jueves, marzo 24, 2005

Remedios para la depresión

Siento el deseo de vivir abandonar mi cuerpo. Hace tiempo sabía que lo estaba reteniendo prisionero contra su voluntad. Al despertar esta mañana, me vi sola en la cama, sin planes para el día, y dejé que se fuera lentamente, nadando en la sangre que va pintando de rojo tinto las sábanas. Mi color favorito.
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Tanto he llorado en mi vida, que tengo dos surcos marcados en mi rostro que corren de los ojos hasta la comisura de los labios. Son dos franjas hundidas, canales que marcan el camino recorrido por mis lágrimas, sendero aún en construcción.
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He ido a la farmacia y he comprado los antidepresivos que me recetó el médico. Me ha dicho que tengo que poner de mi parte, hacer el esfuerzo. Y lo he hecho, me he tomado el contenido del frasco de un tirón.
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Dicen que el agua clara tiene poderes curativos. Así que vine al río, y subí por la ladera de la montaña hasta la poza que no tiene fondo, porque la caída del agua es allí más grande, y más fuerte, y necesito un despojo. Necesito que con su fuerza, el agua se lleve las pesadillas que me impiden el sueño, que se hundan en ella sin alcanzar jamás el suelo, devolviéndome la libertad. Es difícil llegar al centro de la caída, y utilicé una cuerda para poder hacerlo. Una vez he sentido el chorro frío de agua sobre mi sien, ha sido fácil, sólo he tenido que soltar la soga.

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