viernes, noviembre 30, 2007

martes, noviembre 27, 2007

Burbujas


Veo las pequeñas burbujas subir lentamente y pienso en mi abuelo. Fue él quien nos cortó las ramas de bambú delgadas pero huecas, para que hiciéramos pompas de jabón, y quien nos dijo que en el interior de cada una pusiéramos un sueño. Para que algunos se cumplan, nos dijo, deben hacer muchas y dejarlas volar con el viento, hasta perderlas de vista.

Mi hermana y yo no entendimos lo de dejar volar los sueños, pero nos divertía competir a cuál de las dos podía hacer la pompa de jabón mas grande y de más colores. Preparábamos el agua con una buena dosis de jabón desde el día anterior. Luego buscábamos un lugar dónde la brisa no la castigara para que el viento no la arrancara, y hacíamos la mayor burbuja posible. La soltábamos al aire solo cuando entendíamos que no podíamos agrandarla más. Entonces, pesadamente se levantaba tomando diferentes formas: ovaladas, ahuevadas o redondas, según de dónde le llegara la brisa, hasta explotar. No nos importaba porque detrás de esa hacíamos otra, y otra, exagerando cada vez más el tamaño.

Mi abuelo nunca supo de esas competencias, y murió antes de que yo creciera soplando con ilusiones una burbuja rosada. La inflé lo más gorda que pude con sueños rosados que nunca escribí, pero que sabía de memoria: estudiar, trabajar, casarme, tener nuestra casa, hijos, envejecer juntos y felices mirando a la prole multiplicarse en nietos. Esa burbuja nunca voló; ráfagas de viento de fuerza huracanada la hicieron explotar antes de que pudiese siquiera alzar el vuelo. Intenté soplar otras burbujas igualmente gordas y las llené de ilusiones nuevas de variados colores pero se reventaban antes de lograr volar libres en la brisa.

Ahora miro lentamente subir las pequeñas burbujas con los ojos abiertos y sin parpadear para no perderlas de vista como nos dijo el abuelo. Mientras, mi cuerpo se mece en el agua, hundiéndose hacia el fondo del mar…

domingo, noviembre 25, 2007

Cuquito y el rencor

Cuquito tiene una patita fracturada. Se la fracturé yo misma en un descuido, al cerrar una gaveta de la que él estaba en el proceso de salir. Casi nunca recojo las gavetas de mi armario durante el día, porque ya antes había pasado un susto cuando se cambio de una gaveta a otro escurriéndose por la parte de atrás. Esta vez rompí esa regla, porque por alguna razón estúpida me apremiaba recogerlas. Pude haber esperado, no lo hice. Pude tener la precaución de guardarlo en la jaula, no lo consideré. Ahora, mientras espero que me llame para que lo levante, siento el corazón encogido porque es mucho mas tarde de lo usual y no ha hecho ruido alguno. Pensar que algo le ha sucedido me arropa de dolor.

Daría cualquier cosa a cambio de que mi pajarito estuviese bien. Es ver herido a un hijo, aunque sea un hijo alado. Ayer, después del accidente, mientras intentaba cogerlo, lloré sin consuelo. No quería que yo lo tocara, me huía. Sabía que era yo quien lo había lastimado.

En la tarde, en una segunda visita al veterinario para que le dieran los medicamentos, se dejó besar y me dio besitos en los labios en la forma en que siempre lo hace. Como si no hubiera ocurrido nada, como si no estuviese tan adolorido. Su perdón me hace pensar en las ocasiones en que ante una ofensa real o imaginaria me he dejado llevar por el rencor.

Hay muchas cosas que debo aprender de Cuquito. Por ahora, lo único que pido es que se ponga bien pronto.

martes, noviembre 20, 2007

lunes, noviembre 19, 2007

Creciendo

“Tengo miedo”, me dice con esa vocecita infantil que me crispa los nervios. Quiere que la abrace, que la consuele, que la mime, que le diga que no tiene nada que temer. Necesita saber que reconozco su presencia, y que estoy dispuesta a seguirla protegiendo. Durante tanto tiempo lo he hecho, que se ha convertido en la tirana que domina mi tiempo y mi espacio.

Le contesto que sus reclamos me agobian, que crezca, le grito, y sé que no me entiende. La miro a los ojos que están llenos de lágrimas y siento su angustia como mía propia. Reconozco que tengo con ella un compromiso, un deber. Hemos caminado juntas demasiado tiempo y le debo en mucho el haber sobrevivido.

La pongo a mis espaldas, me rodea el cuello con sus brazos, y siento su risa volar en el viento, repicando el sonido de los cascabeles.

sábado, noviembre 17, 2007

Cosas de destino

Se pregunta a menudo por qué su destino la condenó a estar sola. En ocasiones piensa que es culpa de su carácter, demasiado retraído. Otras, que no es lo suficientemente hermosa o llamativa. Le es duro confesar que tiene miedo, miedo que se le puede ver en los ojos, y en la forma de hacerse invisible en los grupos, particularmente si hay hombres. Gaguea, le faltan las palabras, se le nubla el entendimiento, y para cuando puede articular algo inteligente, ya pasó el momento.

Tomó clases de baile tratando de vencer un poco el miedo a estar en una fiesta y que un extraño la invitara. Hace tanto que no lo practica que igual daba que nunca las tomara. De todas formas, si alguien la invita a bailar, dice “no, gracias”, y mira hacia otro lado.

No bebe. Teme el licor porque ha visto los resultados de beber en extremo, ha sentido la violencia del que bebe; ha visto el embrutecimiento; el perder la conciencia; y sabe lo cruel que es esperar a alguien que no llega, porque bebiendo olvidó un compromiso.

Nunca se atrevería a dar el primer paso y hacer una llamada. Teme tanto al rechazo que de solo pensarlo la inunda la tristeza: y si no me contesta, o le molesta mi llamada, o se finge ignorante de quién soy, o simplemente timbra el teléfono y no hay nadie al otro lado.

Comprende que las experiencias vividas han ido deformando a la persona que era. Se repite que caminando trazamos el destino. Que aún hay tiempo. Si se atreve puede cambiar el suyo. Toma el teléfono, marca el número y antes de que timbre, cuelga. Estar sola no es tan malo, se dice…

lunes, noviembre 05, 2007

Un abrazo de oso




Villa entraba siempre jovial a la oficina. A su paso iba repartiendo saludos y abrazos. Su trabajo solo le permitía ir un día a la oficina, para preparar los informes de trabajo, y cerrar los casos ya investigados y supongo que esos abrazos generosos que repartía, eran su forma de comunicarnos lo mucho que se alegraba de vernos. Es un hombre alto, de brazos largos, y con su abrazo nos abrigaba.

Uno de sus abrazos lograba que mi día cambiara por completo, y el calorcito reconfortante del mismo me duraba por horas. Como un conjuro me protegía, sirviendo de paliativo para las heridas que desde hace muchos años llevo por dentro. Dudo que él supiera las cualidades curativas que, en mi caso, tenía ese abrazo.

Hace mucho tiempo que no veo a Villa. El no hacer de mi quehacer de estos últimos años me ha alejado de muchas personas muy queridas, pero en esos días he estado añorando uno de esos abrazos. El abrazo desinteresado de un amigo. Un abrazo sanador. Un abrazo que me reconforte. Un abrazo que me haga sentir protegida y abrigada.

Un abrazo de oso.

domingo, noviembre 04, 2007

Molinos de viento


En las noches en que no puedo dormir, mis fantasmas aprovechan la oportunidad para agrandarse, y tal parece que llenaran mi habitación con su presencia, consumiendo el oxígeno vital. Mi respiración se vuelve agitada, se me oprime el pecho, y sé que es otra noche más de ansiedades y angustias, que pasaré dando vueltas en la cama, luchando entre el deseo de levantarme y la necesidad de mi cuerpo de descanso.

Finalmente me adormeceré y entonces invadirán mis sueños y tendré que luchar con ellos, un poco quijotescamente: simple espada, contra gigantescos guerreros. Despertaré asustada, con vagos recuerdos de la lucha, hasta que vuelva a adormilarme, y comiencen el ataque nuevamente.

Cuando en la mañana me levante a los gritos airados de Cuquito porque ya salió el sol, mi habitación dejará de ser campo de guerra. Una vez mas me daré cuenta que mis fantasmas son molinos de viento, que con los años han ido perdiendo fuerza, y que viven en la oscuridad, solamente porque yo se los permito. De mí depende descorrer la cortina tras la que se esconden, para que aún en las noches pueda reconocerlos como lo que son, viejas estructuras llenas de moho, listas a derrumbarse.

sábado, noviembre 03, 2007

La luz

Anoche, mientras caminaba con una amiga por el centro comercial que frecuento, pensaba cuán diferente es mi vida, de lo que, tonta, planifiqué de joven. Entonces creía en que encontraría el príncipe azul de mis sueños, y permaneceríamos juntos y felices para siempre. Tendríamos una hermosa casa e hijos que nos alegraran la vida con sus risas.

Ahora sé que aunque me hubiese casado con alguien que me amara, la posibilidad de permanecer juntos toda una vida, en nuestra sociedad de hoy, sería una rareza. Creo que aún así me habría conformado e incluso sería feliz al escuchar las voces de mis hijos y los pasos de mis nietos corriendo por la casa.

He tenido que resignarme a vivir una vida de soledad y tristezas, obteniendo alegrías de paseos por el centro comercial con alguna amiga, una taza de café o una cena compartida, una película, y los juegos con Cuquito.

En mi contestadora tengo un mensaje, que refleja mucho de mi sentido del humor: “dicen que cuando se cierra una puerta, Dios abre una ventana. Parece que Él nunca ha tratado de salir por una”. Y sé mejor que eso, porque grande o pequeña, entra la luz por ella…