viernes, diciembre 18, 2009

La promesa de Los Reyes

A Becky: quien durante años cumplió la promesa
Desde temprano, está cocinando las viandas en el fogón de carbón construido fuera de la casa, bajando la ladera. A doña Carmen le es fácil llegar a ella descendiendo por entre las piedras; lleva años haciéndolo, desde el día en que, al quedar viuda, su hijo la trajo a vivir con él y su esposa.

Oye el auto detenerse; es temprano, y a esa hora no baja nadie por la única calle del barrio; la gente decente aún está durmiendo. Excepto ella, que es decente, pero los viejos duermen poco, y a su edad, es la más vieja del barrio. Ya no lleva la cuenta, paró de hacerla pasada la curva de los ochenta. Se asoma al oír un auto y reconoce a la conductora. Es visitante asidua en la casa grande, la que queda al final del camino, y viene a ayudar en los preparativos de la Fiesta de Reyes. Es una promesa que la dueña de la casa heredó de sus abuelos y que cumple año tras año, con la ayuda de amigos que vienen de la capital cargando con juguetes.

La invita a tomarse un café negro puya, acabadito de colar, acompañado con batatas asadas, y mientras come, la joven le hace chistes de un morado subido que degusta en carcajadas que estremecen su ya frágil cuerpo, y que dejan afuera las encías desdentadas, por que la caja de dientes que le hizo el dentista le molesta. Por eso no irá a la fiesta, no se siente cómoda comiendo entre la gente, pero está contenta: los Reyes Magos regresan con la promesa este año.

En la casa al final del camino, se amanecerán envolviendo juguetes y preparando bolsitas de bombones, presentes de los Reyes Magos a los niños del barrio. Habrá comida, lechón asado a la vara, pasteles, viandas y arroz con gandules, y de postre, tembleque, majarete y arroz con dulce. No faltará la cerveza ni el ron para los adultos, y alguien sacará el cañita que preparó en el alambique detrás de la casa. La fiesta acabará de madrugada, cuando ya estén roncos de cantar aguinaldos, décimas y música corta-venas, la que nunca falta luego de darse unos tragos, aunque sea día de Reyes, porque la Navidad es para los niños, los adultos cargan las nostalgias y las tristezas. Los músicos serán los últimos en irse, regodeándose para un ultimo trago, o algo de comer.

Es Navidad, muy temprano y la gente decente está durmiendo, pero igual, he bajado por la única calle del barrio porque es día de Reyes. Hace tiempo que la casa grande esta vacía, y no se celebra la fiesta. Los niños han crecido, muchos se han mudado del barrio buscando un mejor ambiente y más oportunidades. En la calle, doña Carmen, absorta en su mundo, sonríe, mientras barre con un trapeador… Pero ellos no me decepcionan, por la cordillera los veo bajar cumpliendo la promesa. Los tres vienen a caballo, por supuesto...

2 comentarios:

lucille lang correa dijo...

precioso final bueno Rosa tus cuentos no terminan, sigue asi cuenta cuentos...

Silvia Giordano dijo...

Muy buen relato. Y esos tres que llegan... Me gustó mucho.
En mi Galería de Premios (http://silviabeatrizpremios.blogspot.com) esta el PREMIO AMANTE LITERARIO para que vayas y traigas para aquí.
¡¡Felíz 2010!!
Besos!!!