domingo, septiembre 30, 2007

El amor y el mar

Hija de pescadores, creció mecida por las olas del mar. Nadaba como un pez y se soñaba sirena. El mar era ella como ella era el mar.

Cuando su padre salía a pescar, lo esperaba mirando al horizonte. Su madre no, su madre odiaba y temía al mar desde que el abuelo salió un día y cuando el mar al fin lo regresó, no tenía vida. “Años de pescar en buen y mal tiempo, ya viejo, se confió y el mar se le entró al cuerpo, asfixiándolo”, decía la madre con rabia y con pena.

Así es el mar le decía su padre, igual que el amor, te da confianza, te arrulla, te enamora, te adormece y entonces te da el golpe, te abraza arropándote para hacerte suyo para siempre. El mar es como el amor: necesidad, desesperación, ansiedad que asfixia.

Se marchó después que su padre murió. Al final, él también se había dejado arrullar por el mar, y nunca volvió. Maldito mar... Mata a todo el que lo ama... Lo arrancaría de su pecho, ya jamás sería su sirena...

Treinta años más tarde volvió a sus raíces, sola, derrotada. No podía entender cómo, habiendo amado con locura, no había podido encontrar un amor comparable al suyo. Caminaba despacio, las olas del mar con crestas de espuma borraban sus pisadas en la arena como si ella no fuera, acentuando su inmenso dolor y soledad. Si su padre viviera, quizás hubiera podido explicarle por qué ningún hombre la quiso en la misma medida en que amó. Fijó su vista en el horizonte, como cuando de niña lo esperaba y le pareció oír la querida voz: "...el mar como el amor es necesidad, desesperación, ansiedad que asfixia..." Y vio al mar dentro de ella...

Transparente

Al salir del baño, se mira al espejo, y la blancura de su cuerpo, en contraste al color de su rostro, tostado por el sol, la sorprende. Por primera vez en muchos años se mira con ojos críticos. No es sólo la celulitis, ni los senos más caídos de lo que recordaba, ni la mayor amplitud de las caderas, ni siquiera el vientre, más prominente ahora. Es la absurda blancura de la piel la que le hace sentirse incapaz de desnudarse ante un hombre. Si no fuera por esa blancura no sentiría ese miedo. Esa blancura la hace translúcida. No, peor aún, la hace invisible. Eso es. Invisible. Es un rostro sin cuerpo cuando está desnuda.

Le oye llamarla insistentemente, y rápida, anuda la bata, y camina hacia la terraza. Amorosa, le acaricia el cabello y él pregunta: - ¿Me ayudas con la asignación, abuela?

Mientras lo hace, no puede dejar de pensar en la blancura transparente de su cuerpo.

viernes, septiembre 28, 2007

Ella y su soledad


Se sienta ante la computadora y teclea furiosamente, y desde la pantalla del ordenador las palabras le hacen muecas de burla. No sabe lo que escribe, ni lo que quiere escribir. Hace días que no escribía porque no encontraba palabras para describir lo que siente, lo que teme, lo que quiere. Pero hoy como chorros de lava las palabras fluyen de su cerebro a sus dedos sin censura.

No sabe lo que quiere. Cada nuevo año es igual. Todo es igual. Ni siquiera son nuevas sus lágrimas. Son las mismas, porque la razón de su pena no cambia.

Su pena se llama Soledad. Lo absurdo de la soledad que la acongoja es que es su amiga y compañera y cuanto alguien irrumpe el espacio que ocupan, se molesta. Es como si el aire que se mueve en su hogar se hiciera espeso y no pudiera llegar hasta sus pulmones, porque va congestionando y destruyendo los alvéolos. La enloquece ver una silla fuera de lugar, alguien caminando entre sus cosas sin el cuidado de velar que a su paso, todo quede ileso y en su sitio. Odia esa compulsividad, pero la comparten ella y su soledad.

Ella y su soledad coexisten en paz. Se asusta su soledad en días como hoy cuando ella llora, porque entiende la incongruencia de querer todo en su sitio y a la vez estar en compañía. Necesita de amor, como las plantas necesitan lluvia. Pero el amor ocupa espacio. Y toma sitio, y cambia cosas. Y deja heridas...

Más que nada, abre heridas. Sanando de ellas, llegó su soledad, la miró apesadumbrada y decidió quedarse para que nadie más le hiciera daño. Le prometió que sus ojos no se nublarían de lágrimas, pero no contó con la necesidad de amor de la mujer que habita en ella.

Teme su soledad que ella ceda ante esa necesidad y abra el espacio, permitiendo que el aire nuevamente se ennegrezca y que cambien las cosas de sitio, y la eche de su lado, para nada. Porque su soledad sabe, aún mejor que ella, que el amor nunca permanece por mucho tiempo en casa. Que es como el zumbador que se posa sobre la flor, y luego de probar su néctar se desplaza a otra parte. Si tan sólo pudiera conformarse con ese paso fortuito del ave, sin esperar que anide. Aceptar los momentos de felicidad que la libación del pajarito, cual caricia, le ofrece, para luego verlo volar, sin importarle el rumbo a que le lleve su destino.

Sabe su soledad que es mejor aceptar esos momentos y entre ellos, disfrutar la una de la otra con un café, un cigarrillo y un buen libro.

sábado, septiembre 15, 2007

En pie


Apenas amanece, y ya estoy cansada. Es como si las horas que paso durmiendo estuviera luchando en otra esfera. No recuerdo el fragor de la batalla, ni quién soy, ni el rol que desempeño, sólo sé que al despertarme en ésta, la dimensión en que habita mi conciente, estoy aún más extenuada que al echarme a la cama.

Hubo una vez, hace muchos años, en que cuando dormía, cosa que hacía a cada oportunidad, me sumía en la nada. Cuando abría los ojos y me daba cuenta que mi mundo seguía siendo el mismo, la angustia y la ansiedad me dominaban. Mi corazón martilleando adolorido expresaba su queja.

Aguanté cuanto pude el dolor de esa vida, y un día, escapé. Pensé que abandonando aquel valle de lágrimas ascendería a la montaña prometida, allí de donde provenían las risas y la alegría que escuchaba, pero que a mí me habían sido negadas.

Comencé el ascenso y no tardé en darme cuenta que la carga a mis espaldas no disminuía. Entonces comprendí que no sería fácil llegar a la cima; que encontraría nuevos y grandes escollos en forma de tropiezos, amarguras y desilusiones. A cada paso mi carga es más pesada, y aunque escucho las risas, las oigo aún lejanas.

Pero ahora, al despertar, sé que aún en sueños estoy en pie de guerra, que no estoy dispuesta a conformarme con hundirme en la nada. Es posible que jamás alcance a llegar a la fuente de las risas que escucho. Pero mientras viva, de día o de noche, despierta o en sueños, seguiré abriéndome camino hasta el día que llegue hasta la cima, o me alcance la muerte.

lunes, septiembre 10, 2007

Corazones



He leído una entrada reciente en mi blog en que me dan la bienvenida al club de los corazones desechados, y quisiera explicarle que el mío nunca lo ha sido.

Sí creo que su corazón fue desechado. Imagino que un día cualquiera y en forma inesperada, le dijeron que ya no lo amaban, y le devolvieron el corazón. Ha preferido olvidar las ocasiones en que saltó travieso y alegre en su pecho al verla, al acariciarla, al hacer el amor. Prefirió recibir de vuelta el órgano no deseado, y lastimado y adolorido esconderlo para que nadie lo encuentre y jamás puedan dañarlo de nuevo. El que nada arriesga nada sufre, se dirá, olvidando que tampoco tiene alegrías. Y es que un corazón desechado recuerda el haber sido amado y cuidado, y una vez repuesto, si se lo permite su dueño, volverá a saltar en el pecho dichoso.

Quisiera explicarle que podría ser peor. Que su corazón podría haber sido destrozado. Un corazón destrozado olvidó la alegría de haber sido amado y tomará mucho tiempo en cicatrizar. En un corazón destrozado se reabre la herida al menor toque humano con visos de brusquedad porque recuerda dónde la abrieron. En esos corazones es muy difícil que renazca el amor porque sus piezas han quedado dispersas como rompe cabeza incompleto.

Y entonces están los corazones rechazados. Aquellos que tímidamente ofrecieron su amor y no fueron amados. Esos que nunca sintieron alegría, solo la vergüenza de haberse visto expuestos y hasta ridiculizados. Aquellos de los que un día alguien dijo que “borracho uno dice cualquier cosa”. Esos que se van apagando de a poco, sin haber conocido la luz.