martes, febrero 02, 2010

Nada que hablar...

No tienen nada que decirse el uno al otro. No fue siempre así, pero en los últimos años apenas si se hablan y cuando lo hacen es porque alguno de los hijos tiene algún problema. La mayor parte del tiempo los problemas de los hijos tienen que ver con dinero y con mayor o menor sacrificio pueden ayudarlos. Eso no se discute, ni se pregunta, ni hay que hablarlo.

De ellos, propiamente de ellos, nunca hablan. Ella hace tiempo decidió que a su edad la intimidad sobra y el aceptó el rechazo. No entendió la razón porque aunque ella considere que “ese tiempo pasó”, él sigue sintiendo la necesidad del la proximidad física e incluso, no le da vergüenza confesarlo, del acto sexual.

A veces piensa que es el desquite por las veces que, siendo más jóvenes, ella se enteró de que él había cometido algún desliz. No se arrepiente de haber permanecido junto a ella a pesar de que en una época, hace años, en lo que ahora le parece otra vida, amó a otra mujer apasionadamente. Sus hijos lo necesitaban, su esposa era una mujer buena, su familia se le fue en contra; no quiso perder lo más por lo menos, y se quedó. Por años sintió añoranza por lo que pudo haber sido, pero ahora lo recuerda solo como un sueño.

En esta etapa final de sus vidas, en los años de salud que puedan quedarles, se conformaría con que él y su mujer pudieran pasar unas horas a gusto; charlar como cuándo eran jóvenes, antes de que nacieran los hijos; pero la realidad, es que no tienen nada que decirse.

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