jueves, enero 01, 2009

La fe

Se había aferrado a la fe cuando se dio cuenta que ya no le quedaba nada, y a fin de cuentas la fe era liviana. Le hablaba cada noche mientras contemplaba las estrellas soñando despierta, y la fe nunca rebatía ni desmentía; tampoco prometía porque su presencia era siempre silente. Estaba segura que mientras marcharan juntas nada le faltaría, pero comenzó a preocuparse cuando miró a su alrededor y vio que era la única que aún cargaba fe.

Los otros tenían los ojos con la mirada perdida, los labios entreabiertos, los vestidos rasgados y arrastraban los pies. Se dio a la tarea de convencerles que la fe hacía diferencia, pero todos le pasaban de lado, sin prestarle atención. “La fe salva”, gritaba, “la fe nos renueva la vida”. Un pordiosero se detuvo a escucharla largo rato mientras ella ensalzaba a la fe.

─ Dime ─preguntó el pordiosero─ ¿qué ha hecho por ti esa fe? ¿Eres diferente a mí, a nosotros? ¿Te has mirado al espejo?

Sacó de entre sus desgastadas vestiduras un pedazo de espejo y la obligó a mirarse: la mirada perdida, los labios resecos y entreabiertos. Adivinó sin verlos sus vestidos raídos y en sus manos se estremeció la fe. La apretó contra el pecho y se alejó callada, arrastrando los pies.

No hay comentarios.: