Siento las burbujas del agua chocar contra mis pies y me alegra el haber
llegado acá. Me quedo fijo mirando una
rana que se mueve entre la hojarasca. No
le tengo miedo y la miro con detenimiento: las membranas de las patas, la piel
rugosa, los ojos saltones. Nunca toqué una, tenía miedo de que me salieran
verrugas, además de que las encontraba absurdamente feas y asquerosas. Ella
salta y sigue su camino, y vuelvo a mirar las burbujas a mis pies. Siempre me gustó más venir al lago que ir a
la playa. El ruido de las olas al
rebotar contra las rocas, la profundidad y la fuerza del agua me
angustiaban. Aquí es diferente, el agua
es fría pero tranquila, y es como si me contagiara su paz. Podría estar aquí todo el día, contemplando
el agua, el bote que une las orillas del lago yendo y viniendo, el sol que ha
ido cayendo despacio. Pero no es mi
lugar, ya no. Me levanto y mentalmente doy gracias por la paz adquirida y
regreso a la soledad de mi silencio.
sábado, marzo 28, 2015
domingo, marzo 22, 2015
De vuelta
Siempre me han llamado la atención las monedas que la gente lanza al
agua. Cada una de ellas representa un
sueño, un pedido, un milagro. En algún
lugar leí que cada cierto tiempo las recogen y las donan a una institución
caritativa, no recuerdo cual. Supongo
que para entonces los que la lanzaron habrán alcanzado o no lo que pidieron. Yo
no creo en los milagros, así que nunca lancé alguna.
Veo gente pasar con barquillas de helado y por un momento pienso en
comprar una, pero cambio de opinión enseguida. Recuerdo un día en que estaba
disfrutando la mía y un niño pequeño se detuvo a mirarme. Sentí vergüenza y deseé comprarle una pero su
madre lo tomó de la mano y se lo llevó. Hay tantas cosas de las que algunos
afortunados disfrutamos. Pero quizás no
es que no pudiera comprarla, a lo mejor solo lo protegía de una sobredosis de
azúcar.
La cuestión es que me entretengo muchísimo aquí, viendo pasar la
gente. Admirando la manera en que se
visten los más jóvenes y algunos no tan jóvenes, sin complejos de ninguna
clase.
Me duele ver las parejas mayores y me fijo en particular en las que van
hablando. ¿Qué tienen que decirse personas que llevan dos terceras partes de su
vida juntos? Que se ven todos los días,
que no tienen experiencias que no hayan sido compartidas. Cuando estaba recién casada y aún más tarde,
nunca tuve nada de qué hablar con mi esposo (ni él conmigo). Una pareja aburrida uno del otro desde sus
comienzos. Pero una no sabe cuándo
cortar el cordón umbilical y declararse libre e independiente. Cuando lo hice ya era tarde… Demasiado
tiempo, demasiada invisibilidad. Me
negué a ponerme bajo el foco, preferí seguir siendo lo que era… Quizás en realidad era invisible. Ahora, en ocasiones, el arrepentimiento es
una punzada en el pecho. Me duele pensar que en tantos años no rescaté una
vida.
Es hora de irme, ya pronto va a oscurecer, y no quiero que la noche me
encuentre aquí. No es mi lugar. Vuelvo
al silencio y a la soledad. A donde
pertenezco…
domingo, marzo 01, 2015
Ambroise, ángel
Ambroise despertó completamente desorientado.
Lo último que recordaba era el terror que sintió cuando, luego de ingerir la
mezcla de yodo y alcohol que su boss
le hizo tomar, empezó a sangrar por todos lados. El cuerpo se le adormeció y perdió la
conciencia.
La Missy no se la hubiera dejado ingerir. Miguel
se la hizo beber destruyendo, luego de haberlo creado, a la única persona con
quien ella podía desahogarse. De esa
forma, esperaba obligarla a hablar con él. Ambroise entendía la actitud de la
joven. A él también le habría herido el engaño de que la hizo objeto el boss para conseguirla. Y más aún, la
dolorosa e incluso cruel manera en que supo que Miguel era casado.
Tenía que orientarse porque había dejado a la
Missy sola, en una isla extraña, cuidando la vespa. Tenía puesta una cotona blanca, de hospital,
que le quedaba grande. Mala cosa, pensó
Ambroise, porque si estaba en el hospital debía estar grave, y para darle más
peso a su suposición se dio cuenta que sorprendentemente se había encogido. Estaba más negro, pequeño y flaco de lo que
jamás había sido. Eso sí, estaba seguro
que ahora guardaba más relación con el Ambroise que la Missy veía que con el
que Miguel había creado.
Pensó buscar a Clemente, porque Miguel le
había hablado de él, y necesitaba un amigo, pero luego pensó en lo que le había
dicho la Missy. Clemente llevaba treinta años pidiendo perdón por el mismo
pecado, y alguien que está en esas, debe estar vagando por la tierra como
espíritu no reconocido y sumamente atrasado.
Mejor encontrar a la Missy y explicarle que
él no la había abandonado. Que bastante
abandono había visto la pobre, que, aunque no decía nada, se le notaba en los
ojos.Ambroise bebía mucho, pero no era ciego ni tonto. La cuestión es que
ahora, para buscarla, tendría que escabullírsele a San Pedro.
Como vio que nadie lo estaba vigilando, se
fue escurriendo hasta que escurrido cayó el negrito en su islita. Por un momento sintió algo de nostalgia, pero
recordó la inmensa paz que había encontrado en su nuevo domicilio, así que
decidió apresurarse a encontrar a la Missy, antes que San Pedro lo echara de
menos. La Missy no estaba, pero sí su
vespa, recostada a la pared dónde él la había dejado. Fue a rascarse la cabeza para poder pensar,
cuando recordó que el alo que llevaba le dificultaba el acostumbrado gesto.
Apenas pensó dónde podría estar la Missy se
encontró sentado en un piso de madera. Por
suerte no le dolió la caída, ventajas de ser un ángel. Siguiendo el conocido
tac tac, encontró a la Missy sentada frente a la computadora tecleando. Ella no lo vio, pero a él le bastó una mirada
para darse cuenta del intrincado tejido roto en su corazón. Y aunque ella no lo
podía oír, allí mismo le comprometió: "blackie
will be back Missy, to mend your heart". Se miró sus burdos dedos que
iban a tener que aprender a tejer y en un parpadear de ojos se encontró
matriculado en el curso introductorio de tejido que ofrecía la Virgen María.
El no sólo era el único ángel varón tomando
el curso, también era el único negrito. La Virgen se le acercó a preguntarle si
estaba seguro de estar en el curso correcto, a lo cual, asustado, y con ojos
desorbitados contestó en la afirmativa:
"Missu', blackie promised Missy he would mend her heart". La Virgen
sonriendo, le dio las agujas, el hilo de tejer, y el modelo del infame punto
que debía aprender. Tan pronto empezó a
clavarse las agujas en sus encallecidos dedos, se acordó de Miguel y toda su
parentela. Por su culpa estaba metido en
aquel lío. Pero por la Missy estaba
dispuesto a aprender a tejer.
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