viernes, diciembre 05, 2014

Conversación con el siquiatra


Según el país de origen, los humanos damos cosas por sentado. En el nuestro, por ejemplo, uno espera tener derecho a una educación, a poder vivir y expresarse libremente, a tener un trabajo, a conseguir el amor… Pero usted sabe, doctor, que esa es la gran mentira. Uno sale a la calle y cuando menos lo espera lo asaltan y si no tiene dinero, pero sí mala suerte, lo matan. De un auto vecino alguien le grita molesto por algo que ha hecho(o no), y usted le contesta con un vocabulario escogido lo que da lugar a que acaben a golpes en mitad de la calle.  Alguno se adelanta en su auto y ocupa el estacionamiento por el que pacientemente usted esperaba, y se amenazan, si posible, con armas de fuego. Uno teme hasta mirar a la gente a los ojos, porque cuando menos lo espera le preguntan molestos que qué carajo mira… En el trabajo, abundan los envidiosos poniéndole zancadillas, y en el amor… El amor es solo un espejismo, siempre hay alguna razón: dinero, seguridad… nadie es sincero ni fiel. Y todo acaba en desconfianza.  Entonces a uno le cae una depresión encima, el cuerpo desfallece y aparece el deseo de morir, especialmente, cuando, como yo, y usted bien lo sabe, no se atreve a defender sus derechos.… No compro el periódico, no quiero saber lo que pasa en este Puerto Rico de mierda. Pero lo veo en las redes sociales, la gente lo comenta, la televisión es toda violencia.  Lo vivo a diario. ¿Qué quiere que haga? ¿Busco una cueva y me escondo? ¿O compro un arma y acabo con todos los que me joden?
Ya, ya, no se preocupe que estoy en control, no voy a salir por ahí buscando una víctima cualquiera.  Sería incapaz de dañar a nadie que no me haya hecho un daño irreparable.

Gracias a usted entiendo ahora que soy la consecuencia de la maldita disciplina y el ejemplo de mis padres que me urgían a callar y respetar a la gente.  Por suerte están muertos y no pueden ver el guiñapo de hombre en el que ayudaron a convertirme con su actitud ante la vida.  La suerte es suya doblemente porque si estuvieran vivos los mataría por el daño que me hicieron.  Le temían a todo, como si quejarse fuera dañino. Me inculcaron una mentecatez absurda, la que me hace vivir en un constante estado de ira, la que me trago por miedo a las consecuencias.

Sí, lo sé, era otra época, otro tipo de vida, pero eso son solo excusas. Mi padre temía perder su empleo en el gobierno. Bajaba cabeza ante los abusos. Mi madre se sofocaba en su trabajo. Ni siquiera tenían tiempo para amarse, si es que alguna vez lo hicieron. Debo haber sido un estorbo; mi presencia los obligaba a domeñarse y seguir adelante. Solo recuerdo los silencios de él, las lágrimas calladas de ella, y mi retraimiento. Un niño que vaga pegado a las paredes atreviéndose a nada, temiendo que, por su culpa, el frágil equilibrio del hogar se rompa. Demasiada responsabilidad. Eso también es violencia, abuso.

Es alucinante, descojonante, que me haya hecho verlo tan claro y no pueda cambiarlo, cambiarme… Los seres que me formaron no me enseñaron a defenderme cuando es necesario. Muertos, me veo impedido de vengarme. Nunca sentiré el placer de degollarlos con mi navaja y luego revolverles las vísceras. Ese  placer es el único que podría satisfacerme y ayudarme de una vez por todas a soltar el yugo que cargo.

Solo usted ha intentado ayudarme a cambiar. Pero fracasó. Admítalo. Me hizo ver la raíz del problema, pero no ha podido darme las herramientas para resolverlo. ¿De qué vale diagnosticar la condición si no tiene el remedio? ¿De qué me sirve saber lo que mis padres me hicieron y odiarlos por ello, si no puedo redimirme? Necesito ese cambio, ese que es determinante, ese que es imprescindible… Ese que usted no puede ayudarme a alcanzar.
 
¿No cree que es irreparable también el daño que usted me ha hecho? Abrirme los ojos, para que sufra aún más.  Pero…se me ocurre… Quizás…su muerte podría darme, al menos, el placer de la venganza, y con él,  la oportunidad de ser un hombre nuevo. Claro… ¿cómo es que no lo pensé antes?...

¿Por qué me apunta con ese revólver, doctor? ¿No me dirá que me tiene miedo?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que maravilla la forma inesperada como terminas tus cuentos. Definitivamente GENIAL