jueves, junio 25, 2009

Cuco en mi cabeza

Mi hermana tiene la costumbre de dar su segundo nombre cuando en algún lugar, para llamar su turno, le preguntan cómo se llama. Así, María se convierte en Isabel porque, según dice, María es un nombre común. Mi amiga Isabel se cambia el suyo a Luisa en casos similares. Yo, que nunca quise llamarme como me llamo, soy incapaz de decir que me llamo Patricia (como me habría gustado), o Margarita (como me habría conformado), y doy mi verdadero nombre.

El que no me guste mi nombre es lo de menos, porque tampoco me gusta mi cara, ni el que mi cerebro se niega a pensar y mi boca a articular palabra alguna cuando me dirige la palabra alguien. No solo alguien a quien quiera impresionar, o alguien que me imponga con su sola presencia, alguien es cualquiera. Estoy tan acostumbrada a estar sola y en silencio que me turba el tener que sostener una conversación.

Hay una sola cosa mía que amo sin reservas. Hace más de cuatro años, en un momento de debilidad y también de soledad, luego de decir que no me expondría más a perder uno, adquirí otro pajarito. Al principio, con mucho miedo y timidez de parte de ambos, y ahora con la confianza que dan los años convividos, Cuquito escucha mis historias, interviene en mis llamadas telefónicas, se niega a dejarme dormir una siesta durante el día, y me levanta apenas amanece. No acepta la tranquilidad de su jaula si estoy en casa, y para llamar mi atención si se siente ignorado no le arredra picarme los pies. Su lugar favorito para acampar es mi cabeza, especialmente si sospecha que planifico salir. Le encanta jugar al esconder y ha aprendido a silbar de una vecina porque yo, hasta hace muy poco, no podía hacerlo.

Nunca le he preguntado a Cuquito si le gusta su nombre, pero no creo que le importe que es uno muy común, como imagino que tampoco le importa no tener plumas en el cuello. Cuando lo traje a casa la única palabra que sabía decir era Cuquito y no tuve valor para cambiarle el nombre. Le llamo Cuquito, Cuco, Cuquín, o cualquier variante que se me ocurra. Aunque a veces, como el Chavo del ocho, “me desespera”, se me hace muy difícil pensar que él no estuviera.

Te quiero en mi cabeza, Cuco. Besos…

2 comentarios:

lucille lang correa dijo...

Que te dure muchos años...

margret dijo...

Gracias, Lucille. Mi hijo alado es muy especial para mí. Un abrazo...