sábado, abril 25, 2009

¡Feliz cumpleaños!

Siente la tristeza correrle por las venas y alojarse en el corazón y la deja escapar en forma de suspiro. Es un leve chasquido que acrecienta el dolor porque entonces toma conciencia de la falta de alegría en su vida. La espera interminable por quien nunca llegó. Los sueños que nunca alcanzó. La pérdida de la juventud, el desvanecerse de las ilusiones, la lucha por la supervivencia. En días como hoy en que piensa que pudo haber sido diferente, la opresión en el pecho es mayor porque entonces le parece que todos a su alrededor son dichosos y que ella es la única que está sola y desamparada.

Afortunadamente, celebramos nuestro nacimiento solo un día de cada año.

viernes, abril 24, 2009

Alas


─¡He recuperado mis alas! ─me anuncia con una alegría desusada en ella; siempre triste, perennemente deprimida.

Lo tomo a broma, porque no sé a qué se refiere.

─No sabía que alguna vez tuviste alas ─y añado, por que de veras así lo siento─: me alegra mucho verte contenta.

─Sé que no puedes verlas, pero tengo unas inmensas alas blancas. Son para protegerme, para proteger a mis amigos y a todo aquél que lo necesite. Me consta que las tengo porque las vi con los ojos de la intuición en el momento en que me fueron restituidas.

No entiendo, y antes de que pueda decírselo, continúa, hablando sin parar, ella que nunca habla.

─Las tenía de pequeña, pero las perdí entrada en la adolescencia, cuando dejé de pensarlas. Creí que ya no las necesitaba y que eran cosas de niña fantasiosa. Para cuando las necesité e intenté volar nuevamente, no pude, y quedé atrapada en la red del dragón que astutamente las había escondido donde ni siquiera con los ojos de la intuición pudiera verlas. Fueron muchos los años en que intenté infructuosamente escapar de la guarida de mi carcelero. Escapé arrastrándome cuando me di cuenta que aunque no podía volar, yo era la que mantenía cerradas las rejas de mi prisión. Una vez fuera, continué moviéndome pegada a la tierra porque había olvidado que aunque no pudiera volar podía caminar. Para cuando logré ponerme de pie había recorrido un largo sendero lleno de soledades y tristezas. Alejada de todos me había mantenido encerrada en un mundo pequeño, avergonzada de que me vieran moverme cual gusano. Hoy tengo nuevamente mis alas. Sé que me tomará tiempo el reaprender a volar en vez de caminar, pero no me cabe duda que puedo hacerlo, porque seres de luz me guían y acompañan.

Se despide y aleja. No puedo ver sus alas y podría pensar que se ha vuelto loca. Sin embargo sé que ha cambiado y hay una gracia especial en sus pasos como si caminara sobre la superficie sin pisar el suelo. Con tristeza me pregunto si alguna vez yo también tuve alas, y qué debo hacer para recuperarlas.

martes, abril 21, 2009

Desafío y sello


El siguiente relato responde a aun desafío que me hizo Silvia Beatriz (Belen de Escobar en prosa y verso). El mismo consiste en escribir un cuento, oración, definición o una poesía que contenga las palabras: VIDA, AMOR, SEXO, LITERATURA, VIAJE, CINE. Para ser acreedora al sello de premio debe además pasarse, de ser posible, a seis blogs de mujeres. En este caso, paso el reto a cada una de las seis compañeras y amigas que escriben en azules naranjas:

http://www.azulesnaranjas.blogspot.com/

He dejado además un mensaje a aquellas que tienen blogs individuales:

http://katinkadas.blogspot.com/

http://disparatesenprosayverso.blogspot.com/

http://delosmaresyotroscuentos.blogspot.com/

Mi escrito:

Siempre quiso vivir como si su existencia fuese un libro interesante. Uno de esos que el lector no puede soltar una vez comienza a leerlo, porque las historias de amor y sexo lo atrapan y lo arrastran a entrar en él, convirtiéndolo en personaje, partícipe y cómplice en ese viaje audaz. No le interesaba que su vida pasara a ser literatura que trascendiera su época. Le bastaba con que fuese un guión excitante que algún atrevido productor llevara al cine, haciendo de ella un personaje inolvidable como Lolita o Scarlett.

Ahora, tan cercano el final, ya no es importante si lo logró o no; eso sí, su diario es testigo de que disfrutó cada instante.

jueves, abril 16, 2009

Vestido de tristeza


Hay días en que me levanto triste pensando que no he hecho nada de utilidad en mi vida y que cuando me vaya de este mundo no dejaré ninguna huella. Hay otros en que me levanto triste pensando en lo inmenso de mi soledad. No importa la razón, siempre acompaña este abatimiento la certidumbre de que jamás podré librarme de esta tristeza.

Se supone que es cuestión de mirada: si veo el vaso medio vacío o a medio llenar. Si cambio mi actitud, mi configuración mental, podré salir de este desánimo, dejar atrás la congoja y echar a caminar. Es cuestión de zapatos, tengo piedras en los míos y así no se pueden contemplar las estrellas; no hay forma que los cambie, tal parece que llevo las piedras pegadas a los pies.

No creo que sepa ya vivir sin la tristeza, tan acostumbrada estoy a esa parte oscura de mí misma. Es como mi piel: vestido que no me satisface pero que llevo puesto, con el que he vivido, seguiré viviendo y moriré.

viernes, abril 10, 2009

En cuestión de amores

Llegar hasta ella se había asemejado a correr un maratón. El de Nueva York por ejemplo. Los corredores salían amontonados y se iban separando para ir llegando a la meta chorreando agua y sudor, con los músculos tensos y temblorosos. Tenían que entrenar por meses y años para correrlo, pero a Juan Carlos le parecía que había entrenado para aquél desde el momento en que, habiendo adquirido conciencia de que le gustaban las chicas, se había dedicado a conseguir los favores de cuántas se le antojaban.

Virginia le había atraído desde la primera vez que la vio a pesar de que era, debía confesarlo, demasiado joven. Su aire de inaccesibilidad y retraimiento, que para algunos era un desprecio, para él, más maduro, resultaba un desafío. Seguro de sí mismo, sabía que gustaba a las mujeres de todo tipo y edades. Además de su físico, fruto de una fiel rutina de ejercicios, y la sonrisa pícara y hasta coqueta con que la naturaleza le había dotado, tenía un timbre de voz que había hecho que más de una se rindiera a sus pies. Estaba seguro que la joven, aunque inmersa siempre en su música, tarde o temprano se sentiría atraída. Bastiones que parecían menos viables que la chica se le habían rendido.

Solo un problema le presentaba Virginia y es que la joven era soltera y no se le habían conocido hombres. Tenía por norma, para evitar malos entendidos y reproches, acercarse a mujeres casadas o comprometidas. De esa forma, quedaba establecido sin necesidad de palabras, que la relación no representaba obligación alguna y cualquiera de las partes era libre para terminarla.

Ahora, cuando al fin la tenía frente a él, los grandes ojos malva más grandes aún en ese momento, los labios entreabiertos, el pecho tembloroso como si fuera ella quien hubiese corrido el maratón, le parecía un pajarito herido y asustado. La curiosidad, a la que nunca había dado paso antes frente a una mujer, se apoderó de él y para su propia sorpresa se encontró preguntándole si había conocido a otros hombres. Ella no debió entenderle porque contestó que sí, que tenía muchos amigos.

─ Quise decir en el sentido bíblico ─ y apenas se escuchó decir esa cursilería, cliché requete gastado, se habría mordido la lengua.

─ Si lo que me preguntas es si me he acostado con otros ─le dijo ella sin apartar su mirada malva de los ojos de él ─la contestación es no. Como en la música, la que siempre he estudiado con virtuosos, desde muy niña decidí que en cuestión de amores mi maestro serías tú. Luego me encargaré de practicar con otros.

martes, abril 07, 2009

Está permitido soñar

“Está permitido soñar”, decía mi abuelo siempre que lo sorprendía pensativo y le preguntaba que qué hacía. “Hasta a los viejos les está permitido…” y sonreía. Yo creía entender sus palabras porque en mi cabeza de niña bullían los sueños.

Soñaba con ser grande y poder usar los cosméticos y los tacones altos que usaba mi madre. Soñaba con tener un novio que me robara besos a escondidas cuando papá y mamá no los miraban, como hacía mi hermana y el suyo. Quería tomar vino en finas copas de cristal y brindar por la vida y la felicidad y el éxito como hacía mi padre cuando celebraba un nuevo triunfo. O cuando terminaba un año y comenzaba otro…

Hoy que soy grande, que estoy sola y me siento sola y veo canas y arrugas cuando me miro en el espejo, echo de menos a mi abuelo. Hoy que mi edad se acerca más a la de él que a la de la niña preguntona que fui, me pregunto si él tenía razón y hasta a los viejos les está permitido soñar.

lunes, abril 06, 2009

Solo una vez

Quisiera llamarte, oír tu voz. Solo una vez más, me repito, solo una… Pero sé que como al adicto no me es fácil romper vicio, y si llamo una vez más, te seguiré llamando…

miércoles, abril 01, 2009

La foto en el espejo

El techo de mi habitación es un inmenso espejo en el que en las noches veo reflejada una foto de mi familia, en la que yo no estoy. Me hace gracia pensar que soy yo la fotógrafa. Nunca he tenido habilidad para bregar con máquinas, aún las más sencillas.

Mis hermanas y hermanos están todos de pie, excepto Adrián, el más pequeño. Mi mamá lo tiene sentado en la falda, mientras mi padre, sentado junto a ella, los mira con una mezcla de amor y orgullo. Adrián nació cuando todos estábamos crecidos, y mi madre pensaba que ya no había peligro de quedar embarazada.

Luis y Laura, los mayores, están uno junto al otro. Tienen mucho en común. Comparten el amor por la poesía y al arte. Laura escribe poemas al alma gemela que busca, y cuando no está escribiendo sus versos, pinta. Por sus venas corre sangre de artista, herencia de la familia de mi madre.

Teresa, tan blanca y con el cabello tan negro… Secretamente la envidio, porque es la más hermosa, aunque se pasa pidiendo a mamá que la saque de la escuela antes de que la hagan ir. Le encanta tejer y coser, y podría, si quisiera, montar su propio taller y fácilmente ganarse la vida haciendo lo que le gusta: crear los vestidos que diseña.

Alberto tartamudea cuando se pone nervioso. A mamá le preocupa que haya heredado la propensión a las melancolías de que padece mi padre, quién además se pasa mirando por las celosías para estar seguro que nadie le ha seguido a casa.

Elvira es solo un año mayor que yo pero parece poseer la sabiduría colectiva familiar. Siempre tiene una solución para los problemas que nos aquejan y es fácil hablar con ella. No hay secretos entre nosotras, es mi mejor amiga. Como yo, tienen dos pies izquierdos para el baile, pero es tan animada y chistosa que no le faltan admiradores aunque Teresa ande cerca.

En las mañanas, puedo ver sobre la cómoda el retrato, y entonces estoy en él, de pie, junto a Elvira. Me pregunto cuanto tiempo faltará para estar en el que se refleja en el espejo, cielo de mi habitación, y si es cierto lo que dice mi hija que sostiene que para entonces seré la mayor, porque, aunque inmóvil en este lecho les he sobrevivido a todos.