viernes, septiembre 21, 2012

Un problema apremiante

Recibí un correo electrónico que me inquieta y no sé si contestarlo o no. No es un problema de vida o muerte, pero quiero actuar apropiadamente. La persona que lo envía se lo merece. Llamo a una amiga para contarle y pedirle opinión. Antes de que pueda explicarle la situación, me interrumpe. Tiene una situación apremiante, me dice. No sabe qué hacer. Me dispongo a escucharla como siempre hago.

Mi amiga tiene un ratón muerto en el patio de su casa. Le tiene asco y miedo y aunque ha intentado recogerlo para botarlo a la basura, no ha podido. Ha llamado a un vecino y lo está esperando pero mientras no salga del ratón no tendrá paz, me dice. Para colmo la basura no la recogen hasta tres días después y para entonces los vecinos, por la peste, sabrán que hay un ratón muerto en su contenedor de basura.

Trato de calmarla, la llama el vecino y me cuelga. Aún tengo que resolver lo del correo electrónico: puedo llamar a otro amiga. Levanto el auricular y voy a marcar, me detiene el que sé que la otra tendrá un problema más apremiante que el mío.

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