martes, julio 03, 2007

Conflicto

No le dijo que venía acompañado por conflicto, porque la relación entre él y su conflicto databa de su infancia, y era una vieja historia que no contaba a nadie. Cuando él se aturdía con alcohol, su conflicto se dejaba ver y sentir, tergiversando todo cuanto ella decía, humillándola hasta la desesperación. Al otro día, él volvía a ser la persona que era cuando se conocieron, el conflicto agazapado y oculto en algún lugar, sólo presente en sus pesadillas, hasta la próxima borrachera.

Siempre había deseado ser amado y, una vez más, la vida le daba la oportunidad de ser feliz. Esta vez la aprovecharía. Ya el conflicto se había encargado de estropearle todas las anteriores, pero se había prometido no cometer los mismos errores. A veces, cuando conflicto afloraba estando sobrio, se le llenaban los ojos de lágrimas, al recordar el rechazo y el discrimen, y sentía reavivarse el complejo de inferioridad que desde niño le acompañaba. El temor de quedarse solo lo asfixiaba cual mordaza, igual que de pequeño, cuando se tapaba la boca para que nadie oyera sus sollozos, por temor a que descubrieran su terror a la soledad y al rechazo, que escondía detrás de una actitud hostil. Si ella se daba cuenta y preguntaba, insistía que era su imaginación, porque no quería que la verdad de él la asustara.

Ella intentaba impedir que él bebiera, y cuando no podía, se mantenía callada y quietecita, tratando de no dar pie a conversación alguna que llevara a una controversia que pudiera despertar en él aquella parte soberbia y altanera que la humillaba y que con sus gritos la hacia sentir inexplicablemente niña, miedosa e indefensa.

Cansada de la zozobra en que vivía, se armó de valor y sin más explicaciones, le pidió que se marchara. El aceptó en silencio, porque su conflicto sentía siempre gozo cuando lo tenía para él solo. Al despedirse, a hurtadillas, el conflicto de él le hizo un guiño triunfal al de ella, que muy bajito y socarronamente se reía…

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