martes, noviembre 27, 2007

Burbujas


Veo las pequeñas burbujas subir lentamente y pienso en mi abuelo. Fue él quien nos cortó las ramas de bambú delgadas pero huecas, para que hiciéramos pompas de jabón, y quien nos dijo que en el interior de cada una pusiéramos un sueño. Para que algunos se cumplan, nos dijo, deben hacer muchas y dejarlas volar con el viento, hasta perderlas de vista.

Mi hermana y yo no entendimos lo de dejar volar los sueños, pero nos divertía competir a cuál de las dos podía hacer la pompa de jabón mas grande y de más colores. Preparábamos el agua con una buena dosis de jabón desde el día anterior. Luego buscábamos un lugar dónde la brisa no la castigara para que el viento no la arrancara, y hacíamos la mayor burbuja posible. La soltábamos al aire solo cuando entendíamos que no podíamos agrandarla más. Entonces, pesadamente se levantaba tomando diferentes formas: ovaladas, ahuevadas o redondas, según de dónde le llegara la brisa, hasta explotar. No nos importaba porque detrás de esa hacíamos otra, y otra, exagerando cada vez más el tamaño.

Mi abuelo nunca supo de esas competencias, y murió antes de que yo creciera soplando con ilusiones una burbuja rosada. La inflé lo más gorda que pude con sueños rosados que nunca escribí, pero que sabía de memoria: estudiar, trabajar, casarme, tener nuestra casa, hijos, envejecer juntos y felices mirando a la prole multiplicarse en nietos. Esa burbuja nunca voló; ráfagas de viento de fuerza huracanada la hicieron explotar antes de que pudiese siquiera alzar el vuelo. Intenté soplar otras burbujas igualmente gordas y las llené de ilusiones nuevas de variados colores pero se reventaban antes de lograr volar libres en la brisa.

Ahora miro lentamente subir las pequeñas burbujas con los ojos abiertos y sin parpadear para no perderlas de vista como nos dijo el abuelo. Mientras, mi cuerpo se mece en el agua, hundiéndose hacia el fondo del mar…

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