lunes, diciembre 22, 2008

La estrella en el pesebre


La navidad nunca ha sido especial para ella. De hecho, la hace sentir inmensamente triste y agudiza la soledad en que vive desde hace muchos años. Cumple con lo esperado: va de tiendas, compra los regalos y hasta comparte con amigos y conocidos las fiestas significativas. Este año, cosa inusual en ella, puso en su apartamento un pequeño nacimiento para que le recuerde el verdadero motivo de las fiestas. Aún no ha encendido ni una sola vez la única lucecita que alumbraría el pesebre: la estrella de Belén. No ha querido hacerlo porque igual que otros años siente como si vagara en el espacio, la cabeza llena de una bruma espesa que no le permite pensar ni disfrutar las actividades. Es como si viviera en otra dimensión, una dimensión deshabitada, excepto por ella.

Esta navidad es particularmente difícil porque justo antes de caer en las fiestas le sucedió algo que no le pasaba hacía muchos años. Posiblemente él ni se enteró, pero la cautivaron su voz y sus maneras galantes. Deseó como hacía tiempo que no deseaba nada que él se fijara en ella. Ahora ansía saber si dejó huella y si él la piensa tanto como ella a él. Le bastaría una llamada que demostrara su interés, que devolviera una de las varias que ella le ha hecho con excusas plausibles. Solo que ya no le resta ninguna y no quiere ser inoportuna.

Una llamada de él es lo único que desea en esta navidad fría y lluviosa, una llamada que sea la estrella que alumbre su belén. Ha prometido que si él llama, intentará disfrutar las fiestas porque tendrá un calorcito especial en el alma. Su pesebre no estará vacío ni frío y brillará la estrella; nacerá el niño Dios y con Él la esperanza.

Cada vez que su móvil timbra mira el número que se refleja en la pantalla, e imagina lo hermoso que se verá el nacimiento con la estrella encendida cuando sea él quien llame.

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