sábado, julio 09, 2005

Quince minutos de gloria

Últimamente mi cuerpo y yo estamos desincronizados. Mi cerebro da la orden de levantarse, mi cuerpo se niega. Se siente como una maleta vieja y pesada que sobra. Ese es el problema no solamente de los años que pasan, es problema de la inercia con que nos arropa la depresión al ver las vidas de otros pasar por el lado, sin que llegue la nuestra.

Siempre que me reúno con amistades para unas horas de música, tragos y una picadera, se me hace más patente el hecho de que ellos parecen cambiar y yo no. No cambiar físicamente, de hecho, anoche las noté más gorditas, y lentas. Pero sí tienen adelantos. Una está escribiendo, otra cuida sus nietos y trabaja con su hijo (esa es la más que ha aumentado de peso), una está preparando su próxima boda y comenzó un nuevo empleo que significa un ascenso, mientras yo me mantengo atrapada en tierra de nadie. Y es que se supone que todos tenemos derecho a quince minutos de gloria. Pero los míos no llegan.

La cuestión es que por fin logro levantar mi cuerpo utilizando la inercia para arrancar. Voy al baño, me miro al espejo, me pregunto qué voy a hacer en el día que mejore mi vida, y me saco la lengua. Eso es algo, pienso. Mientras no me coja demasiado en serio tengo un pie adelante a la depresión. Abro la ducha y en lo que el agua alcanza la temperatura óptima me desvisto y me examino de cuerpo entero. El cuerpo humano es una maravilla. Piezas y piezas, cada una con su función. Mi cuerpo es labios, ojos, manos, vulva, pies. Con horror, recuerdo que anoche, con unas copas de más, unas se fueron a meter con otras. Desquiciados quince minutos de gloria.

1 comentario:

Ángel Manuel Vélez I dijo...

MARGARITA:
TODAVIA NO ME ATREVO A ESCRIBIR CON TANTA REALIDAD Y DETALLES. PERO NO PORQUE NO PIENSE COMO TU. EN OCASIONES QUISIERA DECIR MIS PENSAMIENTOS EROTICOS. TE FELICITO.