miércoles, diciembre 31, 2008

Feliz año nuevo

Feliz 2009 - que el nuevo año te traiga salud y paz.

lunes, diciembre 29, 2008

Dilema

En las últimas semanas he notado que me pasa algo insólito. Es como si estuviera fuera de mí, pero observándome. No hay mucho qué mirar. Una mujer de mediana edad que resultaría pasaderamente atractiva si no fuera por este gesto de amargura en el rostro. Nunca sonríe y entiendo las razones: eso no me preocupa. Me preocupa más el que su cuerpo no parece estar habitado. Claro, me diría cualquier avispado, si estás afuera mirándote, no puedes estar dentro, por lo cual el cuerpo está vacío. Pero es exactamente ahí dónde radica lo extraño del dilema. ¿A qué se debe que ni siquiera yo misma quiera ocupar mi cuerpo?

viernes, diciembre 26, 2008

El ladrón de la felicidad

Alicia no estaba acostumbrada a ser feliz. A eso le achacó el que a pesar de tener todas las razones para estarlo, no sentía el bienestar que acompaña a la alegría. Estaba conciente de que debía sentirse tranquila y dichosa porque en las pocas ocasiones en que había estado contenta, muchos años atrás, la había inundado un sentimiento de paz. Por mas que buscaba las razones dentro de sí misma, no encontraba explicación alguna.

Al mirar a su alrededor reconocía que todas las condiciones que siempre le habían parecido necesarias para ser feliz se habían reunido. Igual, un extraño desasosiego le alteraba los nervios, haciéndole imposible disfrutar de todas las bienaventuranzas que la rodeaban. En las noches despertaba con el corazón palpitándole y entonces miraba a su alrededor y hacía inventario y, como nada faltaba, intentaba volver a conciliar el sueño. La mayor parte de las veces eso era imposible y entonces se mantenía alerta, temerosa de que el ladrón de la felicidad, que nunca antes se había alejado de ella, volviera a robarle.

El cansancio por las horas de insomnio hacía sus estragos en la salud física y emocional de la pobre mujer. Pobrecita de mí, se repetía. ¿Nunca podré disfrutar de una dicha completa? Sentía en el pecho la opresión de la pena, sentimiento que le era más familiar que el de la felicidad; sentimiento que poco a poco se iba reforzando, y que la arropaba y la protegía. Entonces, sintiéndose segura en su tristeza, volvía a estar tranquila. Indudable, decía, en un descuido mío, el ladrón de la felicidad ha vuelto.

lunes, diciembre 22, 2008

Feliz Navidad



Feliz Navidad...

La estrella en el pesebre


La navidad nunca ha sido especial para ella. De hecho, la hace sentir inmensamente triste y agudiza la soledad en que vive desde hace muchos años. Cumple con lo esperado: va de tiendas, compra los regalos y hasta comparte con amigos y conocidos las fiestas significativas. Este año, cosa inusual en ella, puso en su apartamento un pequeño nacimiento para que le recuerde el verdadero motivo de las fiestas. Aún no ha encendido ni una sola vez la única lucecita que alumbraría el pesebre: la estrella de Belén. No ha querido hacerlo porque igual que otros años siente como si vagara en el espacio, la cabeza llena de una bruma espesa que no le permite pensar ni disfrutar las actividades. Es como si viviera en otra dimensión, una dimensión deshabitada, excepto por ella.

Esta navidad es particularmente difícil porque justo antes de caer en las fiestas le sucedió algo que no le pasaba hacía muchos años. Posiblemente él ni se enteró, pero la cautivaron su voz y sus maneras galantes. Deseó como hacía tiempo que no deseaba nada que él se fijara en ella. Ahora ansía saber si dejó huella y si él la piensa tanto como ella a él. Le bastaría una llamada que demostrara su interés, que devolviera una de las varias que ella le ha hecho con excusas plausibles. Solo que ya no le resta ninguna y no quiere ser inoportuna.

Una llamada de él es lo único que desea en esta navidad fría y lluviosa, una llamada que sea la estrella que alumbre su belén. Ha prometido que si él llama, intentará disfrutar las fiestas porque tendrá un calorcito especial en el alma. Su pesebre no estará vacío ni frío y brillará la estrella; nacerá el niño Dios y con Él la esperanza.

Cada vez que su móvil timbra mira el número que se refleja en la pantalla, e imagina lo hermoso que se verá el nacimiento con la estrella encendida cuando sea él quien llame.

sábado, diciembre 13, 2008

Besos y abrazos

Me protege una coraza especial que me llevó años construir. Tiene sus ventajas: nadie puede herirme porque nada espero, y sé que quien es mi amigo hoy, podría no serlo mañana. He de confesar que me sentía orgullosa de mi logro.

Ahora lamento el que al protegerme de esa forma también me he limitado. Me es fácil despedirme de alguien al teléfono con la frase “un abrazo”, o terminar un correo electrónico con “besos y abrazos”, pero cara a cara no puedo acercarme a nadie para darle ese beso o abrazo, y peor aún, no puedo disfrutar el beso y el abrazo de alguien que me agrada, porque su proximidad me atemoriza.

domingo, noviembre 23, 2008

Artilugios

Desde muy joven soñé con encontrar el amor. Supuse que sería fácil. Que el príncipe azul de los sueños se acercaría y apenas verlo, sabría que era él. Nos casaríamos y viviríamos felices para siempre. Nadie me dijo que el cuento no era así, y tuve que sufrir mi primera decepción amorosa para darme cuenta.

Mi tía era una mujer extraña. Sempiternamente triste, parecía no disfrutar de las miles de cosas hermosas que a través de su vida había ido coleccionando. Cada vez que alguien le preguntaba por alguno de los cientos de artilugios que poseía, nos contaba la historia del objeto y cómo llegó a adquirirlo. Las historias que acompañaban a cada uno de ellos parecían cuentos sacados de Las mil y una noches. En mi inocencia, pensaba que aburriría a su marido con ellas cada noche y era por eso que él lo miraba todo con ojos glaseados. Ojos que nunca fijaba en nada en particular, y si lo hacía, era con cierto desdén y desinterés. Parecía haberse resignado a las ansias de mi tía de poseer cosas y que había optado por limitarse a pagar las cuentas.

Las cuentas era algo que conocía porque cercano el fin de mes mis padres se sentaban a calcular cuánto sobraría una vez pagaran las facturas. Empezaron a sentarme en una silla, junto a ellos, cuando aún mis pies no tocaban el suelo. Así aprendí que en mi casa el dinero no era suficiente nunca para todas las cosas que se necesitaban y que era necesario establecer prioridades. En ocasiones, muy escasas, algo sobraba y entonces íbamos al cine y al entrar, me compraban dulces.

Imaginaba que mi tía no tenía que someterse a aquel suplicio. Y es que cuando salía con ellos, apenas mi tía veía algo que le gustaba, entraba y lo adquiría. En esas salidas también mi tía complacía mi más mínimo antojo: no solo hacíamos cuánto yo deseaba, también mi tía me compraba lo que yo quería, incluyendo cosas que no necesitaba. Cosas que, sin protestar, el buenazo de su marido pagaba.

Con aquella palabra lo pintaban siempre. Buenazo. Mi tío era un buenazo porque complacía a su mujer en todo, sin ponerle un pero.

Mi madre siempre le reprochaba a mi tía el que me complaciera de esa forma: “una no debe crecer pensando que puede tenerlo todo con tan solo desearlo, no tenemos una madrina con una varita mágica pendiente de nuestros más mínimos deseos”. Y yo pensaba que mi tía había encontrado en su marido un padrino con una varita mágica y a su vez, el príncipe azul de los cuentos.

Cuando me di cuenta que mi primer novio no era mi príncipe azul, me deshice en llanto. Como mi madre trató de llevarlo a una hoja de contabilidad como si fuera un presupuesto mensual, me fui a ver a mi tía. Ella sí podría entenderme. Escuchó con paciencia la historia que conté entre gimoteos, y para mi sorpresa, se echó a reír cuando le pedí la fórmula para reconocer al príncipe azul.

─ ¿Qué te hace pensar que yo sería la persona indicada para decirte cómo encontrar al príncipe azul? ─me preguntó, ya más seria.

─ Solo tengo que mirar a tu alrededor, todas las cosas que tienes, cosas que tu esposo te regala para complacerte apenas dices que te gusta ─ le contesté, asombrada de que no se hubiera dado cuenta que su marido era un príncipe de ensueño.

─ Es cierto que todo lo que tengo lo paga mi marido ─me dijo con tristeza─ pero es que su naturaleza es la de un coleccionista y ese es el precio que tiene que pagar para retenerme. Soy su trofeo más preciado. Un verdadero artilugio.

viernes, noviembre 21, 2008

Demos gracias

Por cada experiencia de vida que nos ayuda a crecer y nos acerca a la Luz, demos gracias.

martes, noviembre 18, 2008

El miedo y la soledad

Tengo miedo, me dice con su vocecita aniñada, y callo porque sé que tengo la culpa. Más aún, yo comparto su miedo. Ambas, mi niña y la adulta estamos aterradas: mis decisiones nos afectan a ambas. Trato de consolarla, y trato de consolarme, pero todo es en vano. Lo único que tengo bien claro es que aunque tengamos temor ya no hay marcha atrás. Y la mimo y le hablo mientras siento la necesidad de que alguien haga igual conmigo. Es entonces cuando la soledad arrecia.

domingo, noviembre 16, 2008

La vida y el tiempo


Quisiera poder decir que pasa de la vida: la deja, no le importa, no es prioridad. Sin embargo cada cosa que hace, cada decisión que toma reafirma su deseo de vivir. Es la calidad de esa vida lo que es incierto, lo que le preocupa, lo que la obliga a hacer incluso cuando el miedo le agarrota el cuello. Hay días en que casi logra paralizarla y entonces tiene que decirse en voz alta “levántate, todavía no es hora”. Logra arrastrarse para salir del lecho y en la incongruencia que ha sido su vida, una vez se encuentra de pie, se pregunta si le quedará mucho tiempo.

miércoles, octubre 29, 2008

Princesitas

La primera vez era tan pequeña e inocente que no la recuerda. Después se convirtió en un juego, un juego privado entre dos que intuitivamente sabía que debía guardar en secreto.

Al paso del tiempo se convenció que con la pérdida de la ingenuidad había salido ganando: él compraba su silencio y su anuencia con regalos caros; nada era demasiado para su princesita.

Ahora, cuando siente el llanto ahogado de su niña sin padre y sabe que ha sido destronada, se pregunta si también su madre se hacía de oídos sordos.

domingo, octubre 26, 2008

Solo para ti

Siempre quise escribir un libro. Un libro pequeño, sin grandes pretensiones. Nada especial, solo un puñado de relatos cortos, memorias, sensaciones y emociones en que el lector encontrara algo con lo cual pudiera identificarse. Que al leerlo dijera: “yo también pasé por eso”, o “es como si lo hubiera vivido” o “es cierto, así mismo es”. Como me sucede a mí con algunos libros en los cuáles no importa la página que abra, al azar, encuentro un mensaje que el autor dejó solo para mí.

Cascabeles se ha convertido en ese libro. En sus “páginas” he ido dejando algo mío para ti. Espero que aquí encuentres, no importa el título, ni el mes, ni siquiera el año, algo que te llegue y que te haga sentir menos solo y sepas que desde dónde estoy a dónde estás, a través de este medio te envío un abrazo.

jueves, octubre 23, 2008

Un deseo


En estos días me siento agotada. Es como si el universo se hubiera vuelto en contra mía, y una tras otra, situaciones desacostumbradas me acosan creciendo en mi mente hasta convertirse en problemas. No estoy educada a dar marcha atrás, no es mi estilo, por lo que me sobrepongo y les hago frente, aunque en más de una ocasión me rinda al llanto. Entonces siento el dolor de no tener a mi lado un hombro confiable en el cual recostarme para que me de aliento. Hace demasiados años que no lo tengo, me digo. Y con la esperanza de que será escuchado, suelto al universo un deseo…

jueves, octubre 16, 2008

De las peras y el olmo

Contesto su llamada y me dice que llamó anoche varias veces, y no le contesté, que dónde estaba. Me es más fácil decirle que estaba durmiendo a que no quise contestar el teléfono. ¿Para qué explicarle que su llamada llegó demasiado tarde?

Estoy cansada de gente egoísta que carece de consideración. De gente que vive para ellos mismos en su mundo cómodo y privado, que esperan que esté disponible a sus llamadas, pero nunca se les ocurre que pueda necesitarlos entre una y otra. He lidiado con demasiadas personas de esa calaña para intentar explicarle que debió llamar cuando el alerta del huracán aún estaba en pie.

Afortunadamente, de él, no esperaba otra cosa. El olmo, decía mi abuelo, nunca da peras.

miércoles, octubre 15, 2008

Impresiones

Le deleitaba el roce de los dedos de Adelaida recorriendo su cuerpo, hasta llegar a su nuca. Esas caricias inexplicablemente le recordaban el sabor del dulce de lechosa que su abuela le hacía de pequeño. Era un dulce pegajoso que se le quedaba en los labios, los que se relamía extendiendo tímidamente el plato vacío.

─ No más ─decía la abuela riendo─ que a la hora de la comida no vas a tener hambre.

En ocasiones, la mujer se conmovía y entonces le daba otra porción, “solo un poquito pero te vas de la cocina”. Entonces corría hasta el cuarto que compartían y allí, escondido, lamía el plato hasta dejarlo limpio sintiéndose feliz y satisfecho.

Mientras se hundía en los resquicios de aquel cuerpo joven pero voluptuoso, perdiéndose entre sus montañas y sus valles, aspiraba la fragancia a blanco de Adelaida y se sentía tranquilo y en paz.

Su abuela también olía a blanco, pero era el blanco del agua florida de Murray y Lanman con que en las noches se persignaba antes y después de orar, y el blanco de las azucenas que jamás faltaban en el altar a Santa Bárbara, dónde mantenía un velón encendido para espantar a los fantasmas. Le causaba risa ver a la anciana hincarse y levantarse con la dificultad de los años y el lumbago, para luego acomodarse junto a él en la cama. Pequeñito, se encogía aún más, pegándose a su abuela para sentir su olor a blanco. Olor que lo arropaba protegiéndole de las pesadillas que habían venido en la vieja maleta de cartón con que su padre lo dejó en casa de la abuela, con un “ya mismo vuelvo”.

Los dedos de Adelaida y su olor a blanco no pasaban de ser impresiones fugaces que no dejaban huella alguna en su espíritu, pero que le recordaban que en él, imponente e inmensa, estaba para siempre tallada la imagen de su abuela.

viernes, octubre 10, 2008

De finales

Se supone que cuando escriba la primera oración, ya tenga la última. En estos días en varios lugares he leído la frase. Debe ser cierta por que la verdad es que muchos de los relatos que comienzo nunca los termino por no poder encontrarles final. Les habría hecho justicia si la primera oración hubiera venido acompañada de la última. Pero no es así que escribo. Comienzo a escribir sin tener claro lo que voy a escribir y lo menos que se me ocurre es pensar en cómo voy a terminar.

De la misma forma, mi vida es una sarta de comienzos sin final. No por falta de esfuerzos, porque cuando me entrego a una causa lo hago dando el ciento por ciento. Por falta de imaginación, agudeza o malicia nunca pesé ni medí las consecuencias y me tiré al vacío pensando que las estrellas o los buenos hados me recogerían.

Para estas fechas no creo en los hados (al menos los buenos no existen), y aprendí que a las estrellas no les importa si vivo o muero. Eso no me detiene en la frenética búsqueda de aquello que busco, solo que ya no tengo idea de qué es. Es posible que en alguna de las caídas el golpe fuera en la cabeza, por lo cual lo olvidé sin remedio.

Afortunadamente, me han asegurado que lo escriba o no, la vida sí tiene final.

miércoles, octubre 01, 2008

De estrellas



Mi abuelo decía que la tenacidad es necesaria si se quiere alcanzar en vida los sueños. Lo malo, decía, es que la gente se limita a soñar con alcanzar las estrellas y tan solo las ven de cerca el día en que mueren.

Muchas noches, sentada en su regazo, le decía cuál estrella quería. Siempre me contestaba que no bastaba con que lo dijera o con desearlo con todas mis fuerzas. Primero se les pone nombre y luego, al igual que los milagros, los sueños se caminan.

Cuando mi padre tuvo el accidente en la mina, ya mi abuelo había muerto. A mi madre se le cayó el mundo encima cuando los médicos dijeron que nunca volvería a caminar. Se sentaba en el primer descanso del balcón a mirar al cielo, llorando. En ocasiones me sentaba junto a ella y aunque las más de las veces me enviaba de vuelta a la cama, las otras, cuando su pena se le salía en suspiros sin lágrimas, me abrazaba.

─ ¿Qué va a ser de nosotras, mi niña?

Yo también me abrazaba a ella y pensando en el abuelo le decía que no se preocupara, que mirara muy fijo las estrellas, decidiera cual de ellas quería, le pusiera nombre y le hablara, le hablara hasta el cansancio, hasta que ya no pudiera y le siguiera hablando también entonces porque solo con la tenacidad se alcanzan los sueños. Ella hacía como si me entendiera, ella que nunca escuchó al abuelo por que estaba viejo, decía, y se le va la mente, y vive en el pasado.

Mi padre murió poco después de su accidente. No tenía ganas de vivir decía mi madre con rabia, como si se sintiera traicionada porque él no estaba dispuesto a luchar y a tomarle amor a la vida.

─ Nos dejó solas ─ me dijo la noche en que lo velaron.

A los pocos días empacamos nuestras pertenencias personales y vino a buscarnos un hermano de mami en una camioneta destartalada. A la guagua le chirriaban todos los tornillos, y los neumáticos medio vacíos hacían pa, pa, sobre el pavimento. Mi madre hizo el viaje en silencio; llegábamos ya a la ciudad cuando me señaló el cielo.

─ Mira esa estrella ─me dijo bajito─ nos ha venido siguiendo.

martes, septiembre 30, 2008

No me importa

Me sorprende que después de tanto tiempo haya regresado. Ha entrado y salido de mi vida tantas veces que ya no llevo la cuenta. Una parte de mi se siente alagada, otra lo mira suspicaz esperando que en un acto de magia vuelva a desaparecer. Nunca pregunto si vuelve, ni cuándo. No pregunto porque no quiero saber la respuesta y mientras no quiera saberla, sé que no me importa.

domingo, septiembre 28, 2008

Volver a vivir

Si volviera a vivir, me dice, no cambiaría nada. Repetiría cada una de las experiencias, lo malo y lo bueno. Y yo pienso que yo no. Que si pudiera volver a empezar no querría repetir ni una sola de mis experiencias.

Entonces la mujer supersticiosa que hay en mí reacciona. ¿Y si pedir otra vida significa pasar hambre, enfermedades? Hay cosas peores que el no haber encontrado ni la felicidad ni la paz interna. ¿O crees que el no repetir los múltiples errores te asegurarán el encontrar el bienestar con que siempre soñaste?

No, bien lo sé. Podría haber sido peor, mucho peor. Entonces le respondo a él lo que siento: yo no, me bastaría, para no tentar el destino, con no tener que volver a vivir...

miércoles, septiembre 24, 2008

Águeda

Águeda no tenía claro el porqué despertó sin ilusiones y sin propósito en la vida. Se acostó sintiéndose bien y abrió los ojos al amanecer con una inmensa congoja que paulatinamente fue coloreando de gris todo lo que la rodeaba.

Primero fue su marido el que adquirió un gris cenizo que le recordaba el color del cadáver de su padre a quien la muerte sorprendió siendo ella pequeña. Iba a decirle que la ropa gris que llevaba puesta no le favorecía en lo absoluto cuando cayó en cuenta que también las paredes de la casa habían adquirido una tonalidad gris. Al paso de los días, los muebles se fueron destiñendo y adquirieron el color grisáceo que comenzaba a aborrecer, y que se extendía al interior de los gabinetes y armarios.

Su mayor pesar fue el día que se miró al espejo y vio que sus cabellos y ella misma habían empezado a tornarse gris. Entonces recordó que muerto su padre, su madre la sorprendió con el creyón gris en la mano coloreando su libro de pintar. “No pintes de gris, el gris es color de tristeza, es color de cansancio, de hastío, de muerte”, le dijo, sustituyendo el creyón en su mano por uno rosado.

Águeda miró por la ventana el cielo que llevaba varios días encapotado y alcanzó a ver a lo lejos la banda multicolor de un arco iris que tímido comenzaba a dibujarse. Abrió la puerta y salió a la calle.

viernes, septiembre 19, 2008

El tiempo y los sueños

Siente una inmensa nostalgia por lo que nunca conoció y solo disfrutó en forma vicaria: la pasión de un amante enamorado, el abrazo de un hijo. Cuando tuvo que aceptar que ya era demasiado tarde, se sumió en una tristeza tan profunda que llegó a pensar que se moría.

El tiempo que marcha inexorable la obligó a conformarse y la enseñó a disfrutar de las pequeñas alegrías que cada día le trae. Ahora se conforma con escuchar la risa de algún niño, leer un buen libro, degustar una cena acompañada de una copa de vino, o simplemente sentarse a contemplar la noche y a contar las estrellas. A veces le parece que alguna de ellas le hace un guiño cómplice como si quisiera decirle que el amor no sabe de reloj ni calendarios, y entonces, aunque está despierta, se permite soñar.

Un diccionario y una pluma


Era un diccionario y una pluma. Antónimos, sinónimos, metáforas sofisticadas. No bastaba leerle una vez, hacían faltas cientos para poder descifrar la riqueza inigualable del lenguaje. Mezcla de notas graves, altas y sopranos, música a los oídos. Arte puro, estilo incomparable que transcendía fronteras, tiempo, espacio... Artistas también ellos, los discípulos adoraban a la pluma. Ávidos aprendices del diccionario que blandían como espada filosa en un juego de formas y figuras, remedando la pluma que un día, aburrido del dominio del arte, miro a su alrededor y tomo un diario. Leyó del sufrimiento humano, las muertes, la pobreza, el hambre, y se dio cuenta que sin contexto social era solo un cerebro deshumanizado carente de conciencia.

jueves, septiembre 18, 2008

Sueños



En los últimos meses se me ha hecho difícil lograr concentrarme para escribir. Me preocupa demasiado el tiempo que pasa, los estragos de la edad, mi soledad. Lo que más me agobia es que he descubierto que no tengo sueños ni ilusiones, ni siquiera me quedan deseos de vivir. Quisiera acostarme a dormir, y despertar al otro lado del puente, sin recordar cómo lo crucé. Y es que no tengo miedo a la muerte pero sí a la parte final del camino, y la posibilidad de apresurar mi paso por este planeta no es una alternativa.

A veces, mientras me muevo entre la gente, se me ocurre que muchas de ellas se sienten igual que yo, que es pesada la carga que llevan, que existen pero que no viven. Entonces me tropiezo con un rostro amigo que sonríe porque a pesar de sus circunstancias, por penosas que sean, aún siente la alegría de estar vivo y espera con fe a que sus sueños se cumplan, y me obliga a buscar la diferencia.

Sé que la respuesta está dentro de mí. Tengo que recoger los trastos inútiles del pasado y echarlos finalmente a la basura que es donde pertenecen, dejar ir los fantasmas, aprender de nuevo a sonreír y reencontrar el cofre de mis sueños.

lunes, septiembre 15, 2008

Días vacíos

Me levanto al escuchar a Cuquito que ya está despierto, y mi primer pensamiento es que me espera otro día más, un día vacío, una página en blanco que tengo que llenar. Lo peor es que, sin sueños ni ilusiones, lo llenaré de pequeños mandados y múltiples diligencias sin importancia alguna, para al final del día dar gracias porque se terminó. Y me regodeo en mi pena y se enciende el botón de alerta y me digo que si no cambio mi forma de pensar y actuar seguiré existiendo en días vacíos. Hago firme propósito de enmienda y voy a atender al clamado de Cuquito. Para cuando termino de desayunar, la depresión me ahoga, y sé que hoy también será un día vacío.

jueves, agosto 28, 2008

Amor

Le fue fácil recoger, Amor tenía tan poco. No dejó nota alguna, no sabía escribir ni ellos leer. Entreabrió la puerta y viéndoles dormidos aún, salió. Ya pronto comenzaría a amanecer y al levantarse se darían cuenta que se había ido. Para entonces quería estar lejos.

A los 14 años sabía lo suficiente como para no dejar rastro del camino tomado. Se lo había enseñado su padre en largas caminatas, recogiendo la poca cosecha que la tierra árida y desagradecida les proveía. "Es dura la vida del pobre", le decía su padre sin coraje. Nunca le había oído maldecir, ni quejarse de la suerte que le había tocado. Su madre vivía agradecida de Dios porque en los peores momentos siempre en su pequeño huerto conseguía algo que poner en la mesa. Lo que hubiese lo compartían los tres.

En una época habían querido tener más hijos, pero Amor llegó tarde, fruto de la paciencia y persistencia y del gran amor que se tenían. Con los años se dieron cuenta que Dios les había permitido la dicha de un hijo para que su amor perdurase pero no de más, porque hubiesen muerto de hambre

Había sido un año de sequía, tanta, que aún el huerto de su madre se veía cansado y mustio. Sus lágrimas de angustia silenciosa, no eran suficiente para humedecer el terreno que el sol cuarteaba. Habían empezado a temer el hambre que asomaba la cabeza desde detrás de las rocas, pícara de mal agüero, anunciando su presencia. Cuando la veían asomarse, su madre se persignaba y les recordaba que Dios proveería, porque El nunca abandona a sus hijos amados. Ahora, con su marcha, habría una boca menos.

Se iba triste, con rumbo incierto. Conocía el camino sólo hasta la aldea. A pocas horas de marcha, el castigo del sol era peor penitencia que cualquiera de las del Padre Andrés. La ofreció por las almas del purgatorio. Se le secaba la garganta de la sed, pero apenas si había traído agua, el río se estaba secando y tenían muy poca.

Cómo iba su padre a traer el agua desde el río, no sabía. Con su pierna mala, producto de una fractura nunca atendida, tendría que caminar cada vez más lejos saltando sobre las piedras que le hacían fondo al cauce del río, ahora al descubierto. Amor las saltaba como si fuera un juego, su padre no podía.

Amor era el que subía a os árboles por sus frutos, el que corría tras el conejo asustado, y el que, amarrado a una soga, bajaba por el risco para arrancar una flor que traería una sonrisa a los labios de su madre. Su padre tenía la experiencia pero Amor tenia la agilidad. De pronto se dio cuenta que al abandonarlos, los había dejado sin recursos ni ayuda.

Con el atardecer, comenzó el camino de regreso. Tendría que tener la fe de su madre, y el tesón de su padre, y aprender a ser hombre sin haber sido niño. De lejos alcanzó a verlos, mas viejos y encorvados que nunca y sintió que su corazón era cuenca de río desbordado de amor; ahora entendía por qué su madre siempre decía que a quien tiene Amor nada le falta.

Luz

Cuando el yo interno me pide que me cuide, que descanse, que me aquiete, me escondo. Voy por un tiempo, nunca se por cuánto, a ese mundo especial que existe detrás de la imagen que refleja el espejo. Allí solo tengo la compañía de los seres que siempre han caminado al lado mío y que las más de las veces no veo, solo intuyo.

Detrás del espejo son visibles y proveen la luz para que pueda recordar que una vez fui igual a ellas. Entonces me tranquiliza pensar que la estadía en este planeta es pasajera, que un día recobraré mis alas; que podré transportarme a dónde quiera, libre y liviana; e incluso seré luz tras un espejo para quién necesite silencio y paz que reconforte su alma.

lunes, agosto 18, 2008

La realidad de la vida

Cada nuevo día, al abrir los ojos, siento esta ansiedad que es como una inmensa araña de mil patas, que me abraza al pecho, y digo, "quiero morirme". Lo digo para mis adentros porque no quiero que los demás sepan cómo me siento.

Me espanta ver pasar los años. La niña que se quedó ocupando mi cuerpo, odia el verse envejecer. Odia la soledad a que fue condenada por el destino. Detesta la responsabilidad de tener que proveer para sí, de planificar para una vejez en que ni siquiera tendrá el derecho de decir: “que me quiten lo bailado”. Y es que, aunque reconozco que bailé, lo hice soñando con el día en que mi pareja fuese mi príncipe azul. Al hacerlo, me robé el disfrute del momento presente, y no me quedó el gusto de lo vivido. Olvidé que yo tampoco era la princesa rosada de los cuentos, sino una mujer con cualidades y defectos.

Y la niña llora porque se siente atrapada en un cuerpo que envejece, sintiendo que no ha vivido mientras la contemplo sabiendo que, niña al fin, no importa cómo trate de explicarle la realidad de la vida, no quedará satisfecha.

sábado, agosto 16, 2008

Cuquito y el sol

Hay mañanas de silencio amargo cuando apenas si hablo con Cuquito. Son días tristes, días que anuncian lluvia, días en que nadie me llama y me siento sola en el mundo. Un pajarito y yo, y él se entretiene en hacer las cosas que hacen los pajaritos, y yo me pierdo en lo que escribo o leo. De pronto me interrumpe picándome los dedos, pidiendo un poco de atención. Su presencia me hace recordar que no estoy completamente sola, que estoy con mi hijo alado que vuela y se posa en mi cabeza y me da un beso, y entonces, aunque oculto tras las nubes, sé que está el sol.

lunes, agosto 11, 2008

La imagen de la niña



En ocasiones, al mirarme al espejo me sorprende la imagen de la niña que fui; quedan algunos rasgos que delatan la alegría de vivir que sentía entonces a pesar de lo pequeño de mi mundo. Era pequeño pero inmenso porque era un mundo mío compartido con hadas, mariposas y con flores silvestres. Con el sol dándome en la cara, con la sonrisa fácil y la libertad de soñar una vida por delante. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, tiempos de llantos y profunda oscuridad. Tiempos de encierro, de alas descoloridas y pétalos marchitos. Pero entre los surcos que han dejado los años y las lágrimas, de vez en cuando, si ensayo una sonrisa, puedo ver a la niña que siempre habita en mí.

Emociones


Han sido días extraños. Días de sentimientos encontrados. Me alegro por aquellos que al fin alcanzaron un sueño, y lamento la tristeza de otros, que más lejos o más cerca están sufriendo. Pero lo que más me asusta es mi equilibrio porque puedo sentir empatía con cada uno de los extremos, pero de mí, no siento pena ni alegría. Es como si estuviera parada en un columpio y subiera y bajara con los otros sin emociones propias que me ubiquen

viernes, agosto 01, 2008

Declaro


Confieso que he conocido muchos hombres, más de lo que quisiera y debiera.

Reconozco que a la mayoría de ellos los amé más de lo que me amaron, y a todos di más de lo que me dieron.

Lamento el que nunca, a pesar de cuánto les proporcioné, me sentí realmente amada.

Declaro que tengo el firme propósito de no amar nunca más y prefiero mi soledad a la angustia de amar sintiéndome desamada.

El niño genio

A todos aquellos que saben guardar prudencial silencio...
A los tres meses comenzó a gorjear y a los nueve hablaba. Para cuando tenía dos años, le leía los cuentos a la abuela, que ya no veía a leer y se le habían puesto los ojos chiquititos de tantas arrugas. A los tres años comenzó a escribir los suyos propios y fue invitado a leerlos tan pronto le fueron publicados. Compuso en el piano una que otra pieza y le incluyeron en un concierto que ofrecieron en la capital, en el Teatro Nacional. Para entonces ya todos sabían que el niño era un genio.

Sus padres, responsablemente pusieron a su alcance todos aquellos recursos posibles dentro de sus medios; en el pueblo se llevaron a cabo varias actividades, incluyendo una colecta sumamente exitosa, para adquirir libros adicionales para la biblioteca, de forma tal que no se estancara el proceso de aprendizaje del niño-genio.

Acudieron al pueblo prominentes científicos que asombrados ante el amplio conocimiento que el pequeño genio tenía debido a sus múltiples lecturas y a la facilidad con que podía explicar las nociones científicas más complejas en varios idiomas, pidieron autorización de sus padres para someterle a una variedad de exámenes para tratar de medir su coeficiente de inteligencia.

El niño genio contaba con cuatro años de edad cuando los científicos lo llevaron a la capital para comenzar el proceso de establecer su coeficiente de inteligencia e identificar las áreas en que sus habilidades se prestaban al mayor desarrollo. Una vez esto estuviese establecido, pondrían a su disposición los mejores tutores por materia. Tenían en sus manos, a tan temprana edad, un ser humano de una capacidad casi infinita lo que les permitiría estudiar territorio sólo soñado.

Apenas habían transcurrido unos días, cuando el niño-genio comenzó a mostrar significativos cambios en su comportamiento. Su retraimiento se hizo casi absoluto, respondiendo únicamente a sus necesidades fisiológicas. Balbuceaba algunas palabras ininteligibles y rechazaba todo contacto humano. Poco a poco dejó de hablar, quedando completamente mudo.

Los científicos luego de observar la penosa situación y consultar expertos en la materia tuvieron que concluir que el niño era autista, siendo uno del 10 por ciento de niños con la condición que exhiben conocimientos superiores en algunas materias, un idiot savant. El niño fue devuelto inmediatamente a sus padres, quienes fueron informados de la condición.

Estos le abrazaron con el mismo cariño de siempre. Para ellos no hacía diferencia si era genio o no, era su único hijo y le amaban a pesar de todo. Una vez el auto que lo trajo desapareció dejando atrás una nube de polvo, el pequeño puso su bulto de ropa en el suelo y con un suspiro que salió de lo más profundo de su diminuto cuerpecito, les dijo a sus padres, ¡coño, a veces, para sobrevivir, hay que pasar por pendejo!

jueves, julio 24, 2008

La memoria de los hombres

La memoria de los hombres es corta cuando prometen algo. No estoy hablando de amor, porque de sobra sabemos que el amor no es para siempre y usualmente ni siquiera es sincero. Olvidan las palabras tiernas apenas nos llevan a la cama. Nos duele, pero ese sufrimiento lo conocemos.

Hablo de las pequeñas cosas del diario vivir, de esos pequeños detalles, acciones cotidianas que nosotras hacemos aún sin prometerlas pero que ellos no cumplen aunque hayan empeñado su palabra. A veces son cosas tan insignificantes que imagino que piensan que no importa. Tienen razón, aquello que prometieron usualmente no es importante, pero su olvido es lo que nos va volviendo duras y nos lleva a la desilusión y finalmente a la desconfianza y al desamor.

domingo, julio 13, 2008

Hacia el horizonte

Hay días en que siento que la gente me estorba. Estoy dispuesta a escucharlas, a dejar que se desahoguen porque todos tenemos problemas y necesitamos de alguien que nos atienda. Lo que no soporto, aquello que se me hace imposible tolerar es la cháchara sin rumbo ni orden, es el adjudicarse el derecho a interrumpir mis mañanas y mis horas de sosiego para hablarme de cosas que no tienen importancia alguna y adscribirme sentimientos que no son mío sino suyos.

Me he puesto dura, me reprocho… Y lo intento. Hago el esfuerzo por escucharles mientras mi cerebro piensa que están minando mis fuerzas y mis bríos, que están invadiendo el tiempo que usualmente reservo para escribir. Para cuando se despiden estoy exhausta, lista para encerrarme en mi mundo, en el mundo de dos en que vivía en el silencio, alejada de todos.

Miro a Cuquito que se aburre sin atención alguna y trata de lograr la mía, y quisiera ser tan pequeña como él y tener alas para que volemos libres, sin jaulas que limiten nuestro espacio; como única compañía otros seres alados y como único destino el horizonte.

miércoles, julio 09, 2008

Su voz

Después de tantos meses siente la tentación de llamarlo. Quiere oír su voz, pero no está segura si es que lo extraña o que se siente sola y en ese caso su voz sería cualquier otra. Ha marcado varios números para asegurarse y como si el universo se hubiera confabulado en su contra, nadie responde. Sin embargo, prefiere esperar unos minutos, no se debe resucitar a los muertos.

lunes, junio 30, 2008

Rosas y otras flores

De mi madre aprendí a no cultivar rosas ni flores exóticas.

Frente a la casa de campo en que viví mis primeros años, mi madre cultivaba un rosal. Pasaba horas podando los rosales y arrancando las flores silvestres que se empecinaban en crecer entre ellos. Apenas unos días después empezaban nuevamente a despuntar las hojas de la hierba recién arrancada, y mi madre volvía al ataque, para risa de mi abuelo que se empeñaba en decirle que “la hierba mala nunca muere”.

Era yo apenas una adolescente cuando murió mi abuelo, y tuvimos que mudarnos. Fue imposible que mi madre transplantara el hermoso rosal que se quedó atrás con muchos de nuestros mejores recuerdos. Para mi sorpresa mi madre jamás intentó recrearlo en ninguna de las múltiples casas en que vivimos en los próximos años. Cada casa más desvencijada que la anterior, marcando la triste miseria de una madre sola intentando sacar sus hijos adelante.

Años más tarde, entre mis hermanos y yo compramos un pequeño chalet en el campo para que mi madre viviera sus últimos años cerca de la naturaleza que tanto amaba. Frente a la casa le preparé un pequeño jardín y le llevé semillas de rosas. Poco después la empresa en la que trabajaba me trasladó por un tiempo al extranjero. Al regresar, tan pronto pude fui a ver a mi madre. La encontré trabajando en su jardín, en el cual en gloriosa confusión de colores crecían las flores silvestres que con tanta pertinacia había arrancado de su antiguo rosal.

Después del abrazo que tanto necesitaba le pregunté por las rosas. Me miró sonriendo con la sonrisa sabia de mi abuelo.

─ No te sientas mal, pero preferí no sembrar las semillas ─me dijo. Me tomó tiempo, pero aprendí que las rosas, flores bellas y delicadas esconden espinas hirientes. Estas plantas silvestres, sin embargo, son harto agradecidas: siempre tienen flores, no tienen espinas, y seguirán aquí aún después de que yo muera dándole color y alegría al paisaje.

viernes, junio 27, 2008

Mi nada

Llevo muchos años viviendo al margen de la vida, en esa semipenumbra en que vivimos los que estamos muertos. Y por casualidad, he visto tu foto en una revista con tu familia de siempre, aquella que nunca quiso ni pudo aceptarme, y la nueva, aquella con la que rehiciste tu vida. Ni siquiera me ha hincado la vieja y trillada espina de los celos o la envidia, pero no niego que he sentido una tristeza indescriptible porque no fui capaz de yo también rehacer la mía. Entonces me asaltó el pensamiento de que los muertos no tenemos vida, y volví a la semipenumbra donde existo, a la soledad tranquila de mi nada.

viernes, junio 20, 2008

Jugando a ser grandes

Con apenas cinco y seis años, engalanadas con sombreros y turbantes improvisados, zapatos de tacón, collares, y vestidos que nos quedaban inmensos, jugábamos a ser grandes mi hermana y yo. Antes de salir a modelar para un público de dos, nos mirábamos al espejo con la coquetería propia de mujeres.

Tía nos ayudaba en la transformación, los viernes en la noche era una niña más jugando con sus muñecas. Era ella quien nos peinaba y maquillaba y nos ayudaba a anudar los pañuelos y las sábanas que utilizábamos para hacer los “trapos” que modelábamos. Lo de “trapos” lo decía nuestra abuela que era la que rezongaba porque eran sus vestidos, sus collares, sus pañuelos y sus sábanas los que usábamos para hacer los atuendos que modelábamos mientras tía los describía para nuestro público: la abuela y tío. Eran divertidos los viernes en la noche en casa de abuela, allí éramos niñas jugando a ser grandes, protegidas del mundo exterior, libres de peligros y miedos.

Tía no era tal, era esposa de nuestro tío, pero no nos importaba, sabíamos que nos quería igual que si lo fuera, y a ella contábamos nuestros secretos. Fue testigo de mucho de nuestro dolor y a ella le confesamos cosas que nuestra madre pretendía no saber, y luego no creer...

Ahora, mientras me preparo para desfilar por la pasarela, recuerdo aquellos múltiples viernes en la noche en que gracias a mi tía éramos niñas jugando a ser grandes. Cuando me miro al espejo la recuerdo, porque fue quien me enseñó que detrás de él hay un mundo maravilloso de hadas y duendes, refugio de niñas lastimadas, en el que reina la alegría y desde dónde me gusta pensar que ella, con una sonrisa, nos observa.

jueves, junio 19, 2008

Heridas

Cierra los ojos y finge que duerme mientras deja su pensamiento flotar en el aire al compás de la música que imagina, porque prefiere el silencio. Odia la fealdad que le rodea, no la apariencia de los objetos porque puede hacer sus ojos ciegos, lo que no puede es aplacar el dolor del corazón que conoce de sentimientos.

Finge que alguna frase almibarada cubre las grietas y las heridas porque prefiere que no sepan que la han herido. En ocasiones lo hace por orgullo, otras, para proteger su vulnerabilidad. Lo importante es no permitirles ver cuánto dolor habita en su alma especialmente cuando se da cuenta que el cuchillo que abre la herida lo hace deliberadamente.

jueves, junio 05, 2008

Amores


Siempre que pienso en él, lo veo alto, muy delgado, mudo, parado en el dintel de la puerta, mirándome. Cuando me contempla así, sin pestañear, siento que me pierdo en él y me da miedo. Me repito que es solo una aparición, mi recreación del grabado de su figura que quedó en mis ojos al decirle adiós. Pero sigue ahí, parado en la puerta como quien ha venido a buscarme para llevarme con él a dónde quiera que sea que está. Sé que no puede venir a buscarme porque los muertos no regresan.

Lo sé; como también sé que hay amores que matan.

domingo, junio 01, 2008

Mi silencio

Hoy, extrañamente, tengo música puesta. Usualmente le pongo el radio a Cuquito para que escuche voces cuando está solo y he aprendido a apagar mi cerebro de forma tal que ese ruido no entra en mi espacio. Pero hoy, de forma deliberada he puesto música. Escucho tangos y se me ha formado un nudo en la garganta y siento ganas de llorar y una gran angustia, pero no me decido a apagar el componente.

Es tiempo ya de que abra algún resquicio para que deje entrar al mundo, me repito. De lo contrario voy a quedarme sola y encerrada en este espacio, único lugar en que me siento segura porque no hay nadie que pueda hacerme daño. Me miro al espejo y sé que el tiempo ha seguido corriendo y ocho años son demasiados, e igual a quién importa que yo viva en silencio y sé que apenas acabe de escribir, voy a callar la música.

domingo, mayo 18, 2008

La paleta de colores

Salió al camino llevando por único equipaje la paleta de colores de un pintor. Se divirtió pintando nubes blancas en un cielo espléndidamente azul. Al atardecer dio tonos rosados y naranjas alrededor de un sol resplandeciente, y al caer la noche pintó plateados los reflejos de la luna sobre la superficie del mar.

Cantando recorría el sendero, haciendo los verdes aún más verdes y el color de las flores más brillante porque quería estrenar todos los colores, cuando llamó su atención una hermosa casita a la orilla del camino. Se detuvo y la pintó de colores de hogar. Añadió unas estrellas en el cielo mientras escuchaba los poemas de amor del hombre que quería y dibujó la familia perfecta.

La lluvia fue destiñendo los colores y borrando el dibujo, a medida que los hijos crecieron. El hombre se marchó en pos de colores más nuevos y radiantes y no teniendo ya más carmesí con que pintar sonrisas, pintó de negro el lienzo.

viernes, mayo 16, 2008

Deudas de gratitud


Por épocas regreso a mi mundo pequeño, dónde puedo estar sola mientras cierran las heridas que, de cuando en cuando, alguien reabre. He aceptado que solamente sanan en la superficie y por eso son tan susceptibles al más pequeño roce. Una palabra, una mirada, un gesto bastan para abrirlas y abren con más facilidad cuando blande el arma una mano amiga.

Cada vez que la misma mano abre una herida, me digo que es tiempo que me aparte, que no se lo permita. Entonces recuerdo que muchos años atrás esa mano me ayudó a resanar otras heridas y me pregunto si las deudas de gratitud requieren pago. Pero aunque fuera así de sobra sé que el balance en esa cuenta dice cero.

lunes, mayo 12, 2008

Más 'alante vive gente

Siempre esperé demasiado de mis amigos y me fue difícil aprender que el que yo esté dispuesta a caminar la milla extra no obliga a nadie más a hacerlo.

Al paso del tiempo y a medida que personas a quienes quiero me fueron decepcionado comprendí que no podía imponerles mis normas de conducta. Los acepto cual son y mientras puedo me las resuelvo sola, sin pedirles ayuda.

El problema estriba en que si bien no espero que caminen esa milla extra, sí les pido lealtad, honestidad y respeto de la misma forma que estoy dispuesta a darlos. Espero que sean capaces de mirarme a la cara y decirme lo que realmente piensan, guardando el respeto que como ser humano me merezco. Lamentablemente a través del tiempo me he dado cuenta que los años de amistad no son garantía de lealtad, y ni siquiera de cariño sincero.

En esos casos calladamente y sin reproches me doy la vuelta porque como decía mi abuelo, más ‘alante vive gente.

jueves, mayo 08, 2008

Felicidades



Felicidades

en el

Día de las madres..



Desde Cascabeles

sábado, mayo 03, 2008

Besos a un árbol


"El hombre que me ame será fuerte como los árboles de ceibo, protector y seguro como ellos, limpio cómo una mañana de diciembre."
Gioconda Belli


Mi primer amor fue mi padre. Erguido de espalda, orgulloso hasta el fin, era mi mejor consejero y amigo. A él le lloré mi primer desengaño amoroso, y él me aseguró que el dolor se iría, y encontraría nuevamente el amor de que era merecedora.

De él aprendí el gusto a leer. De pequeña, a la sombra del ceibo en el jardín, me leía cuentos de princesas primero, y luego clásicos hermosos, que me explicaba con infatigable paciencia. Yo me recostaba en su hombro oyendo su voz melodiosa, sintiéndome segura en su protección. Era mi columna, mi guía, y cuando los años lo dejaron ciego, bajo la sombra del ceibo era yo quien le leía y releía sus libros favoritos, y también mis escritos. Su crítica siempre fue objetiva y muchas veces con sus sugerencias me abrió los ojos a otras posibilidades. Me dejo de herencia su fe en mí, y el saber que yo valía como mujer y como ser humano.

Cuando murió y mientras nos alejábamos de su morada final, fueron los brazos fuertes de mi esposo los que me sostuvieron cuando me flaquearon las piernas. Me parecía ver a mi padre, sentado bajo el viejo ceibo, rodeándome con sus brazos, y asegurándome que el amor vendría. Esperó para marcharse, hasta estar seguro que tenía unos brazos fuertes que me protegieran. Muchas fueron las tardes en que sentados bajo el ceibo le conté a mi amante, amigo y esposo los sueños que compartí con mi padre. A él también le leía mis escritos los que se saboreaba como ciruela madura.

El día que vi perdida la limpieza en su mirada, y sentí que sus brazos ya no me sostenían con firmeza ni me sentía segura y protegida en ellos, lo dejé marchar, porque me di cuenta de que amaba a otra y yo merecía ser amada.

Sola, me senté bajo el viejo ceibo, a través de mi vida siempre allí, siempre fuerte, seguro, estable. Entonces sentí el abrazo amoroso de sus ramas, y sabiéndome amada, llorando, me abracé a su tronco y lo besé.

sábado, abril 26, 2008

Caldo de pollo

─No te parece ─ me dice ─ que has repetido los últimos días.

Como si fuera necesario, le da a su voz un tono de interrogante al final de la oración, para que yo sepa que quiere algún comentario mío.

No me gusta que cuestione mis acciones, pero su pregunta es válida. Es cierto que los últimos días han sido tan iguales, que ya no distingo el lunes del martes ni el viernes del domingo.

─Es la monotonía de la vida ─ le respondo. Eso pasa cuando uno no tiene muchas amistades, ni sale mucho. No me importa porque prefiero la soledad y el silencio.

─ O sea, en tu caso es algo así como ¿qué vino primero, el huevo o la gallina?

No le contesto, si pudiera haría un caldo de pollo con mi álter ego.

lunes, abril 21, 2008

Lección aprendida

Tomo asiento y con los dedos sobre el teclado miro el monitor. Es como si quisiera que se fuera dibujando la imagen vertida en palabras, pero no escribo. No tengo el ánimo para escribir, no encuentro el vocabulario adecuado para explicar lo que siento.

Siempre dije que odiaba el silencio y la mentira, pero ahora me doy cuenta que también odio la deslealtad y la hipocresía. Y me siento confusa porque en quienes puse mi confianza, me han traicionado. No pude nunca luchar contra el silencio, ni saber la verdad escondida, así que me retiré de los que así me castigaban y me refugié en un mundo en que pensé que tenía amigos.

Para mi dolor he descubierto que allí donde pensé que tenía una familia y podía sentirme protegida, era justo donde encontraría que la lealtad no existe cuando los intereses cambian, y que la verdad también se esconde cuando tiene dos caras.

Duele. Dentro de mí hay llanto, pero no son lágrimas que corren libres. Son lágrimas que nadie ve porque ahora sé que aunque jamás regresaré al mundo que fue mi refugio, allí donde encuentre un lugar para mí tendré que llevar conmigo la lección aprendida.

sábado, abril 19, 2008

Despedida



En los últimos meses he descubierto que las rosas de otoño no son buenas amigas. Una vez se ven florecidas, crecen espinas que rechazan a todo lo que pueda parecer amenazante o inoportuno.

He sido lastimada por mucha gente a través del tiempo, pero nunca antes había sentido el inmenso dolor que causan las espinas de una rosa de otoño, y por ello, y para que no se repita, me alejo.

Deseo querida amiga que siempre mantengas la lozanía de ese primer día en que encontraste a tu jardinero. Desde la distancia te acompañan mis deseos de felicidad en tu nueva vida.

sábado, abril 12, 2008

Las cargas

Sube al auto, y le noto en el rostro el cansancio.

─¿Cómo estás?─le pregunto.

Procede a contarme el último percance de su compañero, a quién parece que la mala suerte lo persiguiera. Me lo cuenta hablando tan rápido como puede, que es mucho, y casi sin respirar. Espero que guarde silencio y vuelvo a preguntarle.

─¿Cómo estás tú?

Me contesta con una pregunta.

─¿Te cargo con mis cosas?

─No ─le respondo sin mucha convicción─ me carga aquello en lo que estoy involucrada. Te oigo y si creo que puedo darte algún consejo sin dañarte, lo hago.

Respiro aliviada porque hemos llegado a su destino, y ella, antes de bajarse, se despide efusivamente.

jueves, abril 10, 2008

Mi aposento

En los últimos meses he tenido que crear un aposento al que solo yo puedo entrar. Lo he teñido con oros y lilas. Aunque sus calladas paredes me han visto llorar, es allí, en el silencio, donde me reencuentro.

Poco a poco he ido dejando que viejas memorias se acomoden en los cojines tomando la forma que ellas seleccionan. Son recuerdos de circunstancias y personas que me fueron formando y de las que he aprendido importantes lecciones. Para dejarlas entrar al aposento deben someterse al proceso de establecer lo que me enseñaron y si su presencia es importante para no repetir viejos errores, ni dejarme entusiasmar por gentes que solo son réplicas de otras que ya pasaron por mi vida.

Una vez prueban haber logrado su cometido, les permito la entrada. Allí están compañeros de trabajo que consideré amigos pero que una vez ausente, me olvidaron. Allí están los hombres que quise y que nunca me correspondieron, incluso aquellos que me hicieron sufrir hasta el desgaste. Para mi dolor, también hay amigas que, sin razón aparente alguna, vi separarse y evadirme. Sentados entre los mullidos cojines, están los momentos en que aprovechándose de mi ingenuidad y confianza, me engañaron aquellos que quise, los que fingieron quererme, los que consideré amigos.

Ya en el aposento permanecen por siempre, mudo testimonio a mi crecimiento y madurez emocional. Dentro de mi dolor, les agradezco que contribuyeran a construir mi aposento.

sábado, marzo 15, 2008

Huesos de oro

Maldita la vida de un pobre. Le dolía cuanto hueso tenía en el cuerpo, pero tenía que ir a trabajar. Si no, el patrón le descontaba el día, y los muchachos tenían que comer. Afeitándose mientras la mujer hacía el desayuno, recordó el sueño de la noche anterior. Por tercera noche consecutiva, había soñado con oro. Sonrió, quizás eso significaba que iba a hacerse rico, y se cortó con la navaja.

- Despistado, estás muy despistado... - se dijo a sí mismo. Oyó a su mujer llamarlo para el desayuno, y se secó la cara. Su mujer....... buena... Merecía una vida mejor, nunca se quejaba. Le contaría del sueño, quizás eso la alegraría. Sabía que como a él, le preocupaba qué iban a hacer cuando terminara la construcción del proyecto. Con la economía tan floja era difícil encontrar trabajo, aunque él estaba dispuesto a meterle mano a lo que apareciera.

Salió contento porque había conseguido hacerla reír. Soñando despiertos ambos se habían puesto de acuerdo en lo que iban a hacer con el dinero. Un buen arreglo a la casa, ropa nueva y un paseo a Disney.

Vio un centavo en el suelo, se agachó y se lo echó al bolsillo. Los huesos, estropeados por el trabajo que hacía, protestaron. La suerte, se dijo sonriendo, y silbando llegó hasta el proyecto. Hoy vienes contento, parece que la mujer te trató bien, le embromó Manuel. Manuel era como su hermano así que no le molestó la broma, pero sólo contestó umju, sin abrir los labios. Temía que si lo hacía se le salara la buena suerte. Ya había decidido que solo su mujer y él sabrían del sueño.

Iba caminando tan distraído que no vio la máquina. Venía cargada de tal forma que le obstaculizaba la vista al chofer. Con el golpe, sintió cómo se le trituraban los huesos. A lo lejos sintió los gritos de los que intentaban sacarle de debajo de los bloques que le habían caído encima. Coño, gritó uno, como pesa el condenado, ni que tuviera los huesos de oro. Antes de cerrar los ojos, recordó que en el trabajo tenía un seguro de vida...

lunes, marzo 10, 2008

Uvas verdes

Cuando menos lo espero me viene tu recuerdo, y entonces me hacen falta tus besos y caricias. Los besos y caricias de entonces, no de ahora, porque en el presente, de ti, no quiero nada. Y tú eres tú y eres la suma de todos los que fueron. Como buenos maestros me enseñaron a apreciar que el nada de ahora es mucho mejor que el nada de entonces, y que puedo estar sola y disfrutarlo. Soy una y soy completa, y ayudaron a fraguarme en acero, insensible.

Me miro en el espejo y con cierta nostalgia le sonrío a mi imagen y como el zorro pienso que para mí las uvas siempre estuvieron verdes.

jueves, febrero 14, 2008

En el día de San Valentín


Carta a un amigo cibernético:

Desde hace varios años nos conocemos a través del espacio cibernético. Nos hemos enviado mensajes, presentaciones, juegos, comentarios más o menos agudos y hemos compartido algo de nuestras vidas. Algo, muy poco, porque ninguno de los dos interesa develar ni su alma ni su rostro.

Hoy en el día de San Valentín, día del amor y la amistad, te deseo lo suficiente, y mis deseos van acompañados de un abrazo, cibernético, claro está, para que sepas que estoy aunque solo sea palabras en el monitor.

Besos de un hada…

lunes, febrero 11, 2008

Es menester

Laura aprendió de su padre el refrán: “antes de entrar dejen salir”. Desde que se casó, son muchas las noches en que se acuesta pendiente de sentir la llave en la cerradura de la puerta al entrar su esposo. Llega usualmente de madrugada oliendo a alcohol y a otro perfume que no es el de ella. Como sabe que es menester que antes de entrar dejen salir, esta noche lo espera con la puerta abierta…

martes, enero 29, 2008

Las penas

Desde muy pequeña escuchaba a mi abuelo decir que las penas nunca vienen solas. Mi madre decía que era porque se estaba poniendo viejo, pero yo sabía que debía tener alguna razón que yo desconocía para decirlo.

Cada vez se movía más lento, y se cansaba más de prisa, y sus dedos agarrotados por la artritis ya no acertaban a abotonarle la camisa. Cuando lo veía intentar anudar los cordeles de sus zapatos me ponía triste porque fue él quien me enseñó a lazar los míos.

En ocasiones, cuando llegaba de la escuela, lo encontraba vagando por el jardín, apoyado en el bastón que, según contaba, había tallado su padre cuando empezó a encogerse con la edad. También él hubiera tallado el suyo porque le gustaba la madera. Pero me había confesado que para cuando aceptó que lo necesitaba, sus manos temblaban y sus ojos no eran lo que fueron. Apenas si veía el abuelo.

En el jardín, me decía, no se sentía tan solo porque aunque no podía verlas, podía reconocer las flores por su aroma. En ocasiones lo encontraba con la mirada perdida hacia las montañas, lejos, como si pudiera ver más allá del cielo.

─ Esta oscureciendo temprano ─anunciaba.

No me di cuenta hasta mucho tiempo después que sabía que estaba oscureciendo porque los pájaros bajaban de vuelta a sus nidos, y no porque las flores olieran diferente a esa hora, o porque podía ver cuando alargaba la mirada más allá del horizonte.

Una vez quedó ciego por completo, comenzó a confundirse. En vez de salir al jardín, salía al camino y aunque el tránsito era muy poco, el camino podía ser peligroso por los hoyos, o porque si caminaba demasiado olvidaba cómo volver a casa. Si yo lo alcanzaba verlo desde el autobús escolar que nos dejaba cerca de la casa, iba a buscarlo y lo tomaba de la mano.

─ ¿Eres tú, Virginia? ─ inquiría.

Yo le aclaraba que no, que la abuela había muerto ya hacía muchos años, y entonces me preguntaba si yo la recordaba.

─ A veces no recuerdo su rostro ─me decía con amargura ─ ¿tú sí?

Mami nos había dicho que no le mintiéramos al abuelo, pero igual yo le decía que sí, que sí la recordaba. No mentía porque sobre la repisa donde mi madre tenía las fotos familiares estaba una de mi abuela con él. Entonces se alegraba y me pedía que se la describiera, y a cambio, me contaba cuentos de su niñez.

Igual que olvidó el rostro de la abuela, comenzó primero a confundir nuestros nombres, y luego a olvidarlos. Le desesperaba el tener que estar preguntándolos, el mío, el de mis hermanos, y el de papi y también el de mami, que no se le debía olvidar porque era su hija. Una vez entendía quién era quién daba las gracias y aclaraba, que “a veces mi mente se confunde”.

La mañana que subí a buscarlo porque ya el desayuno estaba listo y no respondía a los llamados de mi madre, lo encontré con los ojos abiertos y la mirada perdida allá lejos. Parecía que ciertamente su vista penetrara el cielo y estuviera viendo a la abuela, porque estaba sonriendo.

A las pocas semanas de la muerte de mi abuelo, mi padre tuvo un accidente en las minas y no pudo trabajar mas. Tuvimos que abandonar el campo y mudarnos al pueblo, a vivir en la casa de una hermana de mami. Entonces comencé a entender lo que quería decir mi abuelo cuando hablaba de las penas…

domingo, enero 20, 2008

Una salida

Me fue difícil salir. Luego de haber insistido tanto, me entró terror de que alguien que solo me conoce a través de palabras viera mi rostro. De alguna forma, de mi propia debilidad, saqué las fuerzas. Entraba al local en que nos habíamos citado, cuando recibí su llamada. Se me hace imposible ir, me dijo. Escuché sus explicaciones, y las agradecí aunque no tenía que darlas. No eran importantes realmente. Lo primordial, lo realmente significativo, era que, por primera vez en muchos años, pude salir de detrás del espejo.

Me siento y ordeno un expresso con leche y una tarta de manzanas. Quiero celebrar el que, al menos por hoy, encontré una salida del laberinto en que vivo…

sábado, enero 19, 2008

Mi memoria

─ Te lo diría ─me dijo con un tartamudeo vacilante─ pero ahora no lo recuerdo. Dame un poco de tiempo. Te llamo.

Le dije que estaba bien, que no era necesario, que no se preocupara porque “¿a quién no se le olvida algo?”

Siempre ando perdida, nunca recuerdo una cara, y si la recuerdo, jamás puedo ponerle nombre. Le digo a la gente que me excusen que es que padezco de una dislexia crasa. A veces, hasta yo me lo creo. Especialmente luego de dar veinte vueltas buscando una casa, pidiendo direcciones a diestra y siniestra, mientras intento comunicarme por el celular con alguien que pueda explicarme cómo llegar.

No creo que el problema sea de dislexia. Digo, no lo sé realmente, nunca me la diagnosticaron, aunque se supone que en Puerto Rico hay una alta incidencia de personas que confundimos derecha e izquierda. Pero no es por dislexia, aparentemente es un problema cultural o algo así. Ya no recuerdo ni siquiera dónde lo leí, eso sí, recuerdo que hace mucho tiempo.

Mi problema es que no solo soy desmemoriada, sino que nunca presto suficiente atención a nada. Mi cabeza, como una secadora de ropa, siempre anda moviendo varias cosas a la misma vez. Tengo una amiga y vecina que dice que no se explica cómo puedo hacerlo, porque ella, que dicho sea de paso es una mujer muy inteligente, solo puede hacer una a la vez, según dice, si quiere hacerla bien. Que haga bien una cosa a la vez no significa que no se le olviden otras. En ocasiones me llama y luego de darme una lata, me dice que no puede recordar para qué me hizo la llamada.

Las únicas ocasiones en que siento un poco de vergüenza de mis habituales olvidos, es cuando no recuerdo una cara, una cara que desde que me ve de lejos me saluda. Y sé que debiera saber quién es. En ocasiones, hasta me parece familiar, pero no puedo ubicarla. Trato desesperadamente de evitar el encuentro, pero no puedo hacerlo. Y entonces me pasa como ahora, esta persona del pasado que no tiene cara ni relación alguna conmigo que pueda recordar, y ni siquiera sabe que me divorcié hace tiempo, me dice que vio a mi marido con otra. No recuerda dónde, ni cuando. Me llamará cuando lo recuerde.

Doy gracias a mi mala memoria. Ella no intentará llamarme, y yo olvidaré el intercambio, la cara y lo que me dijo, tan pronto doble la esquina, o cruce la calle.

martes, enero 15, 2008

Libre

─ Cierra los ojos y déjate soñar ─me digo─ hace tiempo que no te lo permites.

Dejo que mi cuerpo flote, y desde lo alto me contemplo en el escenario, en puntas, girando y girando al compás de la música. Con cada salto me elevo más y más, tal parece que puedo volar. Inmersa en mi fantasía, me voy perdiendo hacia el horizonte, mariposa de alas azul. Libre.

martes, enero 08, 2008

Pecado capital


Siente cómo se le encoge el vestido y se van achicando las zapatillas que explotan porque sus pies no caben dentro de ellas. Crece y crece y con su cabeza por sobre las nubes, puede contemplar la luna. Si extendiera las manos podría alcanzar una estrella.

Dirige la vista hacia el suelo y ve dos pies inmensos que reconoce como suyos sobre un globo que gira y gira hasta marearla, mientras la luz del sol la ciega.

No sabe si es un sueño o uno más de los juegos que pertinaz le juega su mente. De lo único que esta conciente es que continúa creciendo y ahora sus pesados pies han causado que el planeta deje de girar.

Inmensa, gigantesca, no es dios, pero se acerca a él. El planeta detenido se sofoca, y su explosión la lanza a la atmósfera hecha pedazos, una con el universo.