domingo, noviembre 25, 2007

Cuquito y el rencor

Cuquito tiene una patita fracturada. Se la fracturé yo misma en un descuido, al cerrar una gaveta de la que él estaba en el proceso de salir. Casi nunca recojo las gavetas de mi armario durante el día, porque ya antes había pasado un susto cuando se cambio de una gaveta a otro escurriéndose por la parte de atrás. Esta vez rompí esa regla, porque por alguna razón estúpida me apremiaba recogerlas. Pude haber esperado, no lo hice. Pude tener la precaución de guardarlo en la jaula, no lo consideré. Ahora, mientras espero que me llame para que lo levante, siento el corazón encogido porque es mucho mas tarde de lo usual y no ha hecho ruido alguno. Pensar que algo le ha sucedido me arropa de dolor.

Daría cualquier cosa a cambio de que mi pajarito estuviese bien. Es ver herido a un hijo, aunque sea un hijo alado. Ayer, después del accidente, mientras intentaba cogerlo, lloré sin consuelo. No quería que yo lo tocara, me huía. Sabía que era yo quien lo había lastimado.

En la tarde, en una segunda visita al veterinario para que le dieran los medicamentos, se dejó besar y me dio besitos en los labios en la forma en que siempre lo hace. Como si no hubiera ocurrido nada, como si no estuviese tan adolorido. Su perdón me hace pensar en las ocasiones en que ante una ofensa real o imaginaria me he dejado llevar por el rencor.

Hay muchas cosas que debo aprender de Cuquito. Por ahora, lo único que pido es que se ponga bien pronto.

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