martes, julio 24, 2007

Carta a una amiga


A través de varias décadas y obviando la ocasional ventisca en nuestra relación, fuiste mi hermana, amiga y consejera. Estabas a mi lado el día que, rendida de vivir muriendo, bailarina de zapatillas plateadas, rompí el cristal que me encerraba.

Salí a buscar mis alas perdidas, a rescatar la niña que me daba risas y alegrías. No tenía brújula ni mapa para reencontrar el mundo de hadas de mi infancia, donde se refugió la pequeña al sentirse abandonada y sola. Tú me ofreciste amparo en el tuyo.

Mi imagen en el espejo ha ido cambiando, y por accidentes de la vida, cosas que pasan, como bien sabes, ya no me miro en él. Has tenido mejor suerte, flor de otoño que encontró jardinero en el bosque. Yo sigo siendo una muñeca de porcelana en la vidriera de una tienda de antigüedades.

No hay ahora lugar para mí en tu espacio y lo comprendo. Vuelta a vivir detrás de un cristal, miro el pasar de la vida. No estaré mucho tiempo, esperaré solo lo suficiente para reunir mis fuerzas internas, porque sé que a partir de ahora caminaremos por senderos separados. Quizás ese cambio en dirección sea beneficioso, y al mirar, por necesidad, de forma diferente al mundo, encuentre a mi niña en algún recodo del camino.

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