos en sus últimos minutos. Para cuando llegamos al hospital, su espíritu ya se había desprendido del cuerpo y la habitación olía a azucenas.

sábado, enero 16, 2010

En las noches

Cada mañana, al despertar, hago una oración ferviente para poder funcionar y bregar con los problemas del día. Me encierro en mi mundo pequeñito y trato de no ver ni hablar con nadie. Solo cuando comienza a oscurecer me permito relajarme, porque la noche me protege.

La noche debía ser mi peor enemiga pero es un manto que me cubre y amorosa me arropa. Siento compasión por aquellos a los cuales la noche atemoriza porque sus monstruos los desvelan persiguiéndolos en la oscuridad. Los míos y yo, desde hace años, dormimos juntos y tranquilos.

domingo, enero 03, 2010

Un parpadear

Se mece en el sillón que era de la abuela. Piensa que no ha pasado tanto tiempo. Que sí ha pasado mucho tiempo. Hace años que es tarde, y sin embargo le parece que solo un parpadear de ojos la llevó de jugar con sus muñecas a mecerse en el sillón. Duró solo un instante, un segundo, pero su vida quedó atrapada en la memoria del iris de sus ojos. Vida en la cual saltó de niña a anciana. Anciana que se mece mirando el horizonte, sin otearlo, porque no espera nada ni a nadie, excepto la muerte, y la muerte aunque siempre llega, no se anuncia.