jueves, enero 26, 2012

Procrastinando

Despierta sobresaltada por el sonido del despertador. Nunca lo usa, pero la noche antes lo puso para poder levantarse más temprano. Quiere empezar a correr en las mañanas en un intento por perder esas libras de más que, obstinadas, se aferran a su cuerpo. Lo ha intentado todo, menos correr en las mañanas y le han dicho que es muy efectivo. Ahora, despierta, se arrepiente: oye clarito el golpear de la lluvia en la ventana. Casi suena a diluvio. No piensa comenzar una rutina de correr en un día de lluvia. Menos con una lluvia tan fuerte. Si se moja pescará un resfriado, y cuando está enferma lo único que la consuela son las toneladas de helado que suele ingerir.

Mira el reloj nuevamente y piensa que la media hora extra que se dio para bañarse y vestirse antes de salir a correr puede usarla para mantenerse calientita en la cama. Si escampa dentro de esa media hora saldrá a correr.

La lluvia ha cesado y aun le queda tiempo para correr un rato. Pero entonces, tendrá que lavarse el pelo, cosa que no contempló la noche anterior. El secarlo le tomará más tiempo que el que tiene y no quiere llegar tarde al trabajo. Es preferible que comience a correr mañana.

Así antes de comprometerse a hacerlo a diario, podrá ir a comer un helado de chocolate en el kiosco de Häagen-Dazs.

sábado, enero 07, 2012

Mía

¿Es que se acaba de amar alguna vez? Hay gente que se ha muerto ya y que yo siento que ama aún. Henri barbuse

¿Has sentido alguna vez un soplo en tu oído? Soy yo que te hablo. ¿Has sentido un roce en tus labios? Soy yo que te beso. ¿Una mano que toma la tuya? Es la mía que cubre la tuya. Siempre, siempre estaré a tu lado.

Noemí se preguntó una vez más si Alberto le había dicho eso solo para reconfortarla, o precisamente porque siempre estaría cerca de ella. ¿Podía él por voluntad quedarse atado a la tierra, atado a ella, con los lazos del alma y para siempre?

No debió consolarse de la muerte de Alberto, pero en un principio sus dulces palabras le habían dado la fortaleza para aliviar su pena. En aquel entonces llevaba una remera de él a la cama para poder olerla hasta quedarse dormida. Pero el tiempo pasa, y con el tiempo viene la resignación y el consuelo y finalmente la realización de que la vida continúa.

Había decidido que quería vivir, volver a enamorarse. Alberto siempre sería un hermoso recuerdo, pero ella estaba viva. Quería casarse antes de que fuera demasiado tarde, tener hijos, y Damian le ofrecía ese futuro. No le era indiferente Damian, al contrario. Se sentía sumamente atraída hacía él. Pero algo extraño ocurría cuando estaban juntos: la imagen de Alberto le venía a la mente, sentía el roce de unos labios en los suyos y una mano que la acariciaba. Entonces, por cualquier tontería Damian y ella discutían, se enojaban, y ella sentía un soplo en el oído que le decía: serás siempre mía, solo mía.

domingo, enero 01, 2012

Corriendo

Siempre mirando adelante, corrió. Corrió sin importar si era día o noche. Corrió sin pensar en la hora, ni en el tiempo. Corrió despavorido como si el diablo lo persiguiera. Corrió veloz como recién liberada fiera, perseguida. Corrió como si quisiera perder su sombra. Corrió hasta que se le acalambraron los pies. Hasta que se le estrangularon las piernas. El corazón expulsado, saltando en las manos. Corrió sin aire en los pulmones. Corrió con firme voluntad, pese al dolor y al cansancio. Corrió jadeante, sediento, corrió y corrió. Y hubiera seguido corriendo. Pero se dio cuenta. Nadie corre más veloz que su destino.