sábado, marzo 28, 2015

Un alma en paz



Siento las burbujas del agua chocar contra mis pies y me alegra el haber llegado acá.  Me quedo fijo mirando una rana que se mueve entre la hojarasca.  No le tengo miedo y la miro con detenimiento: las membranas de las patas, la piel rugosa, los ojos saltones. Nunca toqué una, tenía miedo de que me salieran verrugas, además de que las encontraba absurdamente feas y asquerosas. Ella salta y sigue su camino, y vuelvo a mirar las burbujas a mis pies.  Siempre me gustó más venir al lago que ir a la playa.  El ruido de las olas al rebotar contra las rocas, la profundidad y la fuerza del agua me angustiaban.  Aquí es diferente, el agua es fría pero tranquila, y es como si me contagiara su paz.  Podría estar aquí todo el día, contemplando el agua, el bote que une las orillas del lago yendo y viniendo, el sol que ha ido cayendo despacio.  Pero no es mi lugar, ya no. Me levanto y mentalmente doy gracias por la paz adquirida y regreso a la soledad de mi silencio.


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