jueves, diciembre 31, 2009

Feliz 2010

Feliz 2010, te deseamos...

Polvo de estrellas

Estoy hecha con los pedazos de todos los recuerdos y memorias que trato de olvidar. Encuentro la frase escrita en mi cuaderno y no puedo recordar si es mía, la inventé, o la copié o robé, o si la escribió mi mano en uno de esos momentos en que yo andaba en fuga. Cada día con más frecuencia siento la inequívoca sensación de que no soy, ni estoy habitando mi cuerpo.

Pienso que si la frase se hace realidad lograré olvidar hasta borrarme, y podré ser polvo de estrellas luminoso alumbrando caminos.
Arte: Cristina Agssarkissian

viernes, diciembre 18, 2009

La promesa de Los Reyes

A Becky: quien durante años cumplió la promesa
Desde temprano, está cocinando las viandas en el fogón de carbón construido fuera de la casa, bajando la ladera. A doña Carmen le es fácil llegar a ella descendiendo por entre las piedras; lleva años haciéndolo, desde el día en que, al quedar viuda, su hijo la trajo a vivir con él y su esposa.

Oye el auto detenerse; es temprano, y a esa hora no baja nadie por la única calle del barrio; la gente decente aún está durmiendo. Excepto ella, que es decente, pero los viejos duermen poco, y a su edad, es la más vieja del barrio. Ya no lleva la cuenta, paró de hacerla pasada la curva de los ochenta. Se asoma al oír un auto y reconoce a la conductora. Es visitante asidua en la casa grande, la que queda al final del camino, y viene a ayudar en los preparativos de la Fiesta de Reyes. Es una promesa que la dueña de la casa heredó de sus abuelos y que cumple año tras año, con la ayuda de amigos que vienen de la capital cargando con juguetes.

La invita a tomarse un café negro puya, acabadito de colar, acompañado con batatas asadas, y mientras come, la joven le hace chistes de un morado subido que degusta en carcajadas que estremecen su ya frágil cuerpo, y que dejan afuera las encías desdentadas, por que la caja de dientes que le hizo el dentista le molesta. Por eso no irá a la fiesta, no se siente cómoda comiendo entre la gente, pero está contenta: los Reyes Magos regresan con la promesa este año.

En la casa al final del camino, se amanecerán envolviendo juguetes y preparando bolsitas de bombones, presentes de los Reyes Magos a los niños del barrio. Habrá comida, lechón asado a la vara, pasteles, viandas y arroz con gandules, y de postre, tembleque, majarete y arroz con dulce. No faltará la cerveza ni el ron para los adultos, y alguien sacará el cañita que preparó en el alambique detrás de la casa. La fiesta acabará de madrugada, cuando ya estén roncos de cantar aguinaldos, décimas y música corta-venas, la que nunca falta luego de darse unos tragos, aunque sea día de Reyes, porque la Navidad es para los niños, los adultos cargan las nostalgias y las tristezas. Los músicos serán los últimos en irse, regodeándose para un ultimo trago, o algo de comer.

Es Navidad, muy temprano y la gente decente está durmiendo, pero igual, he bajado por la única calle del barrio porque es día de Reyes. Hace tiempo que la casa grande esta vacía, y no se celebra la fiesta. Los niños han crecido, muchos se han mudado del barrio buscando un mejor ambiente y más oportunidades. En la calle, doña Carmen, absorta en su mundo, sonríe, mientras barre con un trapeador… Pero ellos no me decepcionan, por la cordillera los veo bajar cumpliendo la promesa. Los tres vienen a caballo, por supuesto...

sábado, diciembre 12, 2009

Hilar y marinar

Me gusta tejer mis cuentos con hilos finos. Luego los marino por días en anís y ron. Después y como quien no quiere la cosa, los cuelgo aquí. Una vez en Cascabeles, el que entra a leerlos lo hace a su propio riesgo: nunca sabe si saldrá borracho o deshilachado.

jueves, diciembre 10, 2009

Nominación Revista Premia - Literario 2

Silvia Beatriz Giordano me hace el honor de incluir a Cascabeles en la terna, categoría Literario 2. Pincha el enlace provisto en la columna a la izquierda, y vota.
Gracias.

lunes, diciembre 07, 2009

La loca de Irene

Irene era vecina nuestra en el barrio en que me crié. Era un vecindario de clase media pobre, más pobre que otra cosa. Casas desvencijadas y viejas, habitadas en su mayoría por madres con hijos sin padre. Irene, quien vivía completamente sola, parecía una princesa transplantada de otro mundo. Algunas tardes, luego de que los chicos más grandes llegaran de la escuela, jugábamos en la calle a la peregrina y a saltar la cuica, y ella se nos unía. Entre nosotros parecía una más, solo que era una niña grande.

Tenía la extraña costumbre de pararse en el balcón de su humilde casa, balanceándose en una sola pierna, los brazos extendidos sobre la cabeza, semejando una estatua. Cuando mi madre la veía en esa posición, murmuraba por lo bajo “ahí está otra vez la loca de Irene”. A mí la loca de Irene me daba miedo pero me acordaba a los flamencos rosados que vi en una ocasión cuando mi padre aún venía a visitarnos y nos llevó a mi hermano y a mí al zoológico.

Una tarde en que, al pasar frente a su casa, la sorprendí en el momento en que extendía los brazos, me invitó a entrar. Nos sentamos en uno de los escalones que subían al balcón, y sonriente me dijo que no sintiera temor, que no estaba loca. Fue a buscar una hermosa caja hecha en madera con un diseño en la tapa. Laqueada, brillaba; nunca antes había visto algo tan hermoso. Me explicó que era una caja de música y al abrirla el espacio se llenó de una bellísima melodía. En el centro de la caja, una muñequita bailaba y bailaba, dando vueltas en punta.

─Cuando me siento triste y sola, recuerdo mi vida anterior ─me dijo─ una vida lleno de lujos en que nada me faltaba excepto la felicidad. Entonces saco la caja de música y adopto la posición en la que me pareció vivir por años: la de la pequeña bailarina encerrada en su prisión, condenada a dar vueltas y vueltas apenas se abre la caja. Luego de unos minutos, olvido lo que necesito y me lleno de paz.

Nos quedamos calladas las dos escuchando los acordes de la melodía. No entendí hasta muchos años después la lección de vida que acababa de darme, pero nunca más escuché a mi madre hablar de la loca de Irene sin pensar que esa loca era feliz y tenía paz.

domingo, diciembre 06, 2009

La franqueza es verdad y es loca

Habiendo dado el paso para permitirme hablarte, te darás cuenta que suelo ser tu mejor consejera. Te prejuiciaron en mi contra con el razonamiento de que la locura es siempre mala, aunque venga vestida de franqueza. Y yo guardé silencio agazapada en tu cerebro hasta que me escuchaste: tenías el derecho a romper las ataduras, a lanzarte al vacío, a buscar la felicidad. Desde entonces me prestas atención, aunque luego digas que la franqueza es loca, y no puedes hacer lo que, sugerente, murmuro a tu oído. Lo que te paraliza es el miedo, ese es nuestro enemigo: la verdad te asusta y le dices loca.

Quiero que me escuches como quién soy, parte de ti misma, y sopeses lo que voy a decirte. Estoy cansada de tu constante, callado, aburrido sufrimiento. De tu no salir de las paredes de tu cárcel, la que erigiste una vez dijiste que eras libre, por temor a arriesgarte y a sufrir. ¿Qué hay de malo en una aventura? La que sea, no importa: déjate amar, móntate al caballo, sal y mira el sol, baila, juega. No importa que la parte tuya que se pasa censurándote te diga que no sabes, que no puedes. Finge que te diviertes y un día caerás en cuenta que efectivamente es más divertido. Golpea salvajemente al miedo, aporréalo, véncelo de una vez.

Al otro lado de tu soledad está la vida, la que pueda quedarte. Aunque duela, por Dios, mira al espejo; acepta de una vez quién eres, y arriésgate a vivir.

viernes, diciembre 04, 2009

Ahora

Mami estaba viejecita cuando murió, tus hermanas son mujeres maduras, tú, en cambio, hace muchos años que eres vieja. Tenías 28 años e ibas caminando por el campus de la universidad en Río Piedras, de pronto, sin razón aparente comenzaste a llorar. Te pareció un llanto inexplicable; para cuando cesó eras una vieja de 28 años. Ese día, de ser la hija del medio, la invisible, aceptaste que te habías convertido en una mujer invisible y además vieja.

Ahora, cuando menos lo esperas, se te acerca alguien que parece reunir las cualidades que por tantos tiempo pediste en tus parejas. Dios tiene un sentido del humor extraño, uno que después de años de una relación tormentosa entiendes, pero que aún así te duele. Lo envía envuelto en el cuerpo de un hombre más joven. Te lo envía ahora, justo ahora, cuando al fin tu cuerpo y tu mente se han alcanzado y puedes decirlo sin que extrañe: estoy Vieja.

miércoles, noviembre 25, 2009

Jacinta y el muerto

A la hora del anochecer el único bar en Mezquite está siempre repleto. Se llena de asiduos parroquianos que no tienen empleo porque Mezquite, desde la construcción de la autopista, es un pueblo olvidado, y de otros, los menos, los que al terminar sus tareas en el campo bajan a tomar unos tragos y a jugar billar. A esa misma hora también pasan frente al bar bajando la cuesta las mujeres que van para la iglesia y Jacinta, quien siempre baja por la acera opuesta.

Jacinta nunca va a la misa sino al cementerio aledaño a la iglesia. Baja todos los días pero siempre sola, y desde el bar más de uno la mira con lujuria sin entender porqué una mujer tan linda vive amarrada al recuerdo de un hombre que nunca la hizo una mujer decente. Adriano la sigue con la vista hasta que la figura de la mujer se pierde. Él sabe que jamás podrá alcanzarla porque ella, se lo ha dicho más de cien veces, lo ve como a un hermano. Se moriría de celos y de pena si la ve en brazos de otro hombre y solo le tranquiliza el saber que Jacinta duerme con un muerto. Una vez Jacinta sube, él se despide y regresa a su casa porque en las noches cuida de su madre, cuya mente apenas si existe en el pasado lejano de su infancia.

Hace tiempo que la viuda oficial de don Rolando abandonó Mezquite. Dejó la finca a cargo del capataz y vive de sus rentas según dicen, porque Rolando fue el único que, previendo el impacto de la autopista, se fue a hacer negocio con los capitalinos. Jacinta, más joven, más hermosa, se ha mantenido atada a la memoria del muerto y cada día, sin falta, baja la cuesta apenas atardece y la sube cuando ya es de noche, el cabello revuelto y desgreñado, las ropas manchadas del barro del camposanto, y si pudieran verla de más cerca notarían que sus uñas están llenas de tierra y que surcos de lágrimas le corren por la cara.

Apenas tenía diecinueve años cuando la joven se enamoró de don Rolando sin importarle el que él era casado y que en un pueblo tan pequeño como lo es Mezquite no hay secretos. Se conformó con su amor porque desde un principio el hombre le hizo claro que no rompería su matrimonio para casarse con una jovencita menor que el mayor de sus hijos, pero para asegurarse que ese amor sería siempre de ella consultó a doña Consuelo. La vieja bruja además de darse unos baños de flores blancas, conciente del gusto que le tenía don Rolando al whiskey, la mandó preparar una botella que él vaciara estando con ella.

─En la botella pondrás ─le dijo─ un papel en el que escribirás su nombre a lápiz siete veces, un poco de tu primer orín el día en que comiences el sangrado mensual, cuatro clavos de especie, dos varitas de canela y un poco de miel. Tapas la botella con su corcho y la llevas al cementerio apenas comience a anochecer. La entierras al pie del árbol más cercano a ti, luego de caminar el cementerio de este a oeste y de norte a sur tres veces. Una vez la hayas enterrado, caminas siete pasos hacia atrás, das la vuelta y sales del cementerio inmediatamente. El día que quieras deshacerte de ese hombre, tendrás que desenterrar la botella y esparcir su contenido de este a oeste y de norte a sur de Mezquite, porque de lo contrario, hasta en la muerte seguirá contigo.

Adriano llega a la casa y como todos los días desde hace cuatro años sube al desván a asegurarse que la botella que desenterró está escondida entre viejos trapos y luego baja a dar de comer a doña Consuelo.

martes, noviembre 24, 2009

jueves, noviembre 12, 2009

La inocencia

Águeda siempre pensó que la inocencia se perdía una vez. En su noche de bodas la perdió dos veces. La perdió cuando su marido rompió el himen penetrándola sin prepararla. Y la perdió nuevamente cuando él, para que nunca más se quejara de que le dolía y supiera quién daba las órdenes, procedió a violarla nuevamente.

lunes, noviembre 02, 2009

Vida

Camina hacia mí con paso lento y no sé por qué siento una extraña desazón. Viene marcando sus pasos con mucho cuidado, esquivando escollos. Trae en sus manos juntitas y ahuecadas algo que debe ser muy valioso para él. Llega hasta mí y me extiende sus manos y recibo en las mías el regalo. Es un huevo aún tibio. Me mira con ojos oscuros que tienen la extraña mirada de los niños sabios.

─¿Qué es?─le pregunto asustada porque hace muchos años que le huyo a todo aquello que me trae sufrimiento y congoja aunque eso signifique no ser de este mundo.

Me mira solemne y me contesta con su vocecita de niño antes de alejarse corriendo: ─ Es vida.

sábado, octubre 10, 2009

Guarda silencio

No me digas te llamo si sabes que no llamarás. No me digas que estás si luego no podré contar contigo para aliviar mi soledad. Es preferible que no digas nada.

Si eres incapaz de mirarme a los ojos y decir la verdad, si tu cobardía es tanta que lo hace imposible, prefiero que calles. No menosprecies mi inteligencia, te hace insignificante y te convierte en un enano mental y moral.
Guarda silencio. Te luce mejor.

jueves, octubre 08, 2009

La historia de una piedra

El primero en marcharse fue Miguel, borrachón y mal marido. Fue como si le clavara una espada directo en medio del corazón. No rezumaba sangre la herida: se le salía en lágrimas por los ojos.

Sola, con cuatro hijos que echar adelante, se le encorvó la espalda y se le agrietaron las manos de tanto trabajar. Como a su marido, vio a los hijos marcharse. Una vez salían del pueblo y se iban a estudiar a la capital, no regresaban. Les avergonzaba la pobreza, la falta de educación de la madre y la vejez prematura que le cayó encima al darse cuenta que nunca más tendría amor. No tenía tiempo, no podía darse el lujo. Para cuando la ansiedad de su cuerpo que la traicionaba amainó, se había acostumbrado a estar sola.

Al principio, al sentir la necesidad del hombre, se iba a la ladera detrás de la casa con un machete a sacar las viandas. La falda metida entre las piernas para poder trabajar. Trabajar como un macho porque no tenía uno; de no tenerlo, se acostumbró a la cama vacía. Como se acostumbró a la casa vacía, porque los hijos nunca vo1vieron ni siquiera a traerle los nietos.

Los ojos acabaron secándosele con el humo del carbón, el vapor de la estufa y la plancha, de la misma forma en la que se le había desinflado el cuerpo, y se le habían marchitado los pechos y la cara. La encontraron muerta un día cualquiera al pie del fogón donde hervía las viandas, como antes lo hacían su madre y su abuela.

Desconocida la causa de la muerte, y pese a las protestas de los hijos, obligados a presentarse, el fiscal ordenó levantar el cadáver y llevarlo a Medicina Forense. El joven médico que hizo la autopsia señaló que lo sorprendente e inexplicable no era la muerte, sino el que hubiera vivido, porque su corazón estaba hecho de piedra.

miércoles, septiembre 30, 2009

Aniversario

Hoy amanecí cubierta de tristeza. Es como si el cansancio de la vida me hubiera dado abrigo intentando sofocarme. Imagino que dentro de nosotros hay algo que recuerda los aniversarios. Aparentemente echados al olvido quedan grabados en nuestro cerebro. Cuando llega la fecha, recordamos. Hoy es un aniversario de tristeza, lo sé, lo siento.

lunes, septiembre 14, 2009

Mirada que obsesiona

Te miro pero no me miras porque tus ojos se han quedado quietos, su mirada estática fija en el jarrón chino sobre la mesa o en el bodegón que cuelga en la pared. Sobre la mesa dejaste las llaves y los guantes al entrar cuando dijiste “hace frío”. “Sí, hace frío, mucho”, contesté y no entendiste que el frío tuyo era del invierno pero el mío era el vacío de ti y de tus ojos, que ya no me miraban. Esos ojos azules que eran míos y que al mirarme me infundían su fuego, me erizaban la piel, y hacían que mis piernas temblaran. Tus ojos que me traían a la vida, muñeca desprovista de amor y calor hasta que encontré esos ojos de mirada profunda de mar, de pestañas negras, tan largas que las envidiaba y que quería para mí. Mis ojos nunca serían como los tuyos, pero los hice míos como hice mío tu cuerpo. Siempre después de hacer el amor me regodeaba mirándome en ellos, espejos cristalinos que me obsesionaban.

“Tú mirada obsesiona” te dije al conocerte, porque no miento, nunca miento y menos a tus ojos. Y tus ojos brillaron con el fulgor deslumbrante de un sol a medio día, ese sol resplandeciente que uno mira de frente a pesar del temor a cegarse. Y me dejé cegar por ellos para luego sumergirme en las cálidas aguas de tu mirada intensa que me llamaba a hundirme en sus profundidades. Nadé perdiéndome en sus azules cambiantes, y luego me refugié en tus pestañas, muñeca rota sintiendo el calor protector de tu mirada apasionada, dulce y pegajosa. Tu mirada que me había desnudado antes que tus manos me hubiesen desnudado, pero si no lo hubieras hecho tú, lo habría hecho yo porque quería que tus ojos me vieran.

Ahora miro tus ojos que dejaron de verme, no sé desde cuándo dejaron de mirarme y de insuflarme vida. Me marcho porque tengo que marcharme, muñeca deshecha que vuelve a su rincón olvidado, pero llevo conmigo impresa en mi piel y grabada en mi cerebro la mirada azul de tus ojos que ahora vidriosos solo miran sin ver el jarrón chino sobre la mesa, o quizás el bodegón que cuelga en la pared.

jueves, septiembre 10, 2009

Casi

Prefiere el silencio a la música que la aturde. Le gusta estar sola, no ríe, y le es difícil hablar. En ocasiones piensa que la vida no ha sido justa y que dio más de lo que ha recibido. Antes le importaba, pero ahora le da casi igual. Es muy tarde, se dice, ha caminado más de lo que le falta y no quiere cargas a esta altura del sendero. Le preocupa, la palabra casi porque implica que una parte de ella aún quiere que las cosas cambien. Entonces pone atención al silencio y se siente en paz y es feliz. Casi…

sábado, septiembre 05, 2009

Juan-ave

Siempre se sienta en el mismo banco de la plaza a mirar las palomas y cuando puede les compra maíz. Hace años son su compañía y sus únicas amigas porque prefiere no hablar con la gente que, a decir verdad, le molesta. Preferiría ser ave a ser Juan. Cuando se permite soñar, lo que no es muy frecuente porque para ello hay que ser persona-humano, se piensa ave y entonces olvida que es sueño y vuela más alto que las mismas palomas.

lunes, agosto 31, 2009

Embriagando los sentidos

Calcinar contigo la eternidad hasta convertirla en siempre. Fernando Luís Pérez Poza

En movimiento, Cloé le recordaba la gracia sutil de una mariposa azul en vuelo o de un felino cuando va caminando lento hacia su presa. Traía a su presente la escena de una película que había visto hacía años en que la pareja protagonista bailaba un tango, los pies marcando pasos ágiles, rápidos pero acompasados mientras los cuerpos en sinuosos movimientos se hacían el amor impúdicamente. Esa escena lo había dejado jadeante, tenso como un alambre que ansía sentirse trabajado por las manos del orfebre.

Con ella alcanzó la plenitud y liviandad que imaginó posible entonces porque el frotar de sus cuerpos sudorosos exprimía de ella los aromas y jugos que le fascinaban: Cloé sabía a manzanas frescas, a naranjas recién recogidas, a melocotones jugosos y dulces; olía a blanco: a nardos, a azucenas, a gardenias.

Pero ahora, en un momento de debilidad le había confesado que ella llenaba todos y cada uno de sus sentidos como nunca antes mujer alguna lo hizo, y Cloé había reído con la risa gutural que le recordaba que ella venía de estar con cientos de hombres y sabía lo que era necesario para embriagar a cada uno de ellos. Una risa burlona y cortante que le había perforado el cuerpo desatando una furia que lo llevó a apretarla muy fuerte hasta dejarla completamente seca, con un olor pringoso y nauseabundo.

Se levantó despacio, se vistió y salió arrastrando los pies, dejando en aquella habitación, encadenada para toda la eternidad, su alma.

miércoles, agosto 26, 2009

Alicia en los espejos

Alicia huye de los espejos. Desde hace años les tiene tirria y le dan temor porque nunca se ve reflejada en ellos. Al menos, no la cara que recuerda. El rostro de ella, el que era, ya no es la imagen que se le muestra. Lleva años luchando infructuosamente por vencer lo que se ha convertido en una fobia.

Para no mirarse al espejo, se esconde tras la escritura. Escribe cuentos muchos de los cuales solo ella entiende si ha de de dejarse llevar por los comentarios. Suelen ser cuentos sencillos en los cuales pone algo de sí misma, algo prestado y algo inventado y añade unas gotas de ron y anís. Sabe que esas son las gotitas que le dificultan al lector entenderlos pero no le gusta privarse de ponerlas, porque en ellas está su verdadera imagen, aquella que ya no se refleja en el espejo.

En ocasiones, decide salir de su escondite y entonces asiste a algún taller de escribir. Anoche, por ejemplo, en que luego de luchar con la ansiedad, asistió a uno. Toda iba bien, mejor de lo que esperaba. Hecha la presentación, se acomodó a escuchar la charla. Ya al final, la profesora les dio un pie para que el grupo escribiera: “abres los ojos, te miras en el espejo, y ves…”

Se levantó sin hacer ruido y se marchó para su casa.

martes, agosto 25, 2009

Mi niña y los cuentos

“Ya no escribes cuentos”, me dice, con su vocecita aniñada. Y sé que es el comienzo de una discusión que ya hemos tenido antes, así que me limito a decirle que lo sé, confiando en que cerraremos el tema. Ella es niña y pequeña, pero es obstinada. Se pone las manos en la cintura y tal parece que creciera varias pulgadas, y me pregunta:

─ ¿Por qué?

─ Por que no tengo el hambre, le contesto. Ya no.

─ Y por mí, ¿lo harías?

─ ¿Qué se te da a ti si yo escribo o no?

─ A mí, nada ─me dice sonriendo. ─ A la larga, a mí me da lo mismo; me gusta ser niña.

domingo, agosto 23, 2009

El mundo al otro lado del sauce

¡Te extraño tanto! Siento la necesidad de que estés, de poder ir a verte. Recuerdo unos años atrás en que aún te daba ánimo el charlar y te contaba los cuentos que escribía. En ocasiones, si no eran demasiado largos, te los leía, acurrucada contigo en la cama. Había una comunicación silenciosa entre nosotras que iba más allá de las palabras.

Después, a medida que tu cuerpo se fue deteriorando, y veías menos y oías menos, inventaba historias. Inventé para ti en los últimos meses un mundo imaginario y un compañero que me llevaba a viajar por él para que no te preocupara el dejarme sola cuando tuvieras que marcharte. No sé si las creías o no, pero te divertían. Te reías y me pedías detalles de ese mundo que existe al otro lado del sauce, reflejo del nuestro, y habitado por seres pequeñitos, mundo que se hacía real cuando estábamos juntas.

De la misma forma que mi presencia te llenaba de energía por algunas horas, la tuya me daba consuelo y me hacía sentir menos sola en las tardes tristes de domingo. Hoy que es domingo, y es especialmente triste, me pregunto si estás cerca, si puedes escucharme, si sabes lo mucho que te extraño, mami… y si has ido a visitar el mundo al otro lado del sauce.

miércoles, agosto 19, 2009

El oasis del amor

El día amaneció con un sol azul y cuadrado, perfecto para un día rosado. A Roxanna el amor le parecía un milagro porque cambiaba el color y la forma de las cosas. El sendero ante ella que hasta hacía unas horas era oscuro laberinto, ahora le parecía un jardín de rosas. Si hubiera sabido cantar entonaría un himno a la vida, pero no era necesario que lo hiciera porque afuera los pájaros madrugadores habían organizado una orquesta que magistralmente silbaba una hermosa sinfonía.

Se recogió su larga melena verde, abrió la ducha y dejó que el agua tibia la fuera mojando mientras acariciaba su vientre, solazándose en el recuerdo de las manos de él sobre su cuerpo. Seleccionó la ropa con mucho cuidado para que toda ella reluciera. Vestida de amarillo, la melena verde suelta al viento y con pisadas ligeras que apenas tocaban el suelo caminó hasta el trabajo.

Pasó el día en vilo esperando que él la llamara conforme habían acordado. Los planes eran ir al bar en que se conocieron a tomar una copa de vino y a charlar antes de regresar a su casa. Eran más de las siete cuando se dio por vencida y con la noche cayendo vertiginosamente desandó la distancia. Caía una lluvia de gotas finas y secas de color pardusco, que se sentía como arena, que como tal le obstruía la nariz y la boca dejándola sin aliento, y se le acumulaba en los hombros que se encorvaban bajo su peso haciéndola arrastrar los pies como si su cuerpo tuviera cien años.


Para cuando llegó a su casa había aceptado que una vez más el oasis del amor había sido solo un espejismo.

domingo, agosto 16, 2009

Recuerdos

A lo lejos, tras el negro páramo calcinado, el fuego apagaba sus últimas llamas. Espoleó a su caballo con el corazón encogido temiendo que el humo azuloso proviniera de su casa. No tenía idea de qué podía haber dejado encendido por más que intentaba hacer un repaso mental. Estaba viejo y a la muerte de ella había comenzado a olvidar cosas.

Iba a galope cuando se le ocurrió que el fuego destruiría muchas de las memorias que guardaba, aquellas cosas que revisaba en las noches y que hacían reverberar en su cerebro recuerdos de antes. De entonces. De cuando estaban juntos.

Detuvo el caballo. No tenía porqué apresurarse. Daba igual: ella estaba muerta.

martes, agosto 04, 2009

Un ramito de nardos

Sigue con la mirada las curvas de su cuerpo. Le gusta esa mujer, le gusta desde que la vio por primera vez. No se atrevería a decírselo, ni siquiera ir más de allá de comerla con los ojos cuando se va alejando, porque sabe que es soñar con una estrella.

Cuando pasa frente a él, baja la mirada para que ella no pueda ni siquiera pensar que le está faltando el respeto. Que no se lo está, es que la desea con cada fibra de su cuerpo. Ella no lo mira, mantiene la cabeza erguida, los ojos mirando hacia el frente. Para ella él no existe, ni siquiera se ha dado cuenta de que ya la espera frente al puesto donde Perico vende los diarios. Si tuviera el valor le regalaría uno de los ramitos de nardos que vende el chiquito: es principio de mes y tiene las monedas para comprarlo, pero no se atrevería a dárselo.

Ella sigue de largo y se va alejando sin mirar a nadie. Va siempre encerrada en su mundo, ensimismada, deseando con todas las fuerzas que alguien, un día, le regale un ramito de nardos.

sábado, agosto 01, 2009

El reflejo en el agua

La vi por primera vez reflejada en el agua. Nunca antes la había visto y me pareció triste. Se me ocurrió que sobre el agua las ondas que hacía la brisa que corría tan fuerte eran las que le daban ese aspecto melancólico.

─¿Te puedo ayudar? ─ le pregunté pero ella no me contestó.

Su reflejo se fue río abajo, hacía la caída de agua donde se habría perdido para siempre pero se quedó enredado en unas lianas y me marché tranquila sabiendo que volvería a verla.

Se acostumbró a que fuera a mirarla allí en el río. Se acostumbró tanto que pienso que me esperaba porque siempre que fui la encontré. El mismo rostro triste, la melancolía de ese primer día, y aunque yo siempre le ofrecía mi ayuda, nunca me contestaba.

Cuando al fin me habló me dijo que no me preocupara.

─ Es mi naturaleza.

Seguí yendo a verla para tratar de arrancarle una sonrisa a aquel reflejo triste, pero cada vez que se alejaba se iba aún más lejos acercándose más a la caída de agua. Me aterraba pensar que pudiera perderse revolcándose entre las piedras sin que las ramas pudieran sostenerla y se hundiera para siempre.

Así que hice lo único que podía hacer: me fui con ella.

Inés y la tristeza

Una inmensa tristeza se ha ido apoderando de la casa. Inés la vio entrar, pero la dejó estar hasta ahora, cuando se ha acuartelado en el dormitorio que era de ella.

La joven había pensado que si lograba evitar que entrara a su habitación sobreviviría en ese pequeño espacio. Pero ahora, también ha sido invadido su cuarto.

Luego de considerar varias posibles soluciones, intentó dialogar con ella y explicarle que le deja todo lo demás, pero que le permita estar tranquila en el rincón que hasta hace poco era solo suyo. Escurridiza, la tristeza logró evitar la confrontación y ya comenzó a poner barrotes en ventanas y puertas.

jueves, julio 23, 2009

Desde la ventana

Se sienta en el amplio butacón en el que durante los últimos años sentaban a su madre. Se acomoda en él, le gusta, ancho y cómodo.

Desde allí, por la ventana abierta ve la calle y de en cuando en cuando algún auto que pasa. Puede ver pajaritos posados en los alambres, y se cuelan los sonidos: el ladrido de un perro, la cancioncita de la camioneta de helados, las voces de los niños que juegan en el parque vecino.

La ventana es la única vista al mundo que tuvo su madre durante casi siete años. No es tan espantoso, piensa, pero se levanta secándose las lágrimas: su madre apenas si veía y en los últimos meses, tampoco podía oír.

martes, julio 21, 2009

Yo pensaba...

Yo pensaba que el mundo comenzaba y acababa dónde tú pisabas.

Yo pensaba que el amor y la pasión eran el uno reflejo del otro.

Yo pensaba que al casarnos nos prometimos respeto, fidelidad, y compañía para toda la vida.

Yo pensaba que envejeceríamos juntos, viendo a nuestros hijos, primero, y luego a nuestros nietos, crecer.

Yo pensaba que si era dócil, mejor, más buena y cariñosa terminaría el silencio que nos rodeaba.

Yo pensaba que podía con el peso de nuestra relación, y aunque con esfuerzo, escaparíamos de la tormenta.

Yo pensaba que si tenía paciencia tú te darías cuenta que la felicidad estaba en “nosotros”.

Yo pensaba que mis lágrimas despertarían tu ternura y el sentido de protección del hombre a la mujer.

Yo pensaba que sin ti, me moriría.

Yo solo sabía pensar en clichés.

domingo, julio 12, 2009

Atrapada

─Me gusta tu perfume ─me dice. Algo dentro de mí, visceral, responde y me quedo enganchada en su voz y la ternura cálida que hay en ella.

“Me hace demasiada falta sentir que alguien me quiere”, me digo, tratando de poner en perspectiva el comentario, pero lo miro a los ojos, y en ellos veo mezclado el amor y el deseo. Quizás, al fin, de forma fortuita, casi milagrosa, he encontrado el amor que buscaba. Aquél que siempre pensé que se encontraba al doblar la esquina porque solo creo en el amor a primera vista. El amor que nace de una amistad es un amor fraternal que no viene acompañado del deseo y la pasión.

─¿Qué voy a hacer contigo? ─me pregunta, como si le preocupara lo que está sintiendo.

Yo sonrío y me limito a decirle que me invite a un café esperando que sepa leer la promesa en mis palabras. Acepta y fijamos el sábado y me dice que lo llame ese día para acordar la hora, porque ella depende de cuán ocupado esté.

A las diez comienzo a llamar a su móvil y al trabajo. Cuando al fin me contestan es uno de los empleados quien me dice que él ha salido con el hijo más pequeño y no le esperan de regreso. Siento la amargura del rechazo y sé que una vez más quedé atrapada entre mi fantasía y la ternura cálida de una voz ensayada.

viernes, julio 10, 2009

Más'alante vive gente

Se arregla de prisa porque se le está haciendo tarde. Nunca le ha gustado guiar de noche y menos estando sola. Teme que algo le suceda al auto o a ella y no sepa qué hacer. Le dio trabajo decir que iría. Tantas veces les ha dicho que no, que no puede ir, pero esta vez el cansancio la venció y acabo por comprometerse a ir.

También la venció el que nunca va a ningún sitio y las horas siguen pasando y la noche le sigue al día, y así corren los siete días de la semana, y los meses y lleva años varada en el mismo sitio. Se prometió que lo intentaría… que pondría todo su esfuerzo en recobrar la vida que perdió hace años y esta es la primera prueba.

Se mira al espejo. No usa demasiados afeites; con un poco de maquillaje y recogido el pelo en una cola se ve bien. No está segura de quienes irán. Imagina que muchos se asombrarán de verla, es posible que algunos piensen que había muerto o quizás mudado a otro país. Hace tantos años… Se prohíbe sacar la cuenta.

Si tan solo la noche no se hubiera caído tan rápida. Le debía dar igual pero en las noches prefiere la tranquilidad y el silencio de su apartamento. Se había prometido salir temprano para encontrar el lugar y un estacionamiento con calma. Podría llamar un taxi, claro, pero no tiene idea de la hora a que termina la actividad y no quiere dar la nota discordante saliendo apenas llega porque se va a su casa en taxi.

Quizás alguno estaría dispuesto a traerla a casa. No puede ir contando con eso, porque desconoce si alguno vive cerca y estaría dispuesto a desviarse para traerla a casa y tampoco quiere que piensen que con los años se ha vuelto pusilánime. No que no lo fuera antes, pero del brazo de un hombre es diferente, y ahora no tiene quien la escolte. Tampoco quiere, está clara. No quiere que nadie invada su espacio cambiando cosas de lugar, tirándolas en cualquier lado, alterando las vibraciones en su espacio. Eso bueno tiene la soledad, uno acaba por acostumbrarse a ella.

Afuera ya es noche cerrada y ni siquiera sabe qué va a ponerse. No tiene idea de lo que se está usando ahora para ese tipo de actividad. Debió preguntar, pero no quiso hacer el ridículo. Dos armarios de ropa y no encuentra nada que ponerse. Unos jeans y un suéter, eso le parece bien. Pero ella no es de mahones. Un vestido de esos largos de moda. Tiene varios. ¿Por qué siempre le ha sido tan difícil tomar decisiones? Igual, al final a nadie le importa lo que se ponga. Claro, que mañana se llamaran entre ellas para comentar lo ridícula que se veía, la pobre. No soporta la conmiseración y no quiere ser objeto de burla.

Toma el teléfono. Nadie dirá que ha perdido el sentido de responsabilidad y la cortesía. Su hermana ha tenido un percance le dice a la amiga a la cual le prometió que esta vez, sin falta, asistiría. Será la próxima, le promete. Claro, le dice la voz al otro lado, no te preocupes. Sabe que no volverá a invitarla. Lo mismo da, como dice el refrán más’ alante vive gente.

martes, julio 07, 2009

Un ángel

Necesito un ángel. No es que no lo necesitara la semana anterior, o el mes pasado, es que por primera vez lo he verbalizado. Es tanto el dolor a mi alrededor, tanto el sufrimiento, que necesito un ángel porque no sé las palabras de consuelo adecuadas que ayuden a mitigar un poco los golpes de la vida.

Me siento afortunada y lamento las veces que me quejo, a pesar de que sé que seguiré haciéndolo tantas y cuantas veces olvide que la suma de mis penas no alcanza donde comienza el dolor del amigo a quien le han diagnosticado una condición progresiva e incapacitante que resulta mortal. Y menos alcanza el de aquellos que tienen hijos mirando a la muerte tan de cerca que asusta, porque están contando los días y quién sabe si las horas que restan. O el del joven adulto que, teniendo hijos pequeños, batalla día a día contra una condición que podría ser mortal y me dice que aún cree en los milagros.

Necesito un ángel que los acompañe, un ángel que les diga al oído palabras de fe y consuelo, esas que no sé decirles porque se me estancan en la garganta y cuando salen lo hacen magulladas e imperfectas.

Necesito un ángel.

martes, junio 30, 2009

La mirada del llanto

Antes lloraba con frecuencia, ya no llora. Aprendió que no resolvía nada, e igual, hay hombres que se enfurecen cuando ven a una mujer llorando. Le bastó que uno, demasiado borracho para recordarlo al otro día, se lo dijera en mala forma. A los demás, a los que les causa placer hacer llorar a una mujer, decidió no darles gusto. Endureció su corazón porque para no llorar fue necesario. De vez en cuando, ante algo que la enternece o la conmueve, siente una extraña humedad en los ojos, sensación que no acepta ni reconoce, y mientras dura la conmoción, esconde la mirada.

lunes, junio 29, 2009

Elena y los cambios

Elena le teme a los cambios y los riesgos que estos conllevan. Prefiere mantenerse sentada en algún rincón, escondida, para que la vida cuando pasa no la vea. Eso sí, ha tenido que mudarse de sitio: antes tenía trabajo y se sentaba en su casa, más o menos cómoda; ahora lo hace en la acera, en cualquier esquina, por si alguien la ve y le regala alguna moneda.

jueves, junio 25, 2009

Cuco en mi cabeza

Mi hermana tiene la costumbre de dar su segundo nombre cuando en algún lugar, para llamar su turno, le preguntan cómo se llama. Así, María se convierte en Isabel porque, según dice, María es un nombre común. Mi amiga Isabel se cambia el suyo a Luisa en casos similares. Yo, que nunca quise llamarme como me llamo, soy incapaz de decir que me llamo Patricia (como me habría gustado), o Margarita (como me habría conformado), y doy mi verdadero nombre.

El que no me guste mi nombre es lo de menos, porque tampoco me gusta mi cara, ni el que mi cerebro se niega a pensar y mi boca a articular palabra alguna cuando me dirige la palabra alguien. No solo alguien a quien quiera impresionar, o alguien que me imponga con su sola presencia, alguien es cualquiera. Estoy tan acostumbrada a estar sola y en silencio que me turba el tener que sostener una conversación.

Hay una sola cosa mía que amo sin reservas. Hace más de cuatro años, en un momento de debilidad y también de soledad, luego de decir que no me expondría más a perder uno, adquirí otro pajarito. Al principio, con mucho miedo y timidez de parte de ambos, y ahora con la confianza que dan los años convividos, Cuquito escucha mis historias, interviene en mis llamadas telefónicas, se niega a dejarme dormir una siesta durante el día, y me levanta apenas amanece. No acepta la tranquilidad de su jaula si estoy en casa, y para llamar mi atención si se siente ignorado no le arredra picarme los pies. Su lugar favorito para acampar es mi cabeza, especialmente si sospecha que planifico salir. Le encanta jugar al esconder y ha aprendido a silbar de una vecina porque yo, hasta hace muy poco, no podía hacerlo.

Nunca le he preguntado a Cuquito si le gusta su nombre, pero no creo que le importe que es uno muy común, como imagino que tampoco le importa no tener plumas en el cuello. Cuando lo traje a casa la única palabra que sabía decir era Cuquito y no tuve valor para cambiarle el nombre. Le llamo Cuquito, Cuco, Cuquín, o cualquier variante que se me ocurra. Aunque a veces, como el Chavo del ocho, “me desespera”, se me hace muy difícil pensar que él no estuviera.

Te quiero en mi cabeza, Cuco. Besos…

sábado, junio 13, 2009

El espejo y la imagen

No estaba segura de cómo había comenzado a desaparecer su imagen, a pesar de que tenía claro el cuándo. Un día el espejo reflejaba su rostro, un rostro conocido que, al transcurrir de los días, se fue difuminando hasta solo quedar el vaho de quien fue, mancha imposible de remover de la superficie del espejo.

No le habría preocupado no tener imagen solo que la depresión que siempre la acompañaba se había agudizado con la pérdida. “Si tan solo encontrara mi imagen…”, pensaba, convencida de que al recobrarla sería diferente.

Consultó médicos ortodoxos que la miraban como quien mira a alguien que no está en sus cabales y más de uno le sugirió que el problema radicaba en su cerebro. Pero ni siquiera los más versados en el tema de las condiciones y enfermedades mentales podían ayudarla. La solución a su problema no estaba en la medicina tradicional le dijo alguno un poco más arriesgado y, tomando esas palabras cual consejo consultó a un brujo de renombre. Siguió sus instrucciones al pie de la letra sin éxito. Su imagen se negaba a reflejarse en el espejo y el brujo le habló de seres poderosos y de hechizos más fuertes que cualquiera conocido en la tierra.

Entonces escuchó hablar de un médico cristiano que hacía milagros con su ciencia. Y porque la fe está por encima de todo acudió a él y se sometió al dogma de la aguja y las corrientes sin emitir quejido porque los milagros conllevan sacrificios. Para cuando se dio cuenta que el dios de su médico no era el dios de la fe, se llegó a una sacerdotisa que predicaba en el monte, una mujer vieja y arrugada que con voz dulce le habló de la fuerza de la mente y la necesidad de integrarla con el cuerpo. Vivió con ella meses practicando el ayuno, caminando descalza sobre suelo rocoso, compartiendo con gentes como ella, sometiéndose a exorcismos y a imposición de manos sin lograr ver su rostro en el más profundo y claro de los lagos.

Decepcionada regresó a su mundo y encontró un tallador que prometió hacerle un rostro que tuviera imagen. Talló con cincel y martillo el rostro y cuando estuvo satisfecho le entregó un espejo. Por primera vez en muchos años vio el reflejo de una imagen en la superficie. Pasó muchas lunas contemplándola, intentando encontrar la suya y no aquella de la cual el artífice se sentía tan orgulloso, y un día se dio cuenta de que la imagen había comenzado a esfumarse.

jueves, junio 11, 2009

Gracias

Palabras como rosas y Escritos de oro











Gracias Carol (http://carolejosdelmundanalruido.blogspot.com/) por generosamente compartir estos premios.

jueves, junio 04, 2009

Nominación para mejor blog literario: Azules Naranjas


El blog Azules Naranjas ha sido nominado para mejor blog literario en la categoría de literatura. Para votar por él, ingresa a http://www.escobarlarevistapremia.blogspot.com/, o escribe a escobarlarevista@gmail.com.

Agradecemos tu apoyo.

Amándolo

En ocasiones siente sus brazos que protectores le rodean la espalda. Toda ella florece de amor, y un cosquilleo, grata sensación de plenitud, la envuelve. Se regodea en el sentir de sus manos, en el olor que emana de su cuerpo cuando están juntos, mezcla de sudor, de saliva y aceites de eucalipto y almendra. Siente su aliento en el cuello y el roce de sus labios en la piel e involuntariamente su cuerpo se arquea buscándolo. Mantiene sus ojos cerrados para que la luz del sol que irrumpe por la ventana abierta no rompa el hechizo haciendo que el espejismo se esfume.

martes, junio 02, 2009

Aurorita y sus muñecas

Apenas la criada terminó de acomodar la ropa en las gavetas, Aurorita se levantó de la silla en que había estado sentada tomando el té en el diminuto juego de té de fina porcelana, regalo de la abuela. La acompañaban Bruno, el oso marrón que había perdido una oreja y Alissa, la muñeca rubia, su preferida, la única que aún conservaba su melena. A las otras les había cortado el cabello al rape como castigo por no querer obedecerla, siempre empujándose y cayendo una sobre la otra en lugar de mantenerse quietas en el estante.

Como su estatura no se lo permitía, la pequeña arrimó su silla al armario y se subió a ella para inspeccionar las gavetas. Doris había colocado la ropa en los cajones correctos pero había olvidado organizar por colores los rollitos de las bragas, los refajos y las camisillas los que además, no estaban lo suficientemente apretados de forma tal que no formaban hileras perfectamente rectas.

Consideró darle la queja a su madre pero a sus cinco años precoces sabía que esto causaría una conmoción resultando en el despido de la criada. No quería que eso sucediera, Doris era la única quien en las noches le cantaba hasta dormirla y le hacía compañía cuando despertaba a gritos y temblando a causa de sus pesadillas. Eso sí, buscaría la forma de castigarla porque era tiempo que hiciera las cosas como se le ordenaba; obedecer las reglas de la casa era imprescindible. Aurorita tenía bien claro que todos tenían que cumplir con la disciplina establecida para no causar molestias innecesarias a su madre.

Tomó a Bruno por su única oreja y lo colocó en su lugar entre sus muñecos de peluche. Más de uno, por desobediente, había perdido ambas orejas, y uno que otro además alguna extremidad. Al levantar a Alissa, la muñeca tropezó con una de las tacitas de té la que se hizo añicos al caer al suelo. Con desagrado colocó a la muñeca en el estante con las otras, ahora no tenía tiempo de raparle la cabeza. Había escuchado la campanita con que su madre anunciaba a todos que la cena estaba lista y no podía retrasarse.

Se miró al espejo y estiró su vestidito con las manos para evitar que se viera estrujado. Antes de colocarse la especie de cofia que siempre llevaba puesta, se acarició la cabeza y sonrió al sentir los pelitos que comenzaban a apuntar nuevamente. Su madre le había prometido que si se portaba súper y extra bien, le dejaría crecer el cabello.

domingo, mayo 31, 2009

Premio Dardos

El premio denominado DARDOS es un reconocimiento por transmitir cada día valores culturales, éticos, literarios y personales. Mil gracias a Carol (Lejos del mundanal ruido) por compartirlo con Cascabeles.

jueves, mayo 21, 2009

Confidencias

Anoche vino a visitarme el francés. Ese que nació en tu casa una larga y calurosa tarde de domingo. El que se crió en el mundo que existe del otro lado del sauce, reflejo en diminuto del nuestro. El hombre pequeñito que se enamoró de mí, y me llevó a viajar por Europa y a vivir con él a Francia, pero que me traía a tu casa los domingos en las tardes para que las pasáramos juntas y te contara de nuestras aventuras.

Quería saber cómo estabas, si aún le recordabas, si preguntabas por él. Le dio mucha pena saber que en las últimas semanas ni siquiera los cuentos de nuestros amores te hacían reír y es por eso que ya no te hablaba de él. Eran tan pocas las cosas que ponían brillo en tus ojos que se habían ido apagando con el paso del tiempo y los dolores del cuerpo. A veces me parecía que estabas sin estar pero me tomabas las manos como si de esa forma pudiera transmitirte vida y energía.

Le dije que te habías ido a descansar y se despidió muy triste pero me aseguró que nunca me dejaría sola, que siempre que lo necesite está listo a venir a hacerme compañía desde el mundo en que habita. El mundo que inventé para ti en una tarde agobiante de domingo.

miércoles, mayo 20, 2009

Una mujer desnuda y en lo oscuro


Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.


Mario Benedetti

domingo, mayo 10, 2009

Feliz día de las Madres

¡ Felicidades!

El huerto

En cuclillas y encorvado, dedicaba horas a atender el huerto que dejó mi abuela. Lo hacía con una dedicación admirable, completamente absorto en ello. Pasaba horas hablándole a las plantas que cargadas con fruto premiaban su esfuerzo.

Demasiada pequeña para comprender, me asombraba del tiempo que le regalaba y de cómo, cuando se levantaba con la espalda adolorida, la que estiraba con dificultad, sonreía feliz y satisfecho. Cuando mi abuelo murió, mi madre se hizo cargo del huerto y mientras lo abonaba y limpiaba podía oírla charlando y riendo.

Ahora que soy yo quien lo cuido es cuando me he percatado que cuando le hablo a las plantas mi abuelo y mi madre me escuchan y si presto atención me responden.

Tu recuerdo

A medida que han ido pasando los años me he dado cuenta que fui yo quien alimentó tu recuerdo, dotándote de virtudes que nunca tuviste. Te hice dios de mis sueños, grande, poderoso, perfecto, y apenas ahora me doy cuenta que tan solo fuiste el aletear de una efímera mariposa nocturna.

jueves, mayo 07, 2009

Silencio

Enmudeció porque en el cotorreo de voces se perdían sus palabras que de todas formas nadie escuchaba ni entendía, pero las palabras abarrotaron su cerebro y se convirtieron en voces. Voces que nunca callaban. Eran un parloteo constante que lo angustiaba. En las noches el ruido de las voces y de sus palabras lo mantenía despierto. Le parecía que su cerebro iba a explotar porque en su silencio no había escape. La válvula de su boca cerrada no le permitía repetir lo que las voces decían. Intentaba abrir la boca, y el hablar no fluía: las palabras se quedaban estancadas en su garganta imposibilitadas de buscar la salida al exterior.

Y se sentó dispuesto a intentar plasmar en papel las palabras de sus voces. Escribió en páginas en blanco como un desesperado. Se esforzó por ordenar la verborrea de palabras que salían vomitadas por su mano de tal forma que tuvieran sentido. Cuando lo leyeron, tampoco lo entendieron. Y dijeron: el mudo enloqueció.

miércoles, mayo 06, 2009

Te quiero mucho, mami

Sé que estarás alumbrando mi camino. Besos...

sábado, abril 25, 2009

¡Feliz cumpleaños!

Siente la tristeza correrle por las venas y alojarse en el corazón y la deja escapar en forma de suspiro. Es un leve chasquido que acrecienta el dolor porque entonces toma conciencia de la falta de alegría en su vida. La espera interminable por quien nunca llegó. Los sueños que nunca alcanzó. La pérdida de la juventud, el desvanecerse de las ilusiones, la lucha por la supervivencia. En días como hoy en que piensa que pudo haber sido diferente, la opresión en el pecho es mayor porque entonces le parece que todos a su alrededor son dichosos y que ella es la única que está sola y desamparada.

Afortunadamente, celebramos nuestro nacimiento solo un día de cada año.

viernes, abril 24, 2009

Alas


─¡He recuperado mis alas! ─me anuncia con una alegría desusada en ella; siempre triste, perennemente deprimida.

Lo tomo a broma, porque no sé a qué se refiere.

─No sabía que alguna vez tuviste alas ─y añado, por que de veras así lo siento─: me alegra mucho verte contenta.

─Sé que no puedes verlas, pero tengo unas inmensas alas blancas. Son para protegerme, para proteger a mis amigos y a todo aquél que lo necesite. Me consta que las tengo porque las vi con los ojos de la intuición en el momento en que me fueron restituidas.

No entiendo, y antes de que pueda decírselo, continúa, hablando sin parar, ella que nunca habla.

─Las tenía de pequeña, pero las perdí entrada en la adolescencia, cuando dejé de pensarlas. Creí que ya no las necesitaba y que eran cosas de niña fantasiosa. Para cuando las necesité e intenté volar nuevamente, no pude, y quedé atrapada en la red del dragón que astutamente las había escondido donde ni siquiera con los ojos de la intuición pudiera verlas. Fueron muchos los años en que intenté infructuosamente escapar de la guarida de mi carcelero. Escapé arrastrándome cuando me di cuenta que aunque no podía volar, yo era la que mantenía cerradas las rejas de mi prisión. Una vez fuera, continué moviéndome pegada a la tierra porque había olvidado que aunque no pudiera volar podía caminar. Para cuando logré ponerme de pie había recorrido un largo sendero lleno de soledades y tristezas. Alejada de todos me había mantenido encerrada en un mundo pequeño, avergonzada de que me vieran moverme cual gusano. Hoy tengo nuevamente mis alas. Sé que me tomará tiempo el reaprender a volar en vez de caminar, pero no me cabe duda que puedo hacerlo, porque seres de luz me guían y acompañan.

Se despide y aleja. No puedo ver sus alas y podría pensar que se ha vuelto loca. Sin embargo sé que ha cambiado y hay una gracia especial en sus pasos como si caminara sobre la superficie sin pisar el suelo. Con tristeza me pregunto si alguna vez yo también tuve alas, y qué debo hacer para recuperarlas.

martes, abril 21, 2009

Desafío y sello


El siguiente relato responde a aun desafío que me hizo Silvia Beatriz (Belen de Escobar en prosa y verso). El mismo consiste en escribir un cuento, oración, definición o una poesía que contenga las palabras: VIDA, AMOR, SEXO, LITERATURA, VIAJE, CINE. Para ser acreedora al sello de premio debe además pasarse, de ser posible, a seis blogs de mujeres. En este caso, paso el reto a cada una de las seis compañeras y amigas que escriben en azules naranjas:

http://www.azulesnaranjas.blogspot.com/

He dejado además un mensaje a aquellas que tienen blogs individuales:

http://katinkadas.blogspot.com/

http://disparatesenprosayverso.blogspot.com/

http://delosmaresyotroscuentos.blogspot.com/

Mi escrito:

Siempre quiso vivir como si su existencia fuese un libro interesante. Uno de esos que el lector no puede soltar una vez comienza a leerlo, porque las historias de amor y sexo lo atrapan y lo arrastran a entrar en él, convirtiéndolo en personaje, partícipe y cómplice en ese viaje audaz. No le interesaba que su vida pasara a ser literatura que trascendiera su época. Le bastaba con que fuese un guión excitante que algún atrevido productor llevara al cine, haciendo de ella un personaje inolvidable como Lolita o Scarlett.

Ahora, tan cercano el final, ya no es importante si lo logró o no; eso sí, su diario es testigo de que disfrutó cada instante.

jueves, abril 16, 2009

Vestido de tristeza


Hay días en que me levanto triste pensando que no he hecho nada de utilidad en mi vida y que cuando me vaya de este mundo no dejaré ninguna huella. Hay otros en que me levanto triste pensando en lo inmenso de mi soledad. No importa la razón, siempre acompaña este abatimiento la certidumbre de que jamás podré librarme de esta tristeza.

Se supone que es cuestión de mirada: si veo el vaso medio vacío o a medio llenar. Si cambio mi actitud, mi configuración mental, podré salir de este desánimo, dejar atrás la congoja y echar a caminar. Es cuestión de zapatos, tengo piedras en los míos y así no se pueden contemplar las estrellas; no hay forma que los cambie, tal parece que llevo las piedras pegadas a los pies.

No creo que sepa ya vivir sin la tristeza, tan acostumbrada estoy a esa parte oscura de mí misma. Es como mi piel: vestido que no me satisface pero que llevo puesto, con el que he vivido, seguiré viviendo y moriré.

viernes, abril 10, 2009

En cuestión de amores

Llegar hasta ella se había asemejado a correr un maratón. El de Nueva York por ejemplo. Los corredores salían amontonados y se iban separando para ir llegando a la meta chorreando agua y sudor, con los músculos tensos y temblorosos. Tenían que entrenar por meses y años para correrlo, pero a Juan Carlos le parecía que había entrenado para aquél desde el momento en que, habiendo adquirido conciencia de que le gustaban las chicas, se había dedicado a conseguir los favores de cuántas se le antojaban.

Virginia le había atraído desde la primera vez que la vio a pesar de que era, debía confesarlo, demasiado joven. Su aire de inaccesibilidad y retraimiento, que para algunos era un desprecio, para él, más maduro, resultaba un desafío. Seguro de sí mismo, sabía que gustaba a las mujeres de todo tipo y edades. Además de su físico, fruto de una fiel rutina de ejercicios, y la sonrisa pícara y hasta coqueta con que la naturaleza le había dotado, tenía un timbre de voz que había hecho que más de una se rindiera a sus pies. Estaba seguro que la joven, aunque inmersa siempre en su música, tarde o temprano se sentiría atraída. Bastiones que parecían menos viables que la chica se le habían rendido.

Solo un problema le presentaba Virginia y es que la joven era soltera y no se le habían conocido hombres. Tenía por norma, para evitar malos entendidos y reproches, acercarse a mujeres casadas o comprometidas. De esa forma, quedaba establecido sin necesidad de palabras, que la relación no representaba obligación alguna y cualquiera de las partes era libre para terminarla.

Ahora, cuando al fin la tenía frente a él, los grandes ojos malva más grandes aún en ese momento, los labios entreabiertos, el pecho tembloroso como si fuera ella quien hubiese corrido el maratón, le parecía un pajarito herido y asustado. La curiosidad, a la que nunca había dado paso antes frente a una mujer, se apoderó de él y para su propia sorpresa se encontró preguntándole si había conocido a otros hombres. Ella no debió entenderle porque contestó que sí, que tenía muchos amigos.

─ Quise decir en el sentido bíblico ─ y apenas se escuchó decir esa cursilería, cliché requete gastado, se habría mordido la lengua.

─ Si lo que me preguntas es si me he acostado con otros ─le dijo ella sin apartar su mirada malva de los ojos de él ─la contestación es no. Como en la música, la que siempre he estudiado con virtuosos, desde muy niña decidí que en cuestión de amores mi maestro serías tú. Luego me encargaré de practicar con otros.

martes, abril 07, 2009

Está permitido soñar

“Está permitido soñar”, decía mi abuelo siempre que lo sorprendía pensativo y le preguntaba que qué hacía. “Hasta a los viejos les está permitido…” y sonreía. Yo creía entender sus palabras porque en mi cabeza de niña bullían los sueños.

Soñaba con ser grande y poder usar los cosméticos y los tacones altos que usaba mi madre. Soñaba con tener un novio que me robara besos a escondidas cuando papá y mamá no los miraban, como hacía mi hermana y el suyo. Quería tomar vino en finas copas de cristal y brindar por la vida y la felicidad y el éxito como hacía mi padre cuando celebraba un nuevo triunfo. O cuando terminaba un año y comenzaba otro…

Hoy que soy grande, que estoy sola y me siento sola y veo canas y arrugas cuando me miro en el espejo, echo de menos a mi abuelo. Hoy que mi edad se acerca más a la de él que a la de la niña preguntona que fui, me pregunto si él tenía razón y hasta a los viejos les está permitido soñar.

lunes, abril 06, 2009

Solo una vez

Quisiera llamarte, oír tu voz. Solo una vez más, me repito, solo una… Pero sé que como al adicto no me es fácil romper vicio, y si llamo una vez más, te seguiré llamando…

miércoles, abril 01, 2009

La foto en el espejo

El techo de mi habitación es un inmenso espejo en el que en las noches veo reflejada una foto de mi familia, en la que yo no estoy. Me hace gracia pensar que soy yo la fotógrafa. Nunca he tenido habilidad para bregar con máquinas, aún las más sencillas.

Mis hermanas y hermanos están todos de pie, excepto Adrián, el más pequeño. Mi mamá lo tiene sentado en la falda, mientras mi padre, sentado junto a ella, los mira con una mezcla de amor y orgullo. Adrián nació cuando todos estábamos crecidos, y mi madre pensaba que ya no había peligro de quedar embarazada.

Luis y Laura, los mayores, están uno junto al otro. Tienen mucho en común. Comparten el amor por la poesía y al arte. Laura escribe poemas al alma gemela que busca, y cuando no está escribiendo sus versos, pinta. Por sus venas corre sangre de artista, herencia de la familia de mi madre.

Teresa, tan blanca y con el cabello tan negro… Secretamente la envidio, porque es la más hermosa, aunque se pasa pidiendo a mamá que la saque de la escuela antes de que la hagan ir. Le encanta tejer y coser, y podría, si quisiera, montar su propio taller y fácilmente ganarse la vida haciendo lo que le gusta: crear los vestidos que diseña.

Alberto tartamudea cuando se pone nervioso. A mamá le preocupa que haya heredado la propensión a las melancolías de que padece mi padre, quién además se pasa mirando por las celosías para estar seguro que nadie le ha seguido a casa.

Elvira es solo un año mayor que yo pero parece poseer la sabiduría colectiva familiar. Siempre tiene una solución para los problemas que nos aquejan y es fácil hablar con ella. No hay secretos entre nosotras, es mi mejor amiga. Como yo, tienen dos pies izquierdos para el baile, pero es tan animada y chistosa que no le faltan admiradores aunque Teresa ande cerca.

En las mañanas, puedo ver sobre la cómoda el retrato, y entonces estoy en él, de pie, junto a Elvira. Me pregunto cuanto tiempo faltará para estar en el que se refleja en el espejo, cielo de mi habitación, y si es cierto lo que dice mi hija que sostiene que para entonces seré la mayor, porque, aunque inmóvil en este lecho les he sobrevivido a todos.

martes, marzo 31, 2009

Detrás de la oreja

Suelo pensar mucho en la muerte. En su apariencia, en su carácter, en el modo en que viene a recogernos (si la vemos o tan solo la presentimos), pero más que nada pienso en que quiero que venga a buscarme.

Tenía yo unos seis años cuando mi abuelo murió. Recuerdo que lo mantuvieron en secreto hasta que a la hora de la cena mi madre prorrumpió en llanto. Entonces la criada, a modo de consuelo, le dijo que “todos tenemos la muerte detrás de la oreja”. Esa noche no pude dormir pensando en la muerte y en lo cerca que la tenía.

Pocos años más tarde leí el Diario de Ana Frank y me convencí de que moriría a los quince años. No era mala la idea, a esa edad tenemos ilusiones, y nos permitimos soñar. Es al crecer que nos damos cuenta que la vida no es tan bonita ni buena como la imaginamos y son pocos los sueños, si alguno, que llegamos a ver hechos realidad.

La muerte se ha ido llevando a personas que quiero, a familiares más cercanos o lejanos, a amigos y amigas. Se llevó a mi padre hace varios años, ahora ronda a mi madre, y cuando menos lo espero me dicen que, sorpresivamente, se ha llevado a algún conocido, el que ni siquiera sabía que tenía la muerte tan cerca.

A mí no me tomará por sorpresa. Hace años la pienso; muchos que la espero; y tengo muy claro dónde está: detrás de mi oreja.

sábado, marzo 28, 2009

Una extraña alegría

Me había acostado tarde recogiendo la casa, convencida de que algo bueno pasaría al otro día. Me sentía contenta, embargada por una desusada alegría y la esperanza de un cambio en mi vida bullía en mi cabeza. Me quedé dormida inmediatamente.

No sé cuánto tiempo podía haber transcurrido cuando unos fuertes golpes en la puerta me despertaron. Me levanté sobresaltada, y sin atinar a pensar el peligro que podría representar, corrí a la puerta y la abrí. Una sombra negra se dibujaba en el dintel alumbrada tan solo por una pequeña lucecita que, a mis pies, brillaba como si fuera una estrella. Supe que tenía ante mí a la muerte, esa que tantas veces en momentos de inmensa tristeza y desesperación había llamado. Ironías de la vida había venido a buscarme cuando un júbilo inexplicable se había acomodado en mi pecho.

Como si leyera mis pensamientos me dijo: “no, no es a ti a quién vengo a buscar, aún no es tu tiempo…”

─ Solo yo vivo aquí ─atiné a contestarle.

─ No, no es así ─me dijo con una voz tan sombría como su apariencia mientras recogía del suelo a la diminuta luz que la iluminaba ─, ayer se nos escapó una ilusión y vine a buscarla…

viernes, marzo 27, 2009

Un cuento con final

─ Regresé ─me dice con esa vocecita prepotente que detesto, pero antes de que pueda reprocharle su ausencia añade ─ imagino que te hice mucha falta.

Y tiene razón, la extrañé, pero igual nunca sé por cuánto tiempo viene. No sé si se quedará el tiempo suficiente para que termine un cuento o lo dejará sin final, como tantos otros.

Decido no contestarle y empezar a escribir. Por el tiempo que esté quiero aprovechar la inspiración.

Aurora y el sol

Aurora creció convencida de que el sol salía para ella, y si daba paso a la oscuridad era para que ella descansara. Tenía belleza, salud, dinero y unos padres amorosos que, como hija única que era, la complacían en todo. Una sola cosa añoraba su corazón: un amor apasionado.

El día que el nuevo jardinero llegó y la miró, el corazón le dio un vuelco. Era joven y hermoso y el amor por Aurora se le desbordaba por los ojos que como imanes la atraían a él. La joven lloró, maldijo al sol y a la noche, y a la vida que había llevado al amor a su puerta vestido de pobre granjero.

Y lo dejó pasar porque si el sol salía para ella ya vendría el amor vestido con ropas de gala…

domingo, marzo 22, 2009

La ventana

Se levanta temprano, “por obligación” según dice, aunque no tiene razón para regodearse en la cama. Cuando está levantada puede fingir que hace algo. No le importa mucho la vida ni el mundo exterior, prefiere el silencio, y se ha ido acostumbrando a la soledad. A pesar de ello, de vez en cuando, como quién no quiere, dejaba entreabierta una ventana para que con los rayos del sol alguna alegría se colara. Esta mañana, luego de pasar balance, la cerró.

sábado, marzo 21, 2009

En mi corazón

Quiero pensar que el corazón está formado por diferentes compartimientos uno de los cuales está dedicado a guardar el amor a la pareja. Allí protegemos su imagen y se le mima y se le da calor cuando él no está a nuestro lado. Cuando está y uno se siente feliz, esa porción del corazón es copa que se desborda en espuma de risas y alegrías.

¿Qué se hace de ese espacio cuando no hay quien la ocupe porque nunca llegó, o se fue intempestivamente? Imagino que es un fragmento del corazón que se pierde, o quizás lo ocupamos con otras cosas que sirvan de paliativo a nuestra soledad, llenándolo como a un ático de cachivaches.

No sé la respuesta. Solo sé que en mi corazón, hoy duele un fragmento…

miércoles, marzo 18, 2009

domingo, marzo 15, 2009

Rosario

Rosario estaba resignada a la vida que le había tocado. Para ella, todos sus días eran martes o viernes o domingos de Cuaresma y solo existían los cinco misterios dolorosos. Sabía de los gozosos, de los gloriosos y hasta de los luminosos, y puntillosamente los rezaba en el orden diario en que había aprendido cuando de pequeña iba a las clases de catecismo, pero solo por motivo de disciplina.

En el pueblo decían que no pasaría de ser una solterona beata, y aunque a todas luces parecía que se conformaba, secretamente, cuando rezaba, pedía a Dios una motivación para seguir viviendo. En ocasiones, le parecía que podía sonar a reproche y no siendo esa su intención, inmediatamente se persignaba, y le pedía perdón al Señor.

La Cuaresma se anunciaba calurosa y seca. Era lunes y Rosario estaba sentada en el balcón de su casa apenas comenzando con el primer misterio gozoso, La Anunciación, cuando vio al extranjero pasar. El hombre se le quedó contemplando como si quisiera poseerla con la mirada. Por primera vez en su vida, Rosario olvidó el orden de los misterios del día. Para cuando él se perdió al virar la esquina, estaba definitivamente enamorada, y se había saltado los misterios hasta la presentación en el templo.

No podía dormir, no podía comer. Nadie parecía haber visto al extraño, y aunque se sentaba todas las tardes a la misma hora en el balcón a rezar, la verdad era que no podía concentrarse. Sólo podía pensar en la agonía que representaba el no ver nunca más al hombre que amaba, con lo cual, y justo en Cuaresma, había perdido el sentido de los días y los misterios correspondientes.

Era como si llevara una pesada cruz a cuestas. Los domingos eran aún más tristes, era el día en que más sola se sentía y para colmo eran domingos de misterios dolorosos. En esas estaba, cuando divisó al hombre. Este la miró de frente con una sonrisa en los labios, quitándose el sombrero en señal de saludo. Fue entonces que Rosario recordó que era Domingo de Resurrección… y que correspondían los misterios gloriosos…

viernes, marzo 13, 2009

Tu llamada y mi karma

No me di el derecho a desear nada, porque cuanto deseé me fue negado. Y porque sabía que no podría retenerlo, de lo que me fue dado, nunca quise a nadie ni a nada, mucho. Ahora encuentro que hay algo que deseo con toda mi alma: tu llamada. Esa que no llega, esa que día tras día en vano espero. Mi dolor es que esta vez es diferente, porque a pesar de mi karma, en contra de todo lo que sé y de todo por lo que he pasado, la deseo mucho.

miércoles, marzo 11, 2009

De princesas y cuentos de hadas

Hoy es uno de esos días en que me cubre la tristeza como un manto, un manto que no quiero pero del que no logro deshacerme. Es un manto bordado en soledades y lágrimas, con lentejuelas de desilusión, esperanzas fallidas y esperas sin llegadas. Es un manto que me cubre desde hace muchos años, cuando acepté que somos princesas tan solo en los cuentos de hadas, y que en mis cuentos hasta las princesas sufren:

Cantando, la luna anuncia a la noche que es la hora de que el carrusel despierte. Montada en el caballo azul de la crin rosada la niña se siente princesa en traje bordado de estrellas. El pelo rizado ondulando al viento. Sus ojos, luciérnagas verdes ansiosas, curiosas, hambrientas de tragar la noche, el cielo y las luces. Su boca es fresa sonriente por la que se escapa desde su garganta risa de alegrías de niña princesa.

No quiere que el carrusel se detenga, la linda princesa del traje bordado de sueños. La deslumbra la belleza de lo que le rodea, y su risa es cascabel a tono con el sube y baja del corcel azul de la crin rosada, y con el amor que se le desborda por los ojos, reflejos del alma.

Gira y gira el carrusel, que nunca, jamás se detenga. Sube y baja el caballo brioso que presuntuoso, con el cuello erguido, lleva a la hermosa princesa del traje bordado de perlas, de larga melena rizada, con corona de azahares de reina y boca ciruela jugosa.

Gira, gira, sube, baja, la reina con vestido bordado con hilos de oro, elegante y esbelta, experta jinete, llevando en sus brazos dos lindas princesas. Sus labios y sus ojos sonríen llenos de ternura. Al girar del carrusel va tejiendo sueños para sus luceros, sus ojos estrellas luminosas, su boca brillante cereza.

El carrusel acelera la marcha, y gira, y gira, y da vueltas, y vueltas, y la luna se eclipsa, y llueve y tirita de frío la reina del traje bordado de hilo de araña. Su cabellera de olas plateadas recogida en sobrio peinado. Su boca es pálida rosa carente de risa y sonrisa. Sus ojos nublados son lagos de agua, agua que al caer queda presa, lágrimas en el hilo de araña. Se siente tan sola, tan triste la reina, que sólo quisiera que por un momento el carrusel se detenga.

martes, marzo 03, 2009

El poder curativo de las plantas



A pesar de que mi padre provenía de una familia numerosa solo tenía una hermana mujer. Mi tía vivía sola en una pequeña casita blanca que en mis memorias se asemeja a una casa de muñecas. Circunstancias de la vida habían hecho que permaneciera soltera por lo cual no tenía hijos, y si tuvo o tenía algún amor, nunca lo supe.

Detrás de la casa mantenía un huerto casero y cuando no estaba tocando su querido piano se dedicaba a abonar el terreno y limpiarlo de las hierbas silvestres que constantemente crecían amenazando sus plantas. Me gustaba ayudarla a limpiar el huerto porque ella sabía cómo y cuándo se habían descubierto las facultades curativas de cada planta. Cubiertas nuestras cabezas con pamelas de paja atadas al cuello para protegernos del sol, arrancábamos la mala hierba mientras mi tía me contaba esas historias.

En ellas siempre había princesas, príncipes, dragones y brujas buenas. Las brujas eran las encargadas de crear los brebajes que ahuyentaban a los dragones y curaban las heridas de los seres humanos. Según mi tía, escribían las recetas en un libro inmenso disponible solo a sus futuras generaciones. Siempre había querido preguntarle si ella había escrito alguna en ese libro, pero me daba pena hacerlo.

Una tarde en que trabajábamos afanosamente limpiando las hojas de las hortalizas las que se estaban marchitando víctimas de un cruel animalejo, noté que mi tía se mantenía muy pensativa y callada. Me entristecía verla tan preocupada por su huerto y para animarla y a la vez saciar mi curiosidad, le pregunté si había alguna enfermedad o condición para la cual en el recetario de las brujas no había cura. Luego de un largo rato de silencio y con una sonrisa enigmática en los labios me contestó como quien revela un muy bien guardado secreto: “Toda bruja que se respeta sabe que la única condición que no es tratable con planta medicinal alguna es el mal de amores”.

De ahí en adelante comencé a tomar en serio las lecciones sobre el poder curativo de las plantas.

lunes, marzo 02, 2009

Fantasías

No estés triste, me digo, realmente no vale la pena. Y es cierto, no lo vale. Cuando las cosas no tienen solución se echan en la bolsa de casos imposibles, y se deja que las olas del mar la alejen de la playa.

La llevarán tan lejos como arrastraron a los barcos de papel cargaditos de sueños que construí de niña. Allá, muy lejos, perdidos en la bruma, en la isla de ensueños inventada, se encuentran y chocan y el crujir de las velas interrumpe mi noche. Entonces me consuela pensar que un día yo también, fantasía de hada, iré a morar con ellos.