sábado, abril 12, 2008

Las cargas

Sube al auto, y le noto en el rostro el cansancio.

─¿Cómo estás?─le pregunto.

Procede a contarme el último percance de su compañero, a quién parece que la mala suerte lo persiguiera. Me lo cuenta hablando tan rápido como puede, que es mucho, y casi sin respirar. Espero que guarde silencio y vuelvo a preguntarle.

─¿Cómo estás tú?

Me contesta con una pregunta.

─¿Te cargo con mis cosas?

─No ─le respondo sin mucha convicción─ me carga aquello en lo que estoy involucrada. Te oigo y si creo que puedo darte algún consejo sin dañarte, lo hago.

Respiro aliviada porque hemos llegado a su destino, y ella, antes de bajarse, se despide efusivamente.

No hay comentarios.: