sábado, marzo 28, 2015

Un alma en paz



Siento las burbujas del agua chocar contra mis pies y me alegra el haber llegado acá.  Me quedo fijo mirando una rana que se mueve entre la hojarasca.  No le tengo miedo y la miro con detenimiento: las membranas de las patas, la piel rugosa, los ojos saltones. Nunca toqué una, tenía miedo de que me salieran verrugas, además de que las encontraba absurdamente feas y asquerosas. Ella salta y sigue su camino, y vuelvo a mirar las burbujas a mis pies.  Siempre me gustó más venir al lago que ir a la playa.  El ruido de las olas al rebotar contra las rocas, la profundidad y la fuerza del agua me angustiaban.  Aquí es diferente, el agua es fría pero tranquila, y es como si me contagiara su paz.  Podría estar aquí todo el día, contemplando el agua, el bote que une las orillas del lago yendo y viniendo, el sol que ha ido cayendo despacio.  Pero no es mi lugar, ya no. Me levanto y mentalmente doy gracias por la paz adquirida y regreso a la soledad de mi silencio.


domingo, marzo 22, 2015

De vuelta


Siempre me han llamado la atención las monedas que la gente lanza al agua.  Cada una de ellas representa un sueño, un pedido, un milagro.  En algún lugar leí que cada cierto tiempo las recogen y las donan a una institución caritativa, no recuerdo cual.  Supongo que para entonces los que la lanzaron habrán alcanzado o no lo que pidieron. Yo no creo en los milagros, así que nunca lancé alguna.
Veo gente pasar con barquillas de helado y por un momento pienso en comprar una, pero cambio de opinión enseguida. Recuerdo un día en que estaba disfrutando la mía y un niño pequeño se detuvo a mirarme.  Sentí vergüenza y deseé comprarle una pero su madre lo tomó de la mano y se lo llevó. Hay tantas cosas de las que algunos afortunados disfrutamos.  Pero quizás no es que no pudiera comprarla, a lo mejor solo lo protegía de una sobredosis de azúcar.
La cuestión es que me entretengo muchísimo aquí, viendo pasar la gente.  Admirando la manera en que se visten los más jóvenes y algunos no tan jóvenes, sin complejos de ninguna clase. 

Me duele ver las parejas mayores y me fijo en particular en las que van hablando. ¿Qué tienen que decirse personas que llevan dos terceras partes de su vida juntos?  Que se ven todos los días, que no tienen experiencias que no hayan sido compartidas.  Cuando estaba recién casada y aún más tarde, nunca tuve nada de qué hablar con mi esposo (ni él conmigo).  Una pareja aburrida uno del otro desde sus comienzos.  Pero una no sabe cuándo cortar el cordón umbilical y declararse libre e independiente.  Cuando lo hice ya era tarde… Demasiado tiempo, demasiada invisibilidad.  Me negué a ponerme bajo el foco, preferí seguir siendo lo que era…  Quizás en realidad era invisible.  Ahora, en ocasiones, el arrepentimiento es una punzada en el pecho. Me duele pensar que en tantos años no rescaté una vida.
Es hora de irme, ya pronto va a oscurecer, y no quiero que la noche me encuentre aquí.  No es mi lugar. Vuelvo al silencio y a la soledad.  A donde pertenezco…


domingo, marzo 01, 2015

Ambroise, ángel


Ambroise despertó completamente desorientado. Lo último que recordaba era el terror que sintió cuando, luego de ingerir la mezcla de yodo y alcohol que su boss le hizo tomar, empezó a sangrar por todos lados.  El cuerpo se le adormeció y perdió la conciencia. 

La Missy no se la hubiera dejado ingerir. Miguel se la hizo beber destruyendo, luego de haberlo creado, a la única persona con quien ella podía desahogarse.  De esa forma, esperaba obligarla a hablar con él. Ambroise entendía la actitud de la joven. A él también le habría herido el engaño de que la hizo objeto el boss para conseguirla. Y más aún, la dolorosa e incluso cruel manera en que supo que Miguel era casado.

Tenía que orientarse porque había dejado a la Missy sola, en una isla extraña, cuidando la vespa.  Tenía puesta una cotona blanca, de hospital, que le quedaba grande.  Mala cosa, pensó Ambroise, porque si estaba en el hospital debía estar grave, y para darle más peso a su suposición se dio cuenta que sorprendentemente se había encogido.  Estaba más negro, pequeño y flaco de lo que jamás había sido.  Eso sí, estaba seguro que ahora guardaba más relación con el Ambroise que la Missy veía que con el que Miguel había creado.

 Se fue a rascar la cabeza, cosa que siempre hacía cuando estaba confundido y necesitaba pensar.  Pero su mano chocó con un objeto sobre su cabeza, cuyo propósito desconocía.  Lo malo es que el objeto parecía flotar en el aire.  Pasando la mano cuidadosamente a su alrededor, se dio cuenta que el mismo era redondo y que, como las donas que el boss se comía y que le subían el colesterol, era hueco en el medio.  Se hubiera quedado tranquilo aunque igual de perplejo, sino hubiera sido porque vio una hermosa pluma blanca revolotear. Se dobló a recogerla para examinarla mejor, y notó que sus pies flotaban al aire y que la base que lo sostenía era blanca y mullida. Entonces comprendió que estaba en el cielo, a dónde Miguel lo había enviado con el tac tac del teclado, y ahora era Ambroise, ángel.

Pensó buscar a Clemente, porque Miguel le había hablado de él, y necesitaba un amigo, pero luego pensó en lo que le había dicho la Missy. Clemente llevaba treinta años pidiendo perdón por el mismo pecado, y alguien que está en esas, debe estar vagando por la tierra como espíritu no reconocido y sumamente atrasado.

Mejor encontrar a la Missy y explicarle que él no la había abandonado.  Que bastante abandono había visto la pobre, que, aunque no decía nada, se le notaba en los ojos.Ambroise bebía mucho, pero no era ciego ni tonto. La cuestión es que ahora, para buscarla, tendría que escabullírsele a San Pedro.

Como vio que nadie lo estaba vigilando, se fue escurriendo hasta que escurrido cayó el negrito en su islita.  Por un momento sintió algo de nostalgia, pero recordó la inmensa paz que había encontrado en su nuevo domicilio, así que decidió apresurarse a encontrar a la Missy, antes que San Pedro lo echara de menos.  La Missy no estaba, pero sí su vespa, recostada a la pared dónde él la había dejado.  Fue a rascarse la cabeza para poder pensar, cuando recordó que el alo que llevaba le dificultaba el acostumbrado gesto. 

Apenas pensó dónde podría estar la Missy se encontró sentado en un piso de madera.  Por suerte no le dolió la caída, ventajas de ser un ángel. Siguiendo el conocido tac tac, encontró a la Missy sentada frente a la computadora tecleando.  Ella no lo vio, pero a él le bastó una mirada para darse cuenta del intrincado tejido roto en su corazón. Y aunque ella no lo podía oír, allí mismo le comprometió: "blackie will be back Missy, to mend your heart". Se miró sus burdos dedos que iban a tener que aprender a tejer y en un parpadear de ojos se encontró matriculado en el curso introductorio de tejido que ofrecía la Virgen María.

El no sólo era el único ángel varón tomando el curso, también era el único negrito. La Virgen se le acercó a preguntarle si estaba seguro de estar en el curso correcto, a lo cual, asustado, y con ojos desorbitados contestó en la afirmativa: "Missu', blackie promised Missy he would mend her heart". La Virgen sonriendo, le dio las agujas, el hilo de tejer, y el modelo del infame punto que debía aprender.  Tan pronto empezó a clavarse las agujas en sus encallecidos dedos, se acordó de Miguel y toda su parentela.  Por su culpa estaba metido en aquel lío.  Pero por la Missy estaba dispuesto a aprender a tejer.