viernes, julio 10, 2009

Más'alante vive gente

Se arregla de prisa porque se le está haciendo tarde. Nunca le ha gustado guiar de noche y menos estando sola. Teme que algo le suceda al auto o a ella y no sepa qué hacer. Le dio trabajo decir que iría. Tantas veces les ha dicho que no, que no puede ir, pero esta vez el cansancio la venció y acabo por comprometerse a ir.

También la venció el que nunca va a ningún sitio y las horas siguen pasando y la noche le sigue al día, y así corren los siete días de la semana, y los meses y lleva años varada en el mismo sitio. Se prometió que lo intentaría… que pondría todo su esfuerzo en recobrar la vida que perdió hace años y esta es la primera prueba.

Se mira al espejo. No usa demasiados afeites; con un poco de maquillaje y recogido el pelo en una cola se ve bien. No está segura de quienes irán. Imagina que muchos se asombrarán de verla, es posible que algunos piensen que había muerto o quizás mudado a otro país. Hace tantos años… Se prohíbe sacar la cuenta.

Si tan solo la noche no se hubiera caído tan rápida. Le debía dar igual pero en las noches prefiere la tranquilidad y el silencio de su apartamento. Se había prometido salir temprano para encontrar el lugar y un estacionamiento con calma. Podría llamar un taxi, claro, pero no tiene idea de la hora a que termina la actividad y no quiere dar la nota discordante saliendo apenas llega porque se va a su casa en taxi.

Quizás alguno estaría dispuesto a traerla a casa. No puede ir contando con eso, porque desconoce si alguno vive cerca y estaría dispuesto a desviarse para traerla a casa y tampoco quiere que piensen que con los años se ha vuelto pusilánime. No que no lo fuera antes, pero del brazo de un hombre es diferente, y ahora no tiene quien la escolte. Tampoco quiere, está clara. No quiere que nadie invada su espacio cambiando cosas de lugar, tirándolas en cualquier lado, alterando las vibraciones en su espacio. Eso bueno tiene la soledad, uno acaba por acostumbrarse a ella.

Afuera ya es noche cerrada y ni siquiera sabe qué va a ponerse. No tiene idea de lo que se está usando ahora para ese tipo de actividad. Debió preguntar, pero no quiso hacer el ridículo. Dos armarios de ropa y no encuentra nada que ponerse. Unos jeans y un suéter, eso le parece bien. Pero ella no es de mahones. Un vestido de esos largos de moda. Tiene varios. ¿Por qué siempre le ha sido tan difícil tomar decisiones? Igual, al final a nadie le importa lo que se ponga. Claro, que mañana se llamaran entre ellas para comentar lo ridícula que se veía, la pobre. No soporta la conmiseración y no quiere ser objeto de burla.

Toma el teléfono. Nadie dirá que ha perdido el sentido de responsabilidad y la cortesía. Su hermana ha tenido un percance le dice a la amiga a la cual le prometió que esta vez, sin falta, asistiría. Será la próxima, le promete. Claro, le dice la voz al otro lado, no te preocupes. Sabe que no volverá a invitarla. Lo mismo da, como dice el refrán más’ alante vive gente.

2 comentarios:

lucille lang correa dijo...

La verdad que este cuento agarra.
Bien escrito, produce emociones
con los que todos nos podemos identificar y es corto. Te felicito y espero verte en Sagrado
para escuchar nuevas voces
Abrazos
Lucille

Silvia Giordano dijo...

Muy buen relato. Y cotidiano ¿quién puede negar que en algún momento estuvo ahí?
Saludos!