sábado, julio 30, 2005

Aroma a candado

No me he sentido bien en estos días, una inmensa tristeza se apodera de mí a ratos. Así que me he sentado sola y en silencio, y me he adentrado a examinar mis sentimientos. Al hacerlo me acometió este olor asfixiante a limo, ese olor que produce algo que ha estado guardado durante mucho tiempo. Busqué qué puede estarlo causando, y encontré al amor abandonado, lagrimoso, y calenturiento. Por favor, me ha dicho, déjame estar tranquilo, y he puesto de nuevo el candado que cierra su aposento para que nadie le moleste.

martes, julio 26, 2005

Mi abuelo era sabio

Mi abuelo tenía la frente arrugada de tanto pensar, y surcos en las mejillas de tanto vivir. Caminaba encorvado, arrastrando los pies, y a veces, tenía que sentarse a descansar y me enviaba por agua.

Mientras la degustaba, miraba a lo alto. En ocasiones, me parecía ver una chispa en sus ojos, y, entonces, con su bastón señalaba amenazante al cielo, mientras mascullaba bajito unas palabras ininteligibles.

-¿Qué le pasa?, abuelo, - le preguntaba.

El, con su voz cascada, siempre me contestaba, -nada, pequeña, es que las penas nunca vienen solas.

Era sabio mi abuelo.

Un beso, Chico

Hoy, mientras te veía agonizar, y trataba en vano de calentar tu cuerpecito, he pensado que la vida es injusta. No tenía que verte morir para comprender lo mucho que significabas para mí.

Espero que si hay un cielo para pajaritos, hasta allí te haya llegado el rumor de mi llanto. He llorado tu pérdida tanto como lloré la de More, con el mismo dolor y pena, y aún más, quizás. En la muerte, no hay la esperanza de vida y libertad que puedo soñar para More.

Guardo tus fotos, pero no serán necesarias, porque quedas grabado en mi corazón, allí, en el mismo lugar en que reside el recuerdo de More. Que en vida y en muerte ambos sepan que los amé y los amo. Un beso, Chico…

lunes, julio 11, 2005

Cobardía

Con el tiempo, me he ido llenando de una inmensa tristeza. Sale del convencimiento de que es inevitable que la vida deje huellas en el cuerpo, en el rostro, y también en el alma. Pero lo que más me acongoja, es que no tengo ganas de seguir viviendo, y que desde mucho hace tiempo me siento así. Es un vivir sin motivo ni dirección, en que he soltado el guía, y la embarcación va dando tumbos. Hace años que abandoné el navío a su propia suerte, es una nave fantasma en la que habito.

Y si con un inmenso esfuerzo fuese posible recuperar el mando, no lo quiero, que es más fácil hundirme en la amargura, bañarme en el dolor, que intentar hacer algo con mi vida. He cerrado la puerta, me he alejado de todos, y dejo que la mar fije el rumbo, que me lleva, inevitablemente, a zozobrar.

domingo, julio 10, 2005

Mi niña bonita

-Mi niña bonita- me dice, y toma mi cara en sus manos.

Yo sé que me quiere, siempre me ha querido. Me mira como se mira a una diosa, para él soy lo más puro y hermoso que ha habido en su vida.

Quisiera gritarle que no le amo, que nunca le amé, que es un viejo, que siento la necesidad imperiosa de unas manos jóvenes y cálidas recorrer mi cuerpo, una lengua ardiente hurgar cada hueco, unos labios húmedos besarme hasta que sangre mi boca.

Pero cuando me dice mi niña bonita, y me mira a los ojos, como si leyera mis pensamientos, me desarma. Entonces me repito que es bueno, que me tiene como a una reina, que mil mujeres darían cualquier cosa por tenerlo a su lado.

Y me muerdo los labios, y callo.

sábado, julio 09, 2005

Quince minutos de gloria

Últimamente mi cuerpo y yo estamos desincronizados. Mi cerebro da la orden de levantarse, mi cuerpo se niega. Se siente como una maleta vieja y pesada que sobra. Ese es el problema no solamente de los años que pasan, es problema de la inercia con que nos arropa la depresión al ver las vidas de otros pasar por el lado, sin que llegue la nuestra.

Siempre que me reúno con amistades para unas horas de música, tragos y una picadera, se me hace más patente el hecho de que ellos parecen cambiar y yo no. No cambiar físicamente, de hecho, anoche las noté más gorditas, y lentas. Pero sí tienen adelantos. Una está escribiendo, otra cuida sus nietos y trabaja con su hijo (esa es la más que ha aumentado de peso), una está preparando su próxima boda y comenzó un nuevo empleo que significa un ascenso, mientras yo me mantengo atrapada en tierra de nadie. Y es que se supone que todos tenemos derecho a quince minutos de gloria. Pero los míos no llegan.

La cuestión es que por fin logro levantar mi cuerpo utilizando la inercia para arrancar. Voy al baño, me miro al espejo, me pregunto qué voy a hacer en el día que mejore mi vida, y me saco la lengua. Eso es algo, pienso. Mientras no me coja demasiado en serio tengo un pie adelante a la depresión. Abro la ducha y en lo que el agua alcanza la temperatura óptima me desvisto y me examino de cuerpo entero. El cuerpo humano es una maravilla. Piezas y piezas, cada una con su función. Mi cuerpo es labios, ojos, manos, vulva, pies. Con horror, recuerdo que anoche, con unas copas de más, unas se fueron a meter con otras. Desquiciados quince minutos de gloria.

Página en blanco

Mientras mas leo, menos escribo. No escribo porque he descubierto, que contrario a otros, no tengo absolutamente nada importante que decir.

Sólo sé que no sé nada, y que en boca cerrada no entran moscas. Eso sí, una página en blanco, nunca es ignorada.

domingo, julio 03, 2005

De la vida y la muerte

Me sorprende el sueño, que mas que sueño es la visión momentánea de More. Está quieto. Me toma unos segundos darme cuenta que es él, y que está muerto. Por unos breves instantes me horroriza el pensarlo. Tengo entonces que aceptar que no existe, aunque viva, porque no volverá. Es cruel la visión, me obliga a enfrentar la realidad de la vida y la muerte, de haber perdido un ser viviente que amaba, pero dentro del dolor, me fuerza a aceptar que la vida para mí, por ahora, continúa, y que Chico está aquí, y que le quiero, no igual, nunca queremos igual, diferente.

Es absurdo cómo nos apegamos a las cosas, y a las gentes cuando sabemos que todo es perecedero, aún nosotros. Que la vida nos da y la muerte nos quita, siendo la vida y la muerte una línea continua.

viernes, julio 01, 2005

Estrellas

Tenía estrellas en los ojos, tan joven e ingenua era. Estrellas que brillaban aún de día, porque los sueños nunca tienen hora. No se sentía ni especialmente hermosa ni atractiva, pero creía en el amor y la felicidad, y el cuento de que hay un príncipe para cada mujer-princesa.

Pasaron tantos días, tantas noches, transcurrió tanta vida y lloró tanto, que las estrellas se fueron escapando. La última se deslizó en forma de lágrima por una mejilla ajada por los años.

La lágrima cayó en su mano y por un instante el fulgor de la estrella captó su atención. La observó cuidadosamente, porque había visto otras caer antes, y sabía que sólo esa le quedaba. La besó antes de dejarla libre con un soplo, y la vió alejarse, haciendo volteretas en el viento. Con ojos apagados, pero sabios, retornó a sus tareas.