jueves, julio 10, 2014

Arenas


Una mancha de buitres lo ha venido siguiendo. Se repite que no hay buitres en el desierto (o ¿sí los hay?) y sigue caminando aunque no está seguro del sendero.  Lleva muchas horas avanzando y según su cuenta ya debió haber llegado al campamento. Cuando salió estaba seguro de que tenía claras las señales del camino, pero la mancha de buitres lo distrae y los montículos de arena le parecen todos iguales. Le preocupa la inmensa nube negra en el horizonte. Nubes negras que anuncian la tormenta que se le viene encima. El viento silba levantando ráfagas de arena. Maldito, maldito desierto en un país ajeno, desconocido e inhóspito.

La fuerza de las ráfagas lo atrapa, pierde el paso, y cae. La fina arena se cuela por todos los orificios expuestos: los oídos, la nariz, los ojos y la boca. De pequeño, su abuelo le traía un fino polvo insípido en conos de colores que se le atragantaba en la garganta. Prefería dulces de menta o chocolate. Me ahoga, abuelo, le decía, pero era inútil. Como resulta inútil ahora tratar de levantarse, porque la fortaleza de las ráfagas lo empuja. Se hace un ovillo: sus brazos sosteniendo las rodillas, sus manos protegiendo la boca para que la arena no se cuele por ella.

No puede abrir los ojos, pero lo prefiere porque le parece sentir que los buitres rastrillan en la arena que cae sobre él desde todos las direcciones. Y se  ve: un mogote de arena. No es uno sino dos, el otro es el que ve. Hace un esfuerzo desesperado, y el otro se esfumina y solo queda uno, el que no ve.  Él que es un montículo de arena.

 Allá abajo, el otro ha visto el campamento y despacio el ciego avanza hacia donde vio el otro el campamento y la silueta del hombre que espera para socorrerlo. Adelanta, y la silueta se acerca, cada vez más próximo a ella, porque vuelve a ser dos y puede verla. Imbécil país de mierda que tuvo miedo de morir ahogado en la ventisca. Y sus brazos se aferran a una piedra negra, erguida, que parecía una imagen, pero está tan gastada que su forma humana podría ser solo una ilusión, como ilusión es el otro; y él está solo, abrazado a la piedra, con los ojos abiertos que no ven porque están llenitos de la arena.

1 comentario:

vicance dijo...

esta estupendo pero demasiado corto