domingo, noviembre 27, 2005

Cuquito y yo en un domingo

Como tantos otros días, hoy amanecí triste. Debería acostumbrarme, han sido tantos los domingos tristes. La ilusión de ver a Cuquito me levanta, y, despierta, estoy pendiente hasta que comienza su canto mañanero para levantarlo. Me pregunto si sabe que en muchas ocasiones, la única razón para que me mueva de la cama es su presencia, y la necesidad que tiene de que le de alimento, le cambie el agua, y le saque de la jaula a jugar un rato.

Es apenas un pajarito, mi hijito alado, regalo de los cielos, para que la pena no me mate. Llegó a mi, cuando, habiendo perdido a dos hermanos de su clase, pensaba que no tendría el valor de tener un tercero. Venía con el cuello sin plumas, víctima de una depresión que hacía que se las arrancara. Sin embargo, está ahora tan lleno de alegría, que basta que le cante para que baile moviendo la cabeza y dando vueltas sobre sus patitas, en una afirmación de vida. Silba, y dice su nombre, y balbucea en un idioma extraño, palabras que no entiendo. Pero juro que, a veces, sonríe, y que sus ojos se hacen redondos y brillantes, para saludar la maravilla del día que amanece.

No le importa ser, entre aquellos de su clase, un pequeño patito feo sin plumas en el cuello, no le importa, porque se siente feliz, atendido y querido. Cuando jugamos y le lleno de mimos, y le escucho intentando gorjear, sé que si yo hubiera recibido amor, también, como el patito feo hubiera florecido, y bailaría y cantaría, y celebraría el sol de cada día.

Hoy será otro domingo triste, menos triste quizás, porque Cuquito me acompaña.

sábado, noviembre 19, 2005

Las estaciones

Las hojas de los árboles se han engalanado en una gama de amarillo a caramelo, que anuncia que el invierno, inmisericorde, se nos viene encima. Para cuando lleguen la nieve y el hielo, las ramas estarán completamente secas. Se siente en la brisa la punzada helada que entra por las costillas y me llega adentro, hasta el alma, allí dónde guardo los dolores que dejaron secos mis ojos, y mi cuerpo en frigidez perenne. De pronto, entre ellos, be visto un pequeño pino completamente verde, erguido en desafío. Siento una lágrima inesperada y con sollozos que convulsionan y deshielan mi cuerpo, grabo en su tronco mi nombre, para no olvidar que en él encontré la esperanza, frágil semilla que germinará en primavera y ofrecerá su cosecha al llegar el estío.

viernes, noviembre 18, 2005

Sus alas, mis alas

Apenas si estoy durmiendo en las noches y tengo sueños que son casi pesadillas. Me levanto cansada, exhausta y con sólo recuerdos fragmentados de lo soñado.

Anoche, por ejemplo, soñé que, algo o alguien, asustó a mi pajarito y lo hizo escapar hacia la calle. Desesperada, lo llamé, intentando que volviera, y justo en ese momento vi como saltaba en pedazos un ala, al chocar el pobrecito con unos cables. En el mejor de los casos, aunque se salvara, jamás volvería a poder emprender el vuelo.

Tantas veces tuve que remendar mis alas en mi vida, que un día, demasiado fatigada, las dejé atrás. Al despertar, me di cuenta que, una parte de mi, quiere sus alas. Hoy las retomo, sin importarme cuántas veces tenga que componerlas. Al recuperarlas, sé, que cuando quiera, soy enteramente libre para volar. A mi lado, Cuquito, quien con sus alas hizo crecer las mías, come tranquilo.

miércoles, noviembre 09, 2005

Identidad

Cuando me di cuenta de que era, me pensé mariposa en su crisálida. Tendría hermosas alas de brillantes colores e iría volando entre flores silvestres, impulsada por la brisa de la primavera. Quise ser libre y traté de escaparme, pero la piel que me cubría no cedía, y pensé, aún no es tiempo, y me quedé tranquila.

Con las brisas llegaron hermosas aves que anidaron en las ramas del árbol gigantesco en que habitaba, y les oí cantar hermosas melodías, que inundaban el alba y el atardecer con su acordes. Les vi amarse y procrear, y pensé, quiero ser ave. Traté de volar, pero no pude, y me dije, aún no es mi tiempo, y me quedé tranquila.

Caí al suelo, e intenté incorporarme, y no pude, y me di cuenta que nunca surcaría los aires, porque era mi tiempo y estaba atada a la tierra. Jamás sería mariposa libre en vuelo, ni ave cantarina migratoria. Y miré al cielo para maldecir mi suerte, y un rayo de luz se coló entre las ramas del árbol que fue para mi, madre y padre, dibujando sobre el suelo, inmensas sombras, que sentí como un abrazo. Entonces soñé que entre mis raíces crecían flores silvestres y que hermosas mariposas desplegaban sus alas de colores entre ellas. Imaginé aves anidando en mis ramas, saludando y despidiendo con sus cantos al sol, que con sus rayos se colaba entre las sombras de mis brazos. Y ante esa grandeza, bendije ser fecunda semilla.

domingo, noviembre 06, 2005

Demasiado tarde

Oí el llanto de los pájaros, cuando cayó la noche y no hice caso. Los pájaros no lloran, me dije en mis adentros. Sentí gemir al viento, y no hice caso, porque estaba acostumbrada a sentirlo en las noches entrar por mi ventana. Y entonces comenzó la lluvia. Una lluvia espantosa y sostenida. Siento a lo lejos el espantoso ruido de derrumbes, y el llanto de los niños, y los gritos de hombres y mujeres, y sé que es demasiado tarde, pero ya no hace ningún caso.