El sol, que al medio día me picaba, ha ido
descendiendo. El azul claro del cielo
resplandeciente de hace unas horas, se ha teñido con anchas pinceladas de
la paleta de tonos corales. Una nube naranja lleva de un hilo invisible un
globo gigantesco. Globo naranja oscuro que desciende desparramando
su color en el agua, donde se convierte en plateado, espejo de
la noche que va cayendo. Una vez el
globo se hunde en el agua, la copulación resulta fecunda y cientos de estrellas
brotan en el cielo.
jueves, mayo 30, 2013
sábado, mayo 25, 2013
Mi estirpe
Hoy cuando el médico me dijo que la criatura que llevo dentro de mí es mujer,
entendí la razón y el propósito de muchas cosas y por primera vez me pensé
vientre y no me importa que para tenerla, me abran. Me preguntó si prefería abortar
y abracé mi cuerpo allí donde se abulta porque la sola idea de perderla me
dolió físicamente.
Cuando decidí tener un hijo la ira fue el principal
motivo. Quería un varón que perpetuara
mi nombre, el hijo que mi mujer nunca quiso. Me lo dijo antes de marcharse, no
le interesaba tenerlos, no quería ser receptáculo para que continuara una
estirpe débil y enfermiza como la mía. La habría golpeado hasta romperla.
─Puta ─le grité—.
Te vas porque tienes a otro.
No intentó defenderse pero me miró y su mirada era
triste y ante su compasión sentí rabia. Fue en ese instante que lo decidí.
Tendría un hijo, un hijo solo mío, para demostrarle, porque ella lo puso en
duda muchas veces, que tengo cojones, los suficientes para engendrar mi
estirpe.
Esta criatura es parte mía y parte de mi hermana, es hija
y sobrina, será esposa y madre, y la deseo como jamás deseé a nadie antes. Pero hoy en el consultorio médico, sobre la
camilla, el cuerpo expuesto y vulnerable, comprendí porqué cuando esta criatura
se mueve en mi panza y me toca por dentro empujando mi piel con sus puños, mi
pene responde aunque soy incapaz de penetrarme a mí mismo por orificio alguno.
Y es que esta parte mía es mujer y finalmente soy uno
y completo, y con ella y en ella podré engendrar
hijos e hijas, para asegurarme que pésele a quien le pese mi estirpe continúa.
jueves, mayo 23, 2013
En Nueva York
Siempre le tuve miedo al subterráneo de la ciudad de
Nueva York. Hace años que no viajo en él,
así que no sé cómo estarán ahora, pero en la época en que lo hacía, dependiendo
del área, las paradas eran más o menos sucias y malolientes; tenían graffiti en
las paredes; y los sujetos que se veían causaban aprensión de solo mirarlos. Me
acostumbré a viajar con la mirada baja, sin fijar los ojos en nadie, al darme
cuenta de que a las gentes, en su mayoría, les molestaba el que uno las mirara.
La lección la aprendí una tarde en que viajaba en el
tren haciendo lo que me entretenía: mirar a la gente y crearles una vida. Fantaseaba a qué iban, de dónde venían… Esa tarde la joven que estaba sentada delante
de mi, objeto de mi estudio concienzudo, me preguntó de mala manera que por qué
la miraba. Me quedé callada,
pero aprendí a mantener la vista en el suelo.
No quería problemas con nadie, especialmente si por la facha eran
capaces de llevar, por lo menos, una navaja.
Sí recuerdo que en mis viajes, antes de que aprendiera
que en el subterráneo mejor es ignorar a la gente pero estar pendiente de
cualquier movimiento extraño, vi un personaje salido de un cuento. Era una
mujer de edad indefinida pero encogida y arrugada al grado que podría decirse
que era una anciana. Llevaba los labios
pintados del rojo más rojo que jamás había visto. Debía habérselos pintado mientras corría a
alcanzar al metro, bajando las escaleras y sin mirarse a un espejo. Como
resultado el creyón rojo le había pintado labios al doble de su tamaño. En
aquella cara blanca y arrugada, su boca era una brecha ancha y sangrienta que
le desfiguraba el rostro, evidencia conclusiva de su insania. Llevaba puesto un
collar de grandísimas perlas que parecían pesarle en el cuello, encorvando aún más
su figura. Me entretuve, hasta que se bajó del tren, en urdir un cuento en que
ella era la protagonista, una Penélope cualquiera, la novia abandonada en Great
Expectations. Para cuando salió
en su parada, era aún una mujer joven, bellamente vestida y enjoyada, que iba a
encontrarse con su amante.
Nunca más volví a verla y el cuento se quedó inconcluso...
Violencia doméstica
Hace varios años decidí que en mi casa no habría tolerancia alguna para la
violencia doméstica, aunque eso significara quedarme sola. Al tomar la decisión no conté con
Cuquito. Cuquito es mi pajarito, un
cockatiel, con quien comparto, desde hace varios años, mi espacio. Aunque tiene
su jaula, mientras yo estoy, está suelto.
No le corto el vuelo, quiero, que en su cautiverio, se sienta libre de
volar.
Al llegar a casa, entre los varios juguetes que le compré, estaba un conejito de
peluche. Cónsono con sus instintos, Cuquito decidió que el conejito era el
juguete perfecto para descargar sus deseos de tener una pareja. La primera vez, tímidamente, puso una patita
en la oreja del conejito, tomó la posición adecuada y voilà tuvo compañera.
Al principio de la relación, varias veces al día, veía a Cuquito acomodarse
sobre la oreja de Blanquita, Bertita y
Suzy Q, que fue el nombre con que bauticé a la conejita. En los días
de lluvia Cuquito la buscaba aún con más ahínco. Imperturbable, la conejita lo
miraba con grandes ojos rosados y le dejaba hacer.
Algo ha debido cambiar a través de los años. Quizás Cuquito se dio cuenta
que la conejita no responde a su amor como era de esperar o simplemente, de
tanto ir a la lavadora, su oreja no sigue la línea cómoda y perfecta que tenía
antes. El caso es que Cuquito se resbala
y pierde posición y frustrado la ataca, picándola. En ocasiones, ni siquiera
hace el intento de hacerle el amor, cuando sale de la jaula temprano en la
mañana, sube al techo y empuja a Blanquita con furia hasta verla caer al piso.
He tratado de explicarle que la violencia doméstica no está permitida en la
casa. Que no estoy de acuerdo con los
malos tratos que le da a su compañera. La
levanto del suelo, la beso y nuevamente la pongo sobre la jaula. Mis buenas intenciones se pierden; con más
inquina, la empuja.
Es posible que entre Cuquito y Blanquita el amor nunca sea perfecto. Que de ahora en adelante tendré que hacer a
un lado mis recelos de la violencia entre pajarito y coneja. No por eso han cambiado las reglas de la casa:
los seres humanos se respetan y entre ellos, definitivamente, el límite de
tolerancia a cualquier tipo de violencia es cero.
lunes, mayo 20, 2013
Deuda
Volveré convertida en alas de fuego para cruzar el agua y moverme con el viento, y arrasaré la tierra y nada quedará de pie. Y aún así, me seguirán debiendo aquellos que me hicieron quien soy en esta vida.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)