lunes, agosto 31, 2009

Embriagando los sentidos

Calcinar contigo la eternidad hasta convertirla en siempre. Fernando Luís Pérez Poza

En movimiento, Cloé le recordaba la gracia sutil de una mariposa azul en vuelo o de un felino cuando va caminando lento hacia su presa. Traía a su presente la escena de una película que había visto hacía años en que la pareja protagonista bailaba un tango, los pies marcando pasos ágiles, rápidos pero acompasados mientras los cuerpos en sinuosos movimientos se hacían el amor impúdicamente. Esa escena lo había dejado jadeante, tenso como un alambre que ansía sentirse trabajado por las manos del orfebre.

Con ella alcanzó la plenitud y liviandad que imaginó posible entonces porque el frotar de sus cuerpos sudorosos exprimía de ella los aromas y jugos que le fascinaban: Cloé sabía a manzanas frescas, a naranjas recién recogidas, a melocotones jugosos y dulces; olía a blanco: a nardos, a azucenas, a gardenias.

Pero ahora, en un momento de debilidad le había confesado que ella llenaba todos y cada uno de sus sentidos como nunca antes mujer alguna lo hizo, y Cloé había reído con la risa gutural que le recordaba que ella venía de estar con cientos de hombres y sabía lo que era necesario para embriagar a cada uno de ellos. Una risa burlona y cortante que le había perforado el cuerpo desatando una furia que lo llevó a apretarla muy fuerte hasta dejarla completamente seca, con un olor pringoso y nauseabundo.

Se levantó despacio, se vistió y salió arrastrando los pies, dejando en aquella habitación, encadenada para toda la eternidad, su alma.

3 comentarios:

Marisol Cragg de Mark dijo...

Me gustan los cuentos cortos pero que van al grano.
¡Vaya! al final él mató a Cloé :-0
Te sigo. Muchos saludos desde Berlín.

margret dijo...

Nunca le gustó que se burlaran de él... :-))

Silvia Giordano dijo...

Nada seca más el alma que un sentimiento mal direccionado.
Muy bueno!