sábado, abril 26, 2008

Caldo de pollo

─No te parece ─ me dice ─ que has repetido los últimos días.

Como si fuera necesario, le da a su voz un tono de interrogante al final de la oración, para que yo sepa que quiere algún comentario mío.

No me gusta que cuestione mis acciones, pero su pregunta es válida. Es cierto que los últimos días han sido tan iguales, que ya no distingo el lunes del martes ni el viernes del domingo.

─Es la monotonía de la vida ─ le respondo. Eso pasa cuando uno no tiene muchas amistades, ni sale mucho. No me importa porque prefiero la soledad y el silencio.

─ O sea, en tu caso es algo así como ¿qué vino primero, el huevo o la gallina?

No le contesto, si pudiera haría un caldo de pollo con mi álter ego.

lunes, abril 21, 2008

Lección aprendida

Tomo asiento y con los dedos sobre el teclado miro el monitor. Es como si quisiera que se fuera dibujando la imagen vertida en palabras, pero no escribo. No tengo el ánimo para escribir, no encuentro el vocabulario adecuado para explicar lo que siento.

Siempre dije que odiaba el silencio y la mentira, pero ahora me doy cuenta que también odio la deslealtad y la hipocresía. Y me siento confusa porque en quienes puse mi confianza, me han traicionado. No pude nunca luchar contra el silencio, ni saber la verdad escondida, así que me retiré de los que así me castigaban y me refugié en un mundo en que pensé que tenía amigos.

Para mi dolor he descubierto que allí donde pensé que tenía una familia y podía sentirme protegida, era justo donde encontraría que la lealtad no existe cuando los intereses cambian, y que la verdad también se esconde cuando tiene dos caras.

Duele. Dentro de mí hay llanto, pero no son lágrimas que corren libres. Son lágrimas que nadie ve porque ahora sé que aunque jamás regresaré al mundo que fue mi refugio, allí donde encuentre un lugar para mí tendré que llevar conmigo la lección aprendida.

sábado, abril 19, 2008

Despedida



En los últimos meses he descubierto que las rosas de otoño no son buenas amigas. Una vez se ven florecidas, crecen espinas que rechazan a todo lo que pueda parecer amenazante o inoportuno.

He sido lastimada por mucha gente a través del tiempo, pero nunca antes había sentido el inmenso dolor que causan las espinas de una rosa de otoño, y por ello, y para que no se repita, me alejo.

Deseo querida amiga que siempre mantengas la lozanía de ese primer día en que encontraste a tu jardinero. Desde la distancia te acompañan mis deseos de felicidad en tu nueva vida.

sábado, abril 12, 2008

Las cargas

Sube al auto, y le noto en el rostro el cansancio.

─¿Cómo estás?─le pregunto.

Procede a contarme el último percance de su compañero, a quién parece que la mala suerte lo persiguiera. Me lo cuenta hablando tan rápido como puede, que es mucho, y casi sin respirar. Espero que guarde silencio y vuelvo a preguntarle.

─¿Cómo estás tú?

Me contesta con una pregunta.

─¿Te cargo con mis cosas?

─No ─le respondo sin mucha convicción─ me carga aquello en lo que estoy involucrada. Te oigo y si creo que puedo darte algún consejo sin dañarte, lo hago.

Respiro aliviada porque hemos llegado a su destino, y ella, antes de bajarse, se despide efusivamente.

jueves, abril 10, 2008

Mi aposento

En los últimos meses he tenido que crear un aposento al que solo yo puedo entrar. Lo he teñido con oros y lilas. Aunque sus calladas paredes me han visto llorar, es allí, en el silencio, donde me reencuentro.

Poco a poco he ido dejando que viejas memorias se acomoden en los cojines tomando la forma que ellas seleccionan. Son recuerdos de circunstancias y personas que me fueron formando y de las que he aprendido importantes lecciones. Para dejarlas entrar al aposento deben someterse al proceso de establecer lo que me enseñaron y si su presencia es importante para no repetir viejos errores, ni dejarme entusiasmar por gentes que solo son réplicas de otras que ya pasaron por mi vida.

Una vez prueban haber logrado su cometido, les permito la entrada. Allí están compañeros de trabajo que consideré amigos pero que una vez ausente, me olvidaron. Allí están los hombres que quise y que nunca me correspondieron, incluso aquellos que me hicieron sufrir hasta el desgaste. Para mi dolor, también hay amigas que, sin razón aparente alguna, vi separarse y evadirme. Sentados entre los mullidos cojines, están los momentos en que aprovechándose de mi ingenuidad y confianza, me engañaron aquellos que quise, los que fingieron quererme, los que consideré amigos.

Ya en el aposento permanecen por siempre, mudo testimonio a mi crecimiento y madurez emocional. Dentro de mi dolor, les agradezco que contribuyeran a construir mi aposento.