martes, febrero 03, 2009

Una canción de vida

Ansiosa, espero que Cuquito me llame con su acostumbrada algarabía mañanera. En ocasiones, mientras espero a escuchar sus cantos para levantarme, me sorprendo pensando cómo sería si él no despertara, si mi hijo alado ya no estuviera vivo. Entonces siento una tristeza inmensa porque en los últimos años él ha sido y es mi mayor alegría.

Sus besos han sido los mejores y más dulces, porque salen de su cariño incondicional: no son contados, ni medidos, ni cobrados. Si se enfada conmigo, se posa en el marco de algún cuadro y me da la espalda, pero nunca por mucho tiempo. Se esconde en algún rincón, o debajo de un mueble, o dentro de alguna de las cajas vacías que le he ido colocado en las habitaciones y se delata si no avanzo a buscarlo. Es uno de los juegos que jugamos como niños.

Me tomó años aprender que la amistad no es sincera, que el amor se finge y que la confianza se traiciona, pero desde que está conmigo, Cuquito me ha enseñado que cada nuevo día, esté lleno de sol o cargado de lluvia, se merece una canción de vida.

1 comentario:

lucille lang correa dijo...

mejor descripción pocas, que te dure
muchos años y que bueno que escribes de el merece su propia historia a través de tu blog
Abrazos
Lucille