domingo, marzo 15, 2009

Rosario

Rosario estaba resignada a la vida que le había tocado. Para ella, todos sus días eran martes o viernes o domingos de Cuaresma y solo existían los cinco misterios dolorosos. Sabía de los gozosos, de los gloriosos y hasta de los luminosos, y puntillosamente los rezaba en el orden diario en que había aprendido cuando de pequeña iba a las clases de catecismo, pero solo por motivo de disciplina.

En el pueblo decían que no pasaría de ser una solterona beata, y aunque a todas luces parecía que se conformaba, secretamente, cuando rezaba, pedía a Dios una motivación para seguir viviendo. En ocasiones, le parecía que podía sonar a reproche y no siendo esa su intención, inmediatamente se persignaba, y le pedía perdón al Señor.

La Cuaresma se anunciaba calurosa y seca. Era lunes y Rosario estaba sentada en el balcón de su casa apenas comenzando con el primer misterio gozoso, La Anunciación, cuando vio al extranjero pasar. El hombre se le quedó contemplando como si quisiera poseerla con la mirada. Por primera vez en su vida, Rosario olvidó el orden de los misterios del día. Para cuando él se perdió al virar la esquina, estaba definitivamente enamorada, y se había saltado los misterios hasta la presentación en el templo.

No podía dormir, no podía comer. Nadie parecía haber visto al extraño, y aunque se sentaba todas las tardes a la misma hora en el balcón a rezar, la verdad era que no podía concentrarse. Sólo podía pensar en la agonía que representaba el no ver nunca más al hombre que amaba, con lo cual, y justo en Cuaresma, había perdido el sentido de los días y los misterios correspondientes.

Era como si llevara una pesada cruz a cuestas. Los domingos eran aún más tristes, era el día en que más sola se sentía y para colmo eran domingos de misterios dolorosos. En esas estaba, cuando divisó al hombre. Este la miró de frente con una sonrisa en los labios, quitándose el sombrero en señal de saludo. Fue entonces que Rosario recordó que era Domingo de Resurrección… y que correspondían los misterios gloriosos…

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