lunes, agosto 17, 2015

Placebo

Ayer fue un día largo, desesperante. Uno de esos días en que parece que estamos de visita en el infierno.  En que todo va mal, sabe mal, huele mal y la única esperanza que tenemos es que llegará la noche, y en ella los olores, sabores, sensaciones se hacen más indistinguibles. Dormir es una antesala de la muerte, la práctica de cada día de no ser, oblitera todo lo demás. 
Metida en el infierno de mi día, pensaba si realmente hay un infierno y no es una invención del hombre para mantenernos “humanos”.  Igual da, porque cada día perdemos más la sensibilidad que nos humaniza, y ya muertos viviremos una eterna agonía. En ese infierno lo lógico es que no haya noche.  Solo exista la ansiedad y el miedo…  No haya descanso, y el pánico vaya en crescendo. Como cuando nos ataca el insomnio y no podemos descansar. 
 
Ayer en la noche, me quedé dormida, no tuve pesadillas. Al, abrir los ojos, encontré que mis preocupaciones durmieron conmigo, y todo sabe mal, huele mal. El único consuelo es que hoy también tendrá una noche, y puedo pensar que después de la noche, no seré. Puro placebo que me permite la imaginación…


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