lunes, septiembre 14, 2009

Mirada que obsesiona

Te miro pero no me miras porque tus ojos se han quedado quietos, su mirada estática fija en el jarrón chino sobre la mesa o en el bodegón que cuelga en la pared. Sobre la mesa dejaste las llaves y los guantes al entrar cuando dijiste “hace frío”. “Sí, hace frío, mucho”, contesté y no entendiste que el frío tuyo era del invierno pero el mío era el vacío de ti y de tus ojos, que ya no me miraban. Esos ojos azules que eran míos y que al mirarme me infundían su fuego, me erizaban la piel, y hacían que mis piernas temblaran. Tus ojos que me traían a la vida, muñeca desprovista de amor y calor hasta que encontré esos ojos de mirada profunda de mar, de pestañas negras, tan largas que las envidiaba y que quería para mí. Mis ojos nunca serían como los tuyos, pero los hice míos como hice mío tu cuerpo. Siempre después de hacer el amor me regodeaba mirándome en ellos, espejos cristalinos que me obsesionaban.

“Tú mirada obsesiona” te dije al conocerte, porque no miento, nunca miento y menos a tus ojos. Y tus ojos brillaron con el fulgor deslumbrante de un sol a medio día, ese sol resplandeciente que uno mira de frente a pesar del temor a cegarse. Y me dejé cegar por ellos para luego sumergirme en las cálidas aguas de tu mirada intensa que me llamaba a hundirme en sus profundidades. Nadé perdiéndome en sus azules cambiantes, y luego me refugié en tus pestañas, muñeca rota sintiendo el calor protector de tu mirada apasionada, dulce y pegajosa. Tu mirada que me había desnudado antes que tus manos me hubiesen desnudado, pero si no lo hubieras hecho tú, lo habría hecho yo porque quería que tus ojos me vieran.

Ahora miro tus ojos que dejaron de verme, no sé desde cuándo dejaron de mirarme y de insuflarme vida. Me marcho porque tengo que marcharme, muñeca deshecha que vuelve a su rincón olvidado, pero llevo conmigo impresa en mi piel y grabada en mi cerebro la mirada azul de tus ojos que ahora vidriosos solo miran sin ver el jarrón chino sobre la mesa, o quizás el bodegón que cuelga en la pared.

5 comentarios:

Marisol Cragg de Mark dijo...

Triste relato pero con fuerza y con mensaje. Cuando el amor se acaba, hay que partir apra no sufrir más.
Un gusto haberte leído.

margret dijo...

Gracias, Marisol..

José Miguel dijo...

Cunta tristeza hay en la vida. Cuantos pasamos por ella y quedamos en su soledad, sin poder salir hacia adelante.

Un relato hermoso en su tristeza. Saludos.

Silvia Giordano dijo...

Si el amor termina... ¿para qué intentar más?
en mi blog http://www.belenprosayverso.blogspot.com está el Sello Cosas Importantes que deseo compartir contigo.
Me honrarías si fueras por él.
Saludos!

Julián Nailes dijo...

El amor es eterno cielo. Jamas lo olvides. Y la muñeca de trapo, se coserá los hilos rotos, y volvera a amar, a sentir a respirar unos ojos bellos.

Un Abrazozzzzz