Seguimos sin hablarnos, pero a mí, con toda franqueza, no me importa. Estaba cansada de que siempre me estuviera diciendo lo que debía hacer y cómo. Había llegado al punto que prefería no contarle de mis días para que no me aconsejara, que siempre me decía lo que él haría, sin tomar en cuenta que somos totalmente diferentes. Quizás por eso, me parece que a él sí le molesta el silencio. Afortunadamente es terco y no va a ser el primero en romperlo.
1 comentario:
Qué lástima que tanto tus cascabeles como los de él hayan dejado de sonar. Mala onda :-( Pero quién sabe...a lo mejor tira él la toalla y deja de estar callado.
Te dejo muchos saludos berlineses.
Publicar un comentario