jueves, abril 10, 2008

Mi aposento

En los últimos meses he tenido que crear un aposento al que solo yo puedo entrar. Lo he teñido con oros y lilas. Aunque sus calladas paredes me han visto llorar, es allí, en el silencio, donde me reencuentro.

Poco a poco he ido dejando que viejas memorias se acomoden en los cojines tomando la forma que ellas seleccionan. Son recuerdos de circunstancias y personas que me fueron formando y de las que he aprendido importantes lecciones. Para dejarlas entrar al aposento deben someterse al proceso de establecer lo que me enseñaron y si su presencia es importante para no repetir viejos errores, ni dejarme entusiasmar por gentes que solo son réplicas de otras que ya pasaron por mi vida.

Una vez prueban haber logrado su cometido, les permito la entrada. Allí están compañeros de trabajo que consideré amigos pero que una vez ausente, me olvidaron. Allí están los hombres que quise y que nunca me correspondieron, incluso aquellos que me hicieron sufrir hasta el desgaste. Para mi dolor, también hay amigas que, sin razón aparente alguna, vi separarse y evadirme. Sentados entre los mullidos cojines, están los momentos en que aprovechándose de mi ingenuidad y confianza, me engañaron aquellos que quise, los que fingieron quererme, los que consideré amigos.

Ya en el aposento permanecen por siempre, mudo testimonio a mi crecimiento y madurez emocional. Dentro de mi dolor, les agradezco que contribuyeran a construir mi aposento.

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