martes, marzo 31, 2009

Detrás de la oreja

Suelo pensar mucho en la muerte. En su apariencia, en su carácter, en el modo en que viene a recogernos (si la vemos o tan solo la presentimos), pero más que nada pienso en que quiero que venga a buscarme.

Tenía yo unos seis años cuando mi abuelo murió. Recuerdo que lo mantuvieron en secreto hasta que a la hora de la cena mi madre prorrumpió en llanto. Entonces la criada, a modo de consuelo, le dijo que “todos tenemos la muerte detrás de la oreja”. Esa noche no pude dormir pensando en la muerte y en lo cerca que la tenía.

Pocos años más tarde leí el Diario de Ana Frank y me convencí de que moriría a los quince años. No era mala la idea, a esa edad tenemos ilusiones, y nos permitimos soñar. Es al crecer que nos damos cuenta que la vida no es tan bonita ni buena como la imaginamos y son pocos los sueños, si alguno, que llegamos a ver hechos realidad.

La muerte se ha ido llevando a personas que quiero, a familiares más cercanos o lejanos, a amigos y amigas. Se llevó a mi padre hace varios años, ahora ronda a mi madre, y cuando menos lo espero me dicen que, sorpresivamente, se ha llevado a algún conocido, el que ni siquiera sabía que tenía la muerte tan cerca.

A mí no me tomará por sorpresa. Hace años la pienso; muchos que la espero; y tengo muy claro dónde está: detrás de mi oreja.

sábado, marzo 28, 2009

Una extraña alegría

Me había acostado tarde recogiendo la casa, convencida de que algo bueno pasaría al otro día. Me sentía contenta, embargada por una desusada alegría y la esperanza de un cambio en mi vida bullía en mi cabeza. Me quedé dormida inmediatamente.

No sé cuánto tiempo podía haber transcurrido cuando unos fuertes golpes en la puerta me despertaron. Me levanté sobresaltada, y sin atinar a pensar el peligro que podría representar, corrí a la puerta y la abrí. Una sombra negra se dibujaba en el dintel alumbrada tan solo por una pequeña lucecita que, a mis pies, brillaba como si fuera una estrella. Supe que tenía ante mí a la muerte, esa que tantas veces en momentos de inmensa tristeza y desesperación había llamado. Ironías de la vida había venido a buscarme cuando un júbilo inexplicable se había acomodado en mi pecho.

Como si leyera mis pensamientos me dijo: “no, no es a ti a quién vengo a buscar, aún no es tu tiempo…”

─ Solo yo vivo aquí ─atiné a contestarle.

─ No, no es así ─me dijo con una voz tan sombría como su apariencia mientras recogía del suelo a la diminuta luz que la iluminaba ─, ayer se nos escapó una ilusión y vine a buscarla…

viernes, marzo 27, 2009

Un cuento con final

─ Regresé ─me dice con esa vocecita prepotente que detesto, pero antes de que pueda reprocharle su ausencia añade ─ imagino que te hice mucha falta.

Y tiene razón, la extrañé, pero igual nunca sé por cuánto tiempo viene. No sé si se quedará el tiempo suficiente para que termine un cuento o lo dejará sin final, como tantos otros.

Decido no contestarle y empezar a escribir. Por el tiempo que esté quiero aprovechar la inspiración.

Aurora y el sol

Aurora creció convencida de que el sol salía para ella, y si daba paso a la oscuridad era para que ella descansara. Tenía belleza, salud, dinero y unos padres amorosos que, como hija única que era, la complacían en todo. Una sola cosa añoraba su corazón: un amor apasionado.

El día que el nuevo jardinero llegó y la miró, el corazón le dio un vuelco. Era joven y hermoso y el amor por Aurora se le desbordaba por los ojos que como imanes la atraían a él. La joven lloró, maldijo al sol y a la noche, y a la vida que había llevado al amor a su puerta vestido de pobre granjero.

Y lo dejó pasar porque si el sol salía para ella ya vendría el amor vestido con ropas de gala…

domingo, marzo 22, 2009

La ventana

Se levanta temprano, “por obligación” según dice, aunque no tiene razón para regodearse en la cama. Cuando está levantada puede fingir que hace algo. No le importa mucho la vida ni el mundo exterior, prefiere el silencio, y se ha ido acostumbrando a la soledad. A pesar de ello, de vez en cuando, como quién no quiere, dejaba entreabierta una ventana para que con los rayos del sol alguna alegría se colara. Esta mañana, luego de pasar balance, la cerró.

sábado, marzo 21, 2009

En mi corazón

Quiero pensar que el corazón está formado por diferentes compartimientos uno de los cuales está dedicado a guardar el amor a la pareja. Allí protegemos su imagen y se le mima y se le da calor cuando él no está a nuestro lado. Cuando está y uno se siente feliz, esa porción del corazón es copa que se desborda en espuma de risas y alegrías.

¿Qué se hace de ese espacio cuando no hay quien la ocupe porque nunca llegó, o se fue intempestivamente? Imagino que es un fragmento del corazón que se pierde, o quizás lo ocupamos con otras cosas que sirvan de paliativo a nuestra soledad, llenándolo como a un ático de cachivaches.

No sé la respuesta. Solo sé que en mi corazón, hoy duele un fragmento…

miércoles, marzo 18, 2009

domingo, marzo 15, 2009

Rosario

Rosario estaba resignada a la vida que le había tocado. Para ella, todos sus días eran martes o viernes o domingos de Cuaresma y solo existían los cinco misterios dolorosos. Sabía de los gozosos, de los gloriosos y hasta de los luminosos, y puntillosamente los rezaba en el orden diario en que había aprendido cuando de pequeña iba a las clases de catecismo, pero solo por motivo de disciplina.

En el pueblo decían que no pasaría de ser una solterona beata, y aunque a todas luces parecía que se conformaba, secretamente, cuando rezaba, pedía a Dios una motivación para seguir viviendo. En ocasiones, le parecía que podía sonar a reproche y no siendo esa su intención, inmediatamente se persignaba, y le pedía perdón al Señor.

La Cuaresma se anunciaba calurosa y seca. Era lunes y Rosario estaba sentada en el balcón de su casa apenas comenzando con el primer misterio gozoso, La Anunciación, cuando vio al extranjero pasar. El hombre se le quedó contemplando como si quisiera poseerla con la mirada. Por primera vez en su vida, Rosario olvidó el orden de los misterios del día. Para cuando él se perdió al virar la esquina, estaba definitivamente enamorada, y se había saltado los misterios hasta la presentación en el templo.

No podía dormir, no podía comer. Nadie parecía haber visto al extraño, y aunque se sentaba todas las tardes a la misma hora en el balcón a rezar, la verdad era que no podía concentrarse. Sólo podía pensar en la agonía que representaba el no ver nunca más al hombre que amaba, con lo cual, y justo en Cuaresma, había perdido el sentido de los días y los misterios correspondientes.

Era como si llevara una pesada cruz a cuestas. Los domingos eran aún más tristes, era el día en que más sola se sentía y para colmo eran domingos de misterios dolorosos. En esas estaba, cuando divisó al hombre. Este la miró de frente con una sonrisa en los labios, quitándose el sombrero en señal de saludo. Fue entonces que Rosario recordó que era Domingo de Resurrección… y que correspondían los misterios gloriosos…

viernes, marzo 13, 2009

Tu llamada y mi karma

No me di el derecho a desear nada, porque cuanto deseé me fue negado. Y porque sabía que no podría retenerlo, de lo que me fue dado, nunca quise a nadie ni a nada, mucho. Ahora encuentro que hay algo que deseo con toda mi alma: tu llamada. Esa que no llega, esa que día tras día en vano espero. Mi dolor es que esta vez es diferente, porque a pesar de mi karma, en contra de todo lo que sé y de todo por lo que he pasado, la deseo mucho.

miércoles, marzo 11, 2009

De princesas y cuentos de hadas

Hoy es uno de esos días en que me cubre la tristeza como un manto, un manto que no quiero pero del que no logro deshacerme. Es un manto bordado en soledades y lágrimas, con lentejuelas de desilusión, esperanzas fallidas y esperas sin llegadas. Es un manto que me cubre desde hace muchos años, cuando acepté que somos princesas tan solo en los cuentos de hadas, y que en mis cuentos hasta las princesas sufren:

Cantando, la luna anuncia a la noche que es la hora de que el carrusel despierte. Montada en el caballo azul de la crin rosada la niña se siente princesa en traje bordado de estrellas. El pelo rizado ondulando al viento. Sus ojos, luciérnagas verdes ansiosas, curiosas, hambrientas de tragar la noche, el cielo y las luces. Su boca es fresa sonriente por la que se escapa desde su garganta risa de alegrías de niña princesa.

No quiere que el carrusel se detenga, la linda princesa del traje bordado de sueños. La deslumbra la belleza de lo que le rodea, y su risa es cascabel a tono con el sube y baja del corcel azul de la crin rosada, y con el amor que se le desborda por los ojos, reflejos del alma.

Gira y gira el carrusel, que nunca, jamás se detenga. Sube y baja el caballo brioso que presuntuoso, con el cuello erguido, lleva a la hermosa princesa del traje bordado de perlas, de larga melena rizada, con corona de azahares de reina y boca ciruela jugosa.

Gira, gira, sube, baja, la reina con vestido bordado con hilos de oro, elegante y esbelta, experta jinete, llevando en sus brazos dos lindas princesas. Sus labios y sus ojos sonríen llenos de ternura. Al girar del carrusel va tejiendo sueños para sus luceros, sus ojos estrellas luminosas, su boca brillante cereza.

El carrusel acelera la marcha, y gira, y gira, y da vueltas, y vueltas, y la luna se eclipsa, y llueve y tirita de frío la reina del traje bordado de hilo de araña. Su cabellera de olas plateadas recogida en sobrio peinado. Su boca es pálida rosa carente de risa y sonrisa. Sus ojos nublados son lagos de agua, agua que al caer queda presa, lágrimas en el hilo de araña. Se siente tan sola, tan triste la reina, que sólo quisiera que por un momento el carrusel se detenga.

martes, marzo 03, 2009

El poder curativo de las plantas



A pesar de que mi padre provenía de una familia numerosa solo tenía una hermana mujer. Mi tía vivía sola en una pequeña casita blanca que en mis memorias se asemeja a una casa de muñecas. Circunstancias de la vida habían hecho que permaneciera soltera por lo cual no tenía hijos, y si tuvo o tenía algún amor, nunca lo supe.

Detrás de la casa mantenía un huerto casero y cuando no estaba tocando su querido piano se dedicaba a abonar el terreno y limpiarlo de las hierbas silvestres que constantemente crecían amenazando sus plantas. Me gustaba ayudarla a limpiar el huerto porque ella sabía cómo y cuándo se habían descubierto las facultades curativas de cada planta. Cubiertas nuestras cabezas con pamelas de paja atadas al cuello para protegernos del sol, arrancábamos la mala hierba mientras mi tía me contaba esas historias.

En ellas siempre había princesas, príncipes, dragones y brujas buenas. Las brujas eran las encargadas de crear los brebajes que ahuyentaban a los dragones y curaban las heridas de los seres humanos. Según mi tía, escribían las recetas en un libro inmenso disponible solo a sus futuras generaciones. Siempre había querido preguntarle si ella había escrito alguna en ese libro, pero me daba pena hacerlo.

Una tarde en que trabajábamos afanosamente limpiando las hojas de las hortalizas las que se estaban marchitando víctimas de un cruel animalejo, noté que mi tía se mantenía muy pensativa y callada. Me entristecía verla tan preocupada por su huerto y para animarla y a la vez saciar mi curiosidad, le pregunté si había alguna enfermedad o condición para la cual en el recetario de las brujas no había cura. Luego de un largo rato de silencio y con una sonrisa enigmática en los labios me contestó como quien revela un muy bien guardado secreto: “Toda bruja que se respeta sabe que la única condición que no es tratable con planta medicinal alguna es el mal de amores”.

De ahí en adelante comencé a tomar en serio las lecciones sobre el poder curativo de las plantas.

lunes, marzo 02, 2009

Fantasías

No estés triste, me digo, realmente no vale la pena. Y es cierto, no lo vale. Cuando las cosas no tienen solución se echan en la bolsa de casos imposibles, y se deja que las olas del mar la alejen de la playa.

La llevarán tan lejos como arrastraron a los barcos de papel cargaditos de sueños que construí de niña. Allá, muy lejos, perdidos en la bruma, en la isla de ensueños inventada, se encuentran y chocan y el crujir de las velas interrumpe mi noche. Entonces me consuela pensar que un día yo también, fantasía de hada, iré a morar con ellos.